El reto es superlativo incluso para la diplomacia de China: mantener su sacrosanto respeto a la soberanía ajena sin desairar a Rusia. Del entuerto ha salido por ahora sin jirones pero cabe preguntarse por la fecha de caducidad de ese equilibrio. Si el conflicto ucraniano se empantana, un cuadro muy probable, subirán las condenas y sanciones y llegará la hora de retratarse.

La rueda de prensa ofrecida por el Ministerio de Exteriores en Pekín cuando ya llegaban los despachos de guerra desde Ucrania discurrió por caminos trillados. Un magma de argumentos proucranianos como la "soberanía nacional" y prorrusos como las "legítimas preocupaciones por la seguridad", espolvoreado de llamamientos al diálogo y la paz y eludiendo hablar de "invasión". Del amontonamiento de vacuidades de estos días, lo más rescatable lo dijo la semana pasada el Ministro de Exteriores, Wang Yi: "La soberanía, independencia e integridad territorial de todos los países debe protegerse. Y Ucrania no es una excepción".

El principio de no injerencia en asuntos ajenos explica la neutralidad china. Existen más argumentos que pueden consignarse a título de inventario pero que palidecen frente al anterior. El congreso de otoño del partido, por ejemplo, en el que es improbable que a Xi Jinping le agrade que un conflicto con la OTAN ensombrezca el inicio de su tercer mandato. O la alergia china a las declaraciones de independencia cuando lidia con el problema taiwanés. O, por último, la sintonía entre China y Ucrania. Xi felicitó recientemente a su homólogo, Volodímir Zelenski, por el 30 aniversario del establecimiento de relaciones bilaterales y aludió al respeto de su soberanía nacional.

Colaboración sin límites

China y Rusia han superado sus desavenencias históricas y recientemente afirmaban que su colaboración carecía de límites. Hay química entre Xi y Putin tras una cuarentena de reuniones y a los países les une el comercio y los lamentos por el atosigamiento militar estadounidense en sus patios traseros. Que Putin esperase a que se apagara el pebetero olímpico para declarar la independencia de las dos repúblicas rebeldes es una cortesía entre amigos pero es improbable que convenza a Xi para apoyar sus acciones en Ucrania. Tampoco apoyó las de Crimea, Abjasia y Osetia aunque sí le ayudó a mitigar las sanciones económicas de Occidente. Hacia ese escenario nos dirigimos de nuevo.

China mantendrá su equidistancia y subrayará el diálogo, sostiene Xulio Ríos, director del Observatorio de Política China. "Pero sí es posible que busque vías compensatorias con Rusia a las sanciones aunque cuidándose de no enfrentarse a Occidente. Las relaciones con Estados Unidos las da por perdidas y su mayor preocupación es cómo afectará a las que mantiene con Europa. Es evidente que este conflicto acerca a Washington y Bruselas. Si se decanta mucho hacia Rusia, pagará las consecuencias en Europa", añade. "China necesita que no se la vea como una comparsa de Moscú. Camina por el filo de la navaja, pero la diplomacia china es muy hábil", opina.

Primer socio comercial

China es el primer socio comercial ruso desde 2010, dos años después de que Putin proclamara su "giro a Oriente", y su principal comprador de materias primas. Su comercio bilateral encadena récords: rozó los 150.000 millones de dólares en 2021 tras un aumento anual del 35% y planean alcanzar los 200.000 millones en 2024. Tres años atrás empezó a fluir al fin el gas ruso hacia China tras firmar un contrato que se había demorado más de una década. La geopolítica aconsejó acabar con el febril regateo sobre el precio: China temió que Estados Unidos interrumpiera sus líneas navales y Rusia vio comprometido su negocio en Europa. Ucrania devuelve el escenario porque las "severas sanciones" que airea Occidente impulsarían sin remedio a Rusia hacia China. No es una salida idílica para Moscú, inquieta por la progresiva dependencia económica de Pekín, pero es la única. China absorbe la quinta parte del comercio internacional de Rusia mientras esta apenas supone el 2% del chino.

No se ha sumado China al coro condenatorio global y es descartable que firme las sanciones en el Consejo de Seguridad. Cualquier disensión a las tesis mayoritarias es susceptible de ser juzgada de complicidad. El daño a su reputación global se entiende como un mal menor al que ya está acostumbrada. China conseguirá del conflicto con Ucrania, a cambio, que Estados Unidos cambie la prioridad de su política exterior cuando Biden había demostrado la misma hostilidad que Trump. La agenda diplomática de Washington, por el contrario, está abocada al frenesí. "Parece una torpeza estratégica que Estados Unidos abra dos frentes. No parece aconsejable que acerque a sus dos principales rivales tras su salida desastrosa de Afganistán y con una sociedad interna fracturada", señala Ríos.