Colas infinitas desde hace una semana delante de farmacias y laboratorios para hacerse las pruebas de detección del covid, sistemas de rastreo colapsados en casi todas regiones del país, histeria, y un fuerte temor por la parálisis del sistema por la gran cantidad de personas en cuarentena. En este caótico escenario, desencadenado por el exponencial avance de la variante ómicron —menos letal, pero muy contagiosa y de incubación más rápida—, el Gobierno de Mario Draghi ha decidido este miércoles no esperar más, y ha optado por anunciar una revisión de sus medidas de contención de la pandemia.

Así, justo en el día en el que en el país se registró un nuevo récord de casos de covid-19 —98.000 en 24 horas, a la vez de que se informó de unos 140 muertos—, el Ejecutivo italiano discutió anoche la posibilidad de que los vacunados con tres dosis puedan evitar las cuarentenas si entran en contacto con un positivo, y solo estarían obligados al uso de las mascarillas FFP2 durante 10 días. La misma regla será válida para los que han recibido la segunda dosis desde hace menos de cuatro meses, y que, como en caso anterior, no manifiestan síntomas. Por el contrario, los no vacunados no se beneficiarán del relajamiento de las normas. 

Lo cierto es que, en los últimos días, en algunas ciudades del país ya se han verificado escenas de caos y tensión por la situación. En la ciudad de Milán, los carabineros tuvieron que intervenir para apaciguar los ánimos de unos ciudadanos furiosos que llevaban 10 horas esperando para realizar una PCR a causa del malfuncionamiento de los sistemas informáticos de un hospital. En Perugia, un farmacéutico fue agredido por un hombre que se enfureció al saber que se habían terminado las pruebas autodiagnósticas para el coronavirus, una mercancía que también en Roma se ha vuelto difícil de encontrar, mientras que, en la región de Piamonte, fueron cancelados (hasta el 9 de enero) 36 trayectos de tren por falta de personal.