Debut europeo del canciller alemán, Olaf Scholz, y del nuevo binomio franco-alemán. El flamante jefe del Gobierno teutón entró este viernes en la arena de la política continental. Siguiendo la tradición heredada de la postguerra, viajó a París en su primer viaje oficial. Allí el socialdemócrata Scholz y el presidente francés, Emmanuel Macron, destacaron su "convergencia" en sus respectivos discursos a la prensa. Como era de esperar, la buena sintonía predominó en este estreno del tándem Scholz-Macron, que pone punto final a 16 años de relaciones entre París y Berlín dominadas por la mano de hierro de Angela Merkel y los conservadores alemanes.

Tras reunirse con su socio alemán, Macron destacó la coincidencia de "puntos de vista". Scholz también presumió de "los numerosos puntos en común constructivos" previstos en la agenda de la presidencia rotatoria de Francia de la Unión Europea -presentada el jueves por el inquilino del Elíseo- y de la presidencia alemana del G-7, ambas a partir de enero de 2022. "Sobre las cuestiones sociales, la transición climática y digital, la respuesta conjunta a los desafíos migratorios (…), hemos manifestado realmente una voluntad de trabajar juntos", añadió el dirigente galo.

El futuro de Europa estuvo en el centro de la reunión entre ambos este mediodía. Después de París, el líder del SPD efectuó por la tarde su primera visita a Bruselas, con el objetivo de reunirse con los presidentes de las instituciones europeas y preparar el Consejo Europeo de la semana que viene. Ante Ursula von der Leyen, destacó su voluntad de impulsar "una mejor Unión y ayudar a que eso sea posible" y no dejar a Alemania "al margen de la política europea". Entre los retos de futuro de la UE, ambos destacaron la lucha contra la pandemia, el cambio climático y, en política exterior, el reto que plantea la posible invasión de Ucrania por parte de Rusia.

Controversia en torno al déficit público

El acuerdo entre socialdemócratas, verdes y liberales en Berlín ha sido percibido con buenos ojos por el Ejecutivo macronista. Ambos comparten sus principios europeístas. Incluso el pacto de Gobierno alemán propone "la evolución de la UE hacia un Estado federal europeo", un objetivo mucho más ambicioso que la timidez mostrada por Merkel ante las reformas institucionales europeas. Además, Macron y Scholz convergen en la defensa de la soberanía estratégica europea, un salario mínimo europeo y una tasa carbono en las fronteras continentales.

Sin embargo, también hay diferencias significativas entre ambos. El Gobierno francés y el tripartito alemán discrepan en la conveniencia de restablecer las reglas de la austeridad europea. Macron expresó el jueves su voluntad de derogar la regla del 3% del déficit público, suspendida durante la pandemia. En cambio, el ministro de Finanzas alemán, el liberal Christian Lindner -conocido por sus postulados neoliberales-, apuesta por concentrarse en la reducción del déficit público. "Debemos mantener este crecimiento provocado por el pacto de reconstrucción (europeo). Pero también debemos trabajar a favor de la solidez de nuestras finanzas", recordó Scholz en París. "Debemos encontrar mecanismos, ya sea una mayor flexibilidad o nuevas reglas, que nos permitan alcanzar nuestros objetivos", defendió el presidente francés.

Otro asunto espinoso es la voluntad francesa de que la energía nuclear sea considerada como una fuente no contaminante. Las autoridades francesas multiplicaron en los últimos meses sus esfuerzos para que la Comisión Europea incluya la energía del átomo en su taxonomía verde, lo que facilitaría su financiación. Un objetivo antagónico a los postulados de los verdes alemanes. Pese a las encajadas de manos y golpecitos en la espalda de este viernes, las relaciones entre Macron y Scholz no siempre resultarán idílicas.