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Crisis en el país asiático

Primeros meses de poder talibán en Afganistán: hambre, crisis y violencia

Cuatro meses después de la llegada al poder de los insurgentes, los atentados se multiplican y la crisis humanitaria que se cernía sobre sus habitantes en el verano ya es una realidad | El 95% de los afganos no tiene suficientes recursos para comer, y el 55% está en riesgo de morir de inanición, según la ONU

El invierno ha multiplicado las filas del hambre en Afganistán.

Farid, un refugiado afgano que llegó a Europa hace un par de años, está preocupado por su familia, por si estarán bien o mal, por si habrán conseguido algo de comer estos días. Se preocupa porque sabe poco de ellos, porque apenas consigue hablar con su madre y su hermana una vez por semana, pero su preocupación es distinta a la de antes. 

En agosto, cuando los talibanes tomaron el poder en Afganistán, entró en pánico mientras intentaba guiar a su familia desde la provincia de Ghazni hacia Kabul, donde estarían algo más seguros, pensaba Farid, porque allí había mucha más gente y, aunque los insurgentes les estuviesen buscando, tendrían más facilidades para esconderse

Ahora, cuatro meses después de la victoria talibán, este pánico se ha desvanecido. La preocupación sigue, claro, pero ahora se asemeja más a la resignación. "Siguen en Kabul y están bien. No hubo forma de que pudiesen salir de Afganistán en verano... pero bueno, el otro día me dijeron que intentarán salir en primavera, primero hacia Irán y luego a Turquía", explica Farid. Ahora en invierno, con la ruta migratoria congelada, hay poco que se pueda hacer. 

El frío que llegó con el otoño y que, según las estimaciones, podría llegar a los -25 grados, ha convertido Afganistán en una cárcel helada para los cientos de miles que deseaban escapar de los talibanes. Una prisión, además, precipitándose hacia el abismo.

Los números así lo indican: según datos de Naciones Unidas, el 95% de los afganos que siguen dentro de su país "no consumen suficientes alimentos", unos 23 millones de personas (55% de la población) afronta niveles extremos de hambre y casi 9 millones corren riesgo de padecer hambruna

Esta es una catástrofe humanitaria que se explica ya en presente, y que ha sido provocada por la huida de capitales, la prohibición al Gobierno talibán de acceder a los fondos del Ejecutivo afgano anterior, y la congelación absoluta de toda la ayuda humanitaria internacional hacia Afganistán tras la conquista insurgente. El 75% del presupuesto del Gobierno anterior procedía de la ayuda internacional. De la noche a la mañana, este dinero ha desaparecido.

"Los talibanes nunca tuvieron un plan sobre cómo gobernarían el país sin la ayuda exterior. Lo que está pasando en la actualidad es un resultado previsible de su decisión en verano de apretar para conseguir una victoria militar en vez de una transición pactada", escribe la experta Kate Clark, miembro de la Red de Analistas de Afganistán.

Por sorpresa

De hecho, su victoria fue tan rápida y tan sorprendente que incluso pilló desprevenidos a los propios los talibanes. Una vez en el poder, el nuevo Ejecutivo está teniendo serias dificultades para gobernar y tomar decisiones -en parte por desavenencias internas, pero también por la presión internacional-.

El acceso a la educación de las mujeres, por ejemplo, está restringido, pero a medias. En las ciudades se permite que las jóvenes vayan a la escuela y las universidades, pero siempre separadas de los hombres. En las zonas rurales, sin embargo, lo tienen prohibido. Los talibanes aseguran que es algo temporal, pero las dudas son generalizadas: en las regiones que el grupo controlaba antes de la victoria sobre Kabul, las chicas mayores de 12 años ya no podían acceder a la escuela. 

"No puedo dar una fecha, pero este problema será resuelto pronto", dijo el portavoz del Gobierno talibán, Zabihulá Mujahid, en diciembre.

De cometer atentados a intentar evitarlos

Una vez asentados ya en los palacios de Kabul, a finales de agosto, los talibanes hicieron una promesa. La guerra en la que Afganistán llevaba metida desde 1979 había terminado. La violencia se acababa. Volvía la paz

La promesa, sin embargo, no ha sido cumplida, y los nuevos amos del país han pasado de cometer atentados ellos mismos en las últimas décadas a ser ahora policías que deben evitarlos. Quien los ejecuta ahora es el Estado Islámico (EI), cuya interpretación del islam es tan radical que considera a los talibanes débiles y traidores. 

En los últimos meses, los ataques del EI contra milicianos rivales y civiles han sido constantes, y los talibanes no han podido hacer nada para evitarlos. De hecho, a finales del recién finalizado año, el nuevo Gobierno mandó a algunos miles de sus milicianos a la provincia de Nangahar, en la frontera con Pakistán, donde talibanes y miembros del EI luchan de la misma forma que, hace unos meses, lo hacían los talibanes contra los soldados del anterior Ejecutivo.

"Cuando pasan varios días y no hablamos, lo paso mal. Pero al final uno se acaba acostumbrando a esto. Es difícil, pero ahora no se puede hacer nada. A ver si en la primavera...", suspira Farid.

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