Ha tardado dos semanas en romper su silencio, periodo en el que Kazajistán ha sido sacudido por unos disturbios sin precedentes en su corta historia como nación independiente. Pero finalmente, el expresidente kazajo, Nursultán Nazarbáyev, ha reaparecido este martes ante el ojo público para desmentir los rumores de que había huido del país, y de paso pedir a la ciudadanía que apoye al actual jefe del Estado, Kassim-Jobart Tokáyev. "Soy un jubilado", ha insistido.

"Yo he entregado mis poderes presidenciales al presidente Kassim-Jobart Tokáyev en 2019... vivo retirado en la capital de Kazajistán y no he ido a ninguna parte", ha manifestado Nazarbáyev. Pese a sus palabras, el exmandatario aún presidía hasta hace solo unos días el Consejo Nacional de Seguridad y era todavía objeto de culto, como lo prueba que la capital del país, Astaná, fuese rebautizada con su nombre, Nur-Sultán.

Conflicto en la élite

El ex hombre fuerte kazajo ha querido desmentir que los desórdenes vividos en el país desde principios de año fuesen causados o instrumentalizados por allegados suyos contra el actual jefe del Estado. "No hay conflicto o confrontación dentro de la élite; los rumores acerca de ello son infundados", ha insistido. Y ello, pese a que uno de sus próximos, el exjefe del aparato de seguridad, Karim Masimov, ha sido destituido de su puesto y acusado de traición, y pese a que tres de sus yernos han sido relevados al frente de empresas estatales o instituciones de lobistas.

Nazarbáyev ha gobernado Kazajistán ininterrumpidamente desde la independencia. Durante las tres décadas en que monopolizó el poder, sus allegados y parientes han acaparado puestos políticos y cargos en empresas de minería o hidrocarburos. En una intervención ante el Parlamento, Tokáyev ha propuesto un nuevo contrato social con la ciudadanía y ha recomendado vivamente a las empresas más productivas del país a que contribuyan a un fondo dedicado a mejorar la Sanidad y la Educación en el país.