El Chelsea es desde hoy un club de fútbol que puede seguir jugando partidos y pagando salarios, pero que no está autorizado para vender entradas, productos oficiales ni futbolistas. En resumen, se convierte en una empresa que puede pagar pero no puede cobrar nada prácticamente nada que no estuviera comprometido antes del 10 de marzo. Así lo recoge El Periódico de España.

Y, quizá lo más importante de todo, el Chelsea no puede ser vendido a nadie, bloqueando las anunciadas intenciones de Roman Abramovich de desprenderse de la propiedad del club londinense.

Pretendía hacerlo antes de que el gobierno de Boris Johnson le sancionara por sus vínculos con Vladimir Putin, pero Reino Unido se ha anticipado.

Londres ha aprobado este jueves las sanciones a siete oligarcas próximos al presidente de Rusia, congelando sus activos, vetando su presencia física en Reino Unido y prohibiendo sus negocios con empresas o ciudadanos británicos.

"Trato preferente"

“No puede haber refugios seguros para quienes han apoyado el salvaje asalto a Ucrania de Putin. Seremos inflexibles persiguiendo a quienes permiten el asesinato de civiles, la destrucción de hospitales y la ocupación ilegal de aliados soberanos”, ha defendido Johnson.

Sobre Abramovich, el gobierno británico defiende que ha recibido “exenciones de impuestos para las empresas que controla, comprando y vendiendo activos a precios favorables”. Destaca también los contratos recibidos de cara al Mundial de Rusia 2018, concluyendo que el propietario del Chelsea “ha recibido trato preferente y concesiones” por parte del Kremlin.

El paquete de medidas sancionadoras conllevaba una paralización inmediata de toda la actividad en Reino Unido de las empresas que son propiedad de estos oligarcas, pero el gobierno británico ha emitido una licencia excepcional que permite al Chelsea continuar parcialmente con sus quehaceres.

Unas medidas especiales que el gobierno de Johnson adopta para “proteger la Premier League, la pirámide del fútbol (término que apela a la estructura del todo el fútbol profesional y amateur de Inglaterra), a los aficionados leales y a otros clubes”.

Hasta el 31 de mayo

Ahora bien, las medidas excepcionales, vigentes hasta el final de la temporada (31 de mayo) y sometidas a revisión constante comprometen seriamente la viabilidad del club a corto y medio plazo.

El Chelsea está autorizado a seguir jugando sus partidos, a permitir el acceso a Stamford Bridge de los abonados y a pagar los salarios de deportistas, técnicos y demás empleados, pero poco más.

Cualquier actividad de venta (y, por tanto, de generación de ingresos) queda prohibida desde este jueves. Es decir, el Chelsea no puede vender entradas para sus partidos, como tampoco productos oficiales en sus tiendas, y tampoco acordar el traspaso de futbolistas.

Las obligaciones de pago con otros clubes por traspasos o cesiones acordadas antes del 10 de marzo se mantienen en vigor, así como el acceso al estadio para futuros partidos para aficionados que compraran entradas antes de esa fecha, al igual que para abonados de temporada.

Sin renovaciones

Puede incluso abonar dividendos y bonus a ejecutivos del club (a excepción del propio Abramovich), pero no puede comprometer nuevos pagos. Eso implica que el Chelsea no podrá renovar futbolistas o técnicos mientras duren las sanciones.

Conviene resaltar que todos estos impedimentos son medidas de alivio temporales para paliar los efectos de la sanción sobre Abramovich, no castigos al propio club. Es decir, es de prever que la situación del Chelsea no mejorará en próximas semanas, al menos mientras el oligarca ruso siga siendo su propietario.

Y eso no tiene pinta de cambiar a corto plazo, a menos que se articule algún mecanismo que provoque que Abramovich abandone la propiedad del club sin recibir contraprestación alguna. Una hipótesis que se antoja improbable, dado el deseo manifestado por el oligarca ruso de recibir una suma superior a los 3.000 millones de euros.

Negociaciones frenadas

El empresario ruso había asegurado que donaría los beneficios (compró el club en 2003 por algo menos de 200 millones de euros) a las víctimas de la guerra en Ucrania, sin especificar si deduciría de la cantidad final los alrededor de 1.800 millones de euros que ha ido prestando al Chelsea de su capital personal durante estos años.

Varios empresarios habían mostrado su interés por adquirir el club que defiende este curso la Copa de Europa, aunque con cifras inferiores a las que Abramovich esperaba recaudar. Negociaciones, en todo caso, que se ven ahora frenadas por las sanciones de Reino Unido y que abren una incertidumbre total alrededor del Chelsea.