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Cerco a los oligarcas de Putin

Oleada de ofertas de alquiler de propietarios rusos en España

Miedo a la congelación de activos entre los inversores que metieron sus rublos en el ladrillo

Anuncios de alquiler de chalets en la Costa Blanca en la semana del 14 de marzo de 2022.

En el momento de la tarde de este miércoles en que atendía a este diario, el operador inmobiliario ruso Alexei Ezouvjky acaba de colgar dos llamadas seguidas de clientes y compatriotas suyos pidiéndole que ponga en alquiler las casas que compraron en las playas de Alicante.

Son solo parte de los "muchísimos" encargos que está recibiendo su agencia, Spaintur, con sede en la capital de la Costa Blanca y especializada en clientela rusa. "Están llegando infinidad de llamadas con dudas", cuenta, y lo corroboran otros agentes especializados en inmuebles para ciudadanos rusos que ha consultado este diario en Alicante, Málaga, Valencia y Barcelona.

Todo comenzó con atribulados mensajes de WhatsApp con caracteres cirílicos, apenas 72 horas después de irrumpir los carros de combate en territorio ucraniano. Y engordaron los chats telefónicos según desgranaban los telediarios el corralito en Rusia. El miedo a más medidas confiscatorias a este y el otro lado del telón de Putin está removiendo el mercado en España con órdenes de venta y de alquiler.

Recorre la colonia rusa en España -El INE contaba 79.485 rusos en enero de 2021- el miedo a ser un daño colateral de la guerra que la UE ha declarado a los oligarcas de Putin; o simplemente, y desconociendo sus fundamentos jurídicos, el temor a las restricciones europeas, entrar en la bolsa de congelación de activos decididos por la UE por la agresión a Ucrania.

En busca de la liquidez perdida

"Al principio llaman decididos a vender, pero prefieren alquilar en cuanto se asesoran bien y les explicamos soluciones", explica Ezouvjky. La clave se llama liquidez. Los ciudadanos rusos la buscan incluso desesperadamente. La primera reacción de pavor por la guerra y la contestación europea fue pensar en vender las casas en España.

"Me llaman para vender clientes de la Marina Alta, de Orihuela Costa, de Alicante y la zona de Altea... Están asustados, pero poco dispuestos a rebajas", contaba a este diario a finales de la pasada semana Oksana Peresadko, intermediaria inmobiliaria con una gran agenda en la costa alicantina. Esta semana asegura que la tendencia está cambiando: "Es mejor el alquiler".

Los casos que relata Oksana son de rusos con una media de cuatro años de residencia en España. Algunos vinieron antes, atraídos por la publicidad de chollos de la burbuja; otros tienen el trabajo en Moscú o San Petersburgo y parte de la familia y los ahorros en ladrillos en esta punta de Europa; su plan de jubilación. "De repente se ven sin dinero suficiente para pagar su vida allí y la casa aquí. Necesitan liquidez rápido", razona Peresadko, que es además modelo con nombre artístico: Soviet.

"Cuadra más el alquiler que la venta", explica en Barcelona Óscar Martínez Solozábal, presidente de la Asociación Profesional de Expertos Inmobiliarios. "Alquilando, conservan la propiedad. Y para protegerse de una supuesta confiscación, es más seguro tener la casa alquilada, porque la ley no puede dañar a un tercero".

Además, opina, "es más fácil mover para Rusia una renta mensual de 2.000 euros que 300.000 por la venta de un chalet. Eso sí que se lo para algún banco".

Cuestión de miedo

Ningún edicto del Consejo Europeo manda expropiar, congelar, confiscar o bloquear bien alguno de residentes rusos en la UE, sólo los de aquellos oligarcas, políticos y militares que contribuyen a la invasión de Ucrania, pero el miedo se ha extendido entre un grupo social inmerso en el nerviosismo y, por tanto, presa de rumores. Por ejemplo, el de que podrían perder el derecho de residencia.

"Mucha gente lo piensa, y teme a la rusofobia", dice Katerina S., agente de Inmorusa, firma valenciana con clientela rusa, ucraniana, moldava.... Esta profesional no corrobora la oleada de órdenes de venta: "Nuestros clientes de Valencia ciudad vinieron a vivir, a una residencia no lucrativa, y ni piensan ni quieren irse. Su piso es su vida aquí", explica.

En no pocos casos, cuentan en Spaintur, se trata de reunir fondos para pagar la hipoteca y gastos de la casa en España. "Tienen el préstamo, quieren pagar... pero con todo bloqueado ¿cómo mandan dinero? No pueden, y prefieren no arriesgarse a que el banco se mueva", dice Ezouvjky, dueño de la agencia.

"El inversor ruso que compraba en España, lo primero que hacía es abrir una cuenta -cuenta Martínez Solozábal-. Es raro que no tengan liquidez aquí para aguantar una temporada, pero si alquilan aquí, pueden ingresar la renta en su banco e ir haciendo frente a los pagos..."

Este tipo de decisiones se están dando también, cuenta este empresario, en Almería y Málaga. Y no solo con respecto a chalés, villas o pisos comprados en el término de la ciudad andaluza, sino también a propiedades en Vera, Marbella y Mijas. "Pero se opera en Málaga, porque allí se cerraron las compras en su día cuando estalló la burbuja".

Jugar y perder

No pocos rusos que metieron dinero en el mercado inmobiliario español lo hicieron planeando alquilar. Y en eso andan ahora, pero no tanto por negocio como por pura salvación.

Alquilar o claudicar y vender. La semana comenzó para Alexey con una llamada urgente desde Benidorm. Una de sus clientas, empresaria rusa cuyo nombre no desvela, tiene un hotel de menos de 20 millones de euros, ahora cerrado por la temporada baja, y que no puede sostener desde el corralito en que se ha convertido Rusia.

"Ella busca vender antes de que lo quite el banco", explica este joven inmobiliario, con 13 de sus 32 años vividos en España, y pendiente del trámite final para conseguir la nacionalidad. Lo cuenta con el tono apenado de tantos rusos que reciben estos días llamadas de la prensa.

Quienes se empapan en esta ola de temores sobre sus propiedades no son precisamente amigos de Putin, ni oligarcas, ni generales

ni diputados de la Duma. En su país están sufriendo consecuencias de la estrategia de su mandatario. "Una clienta de 50 años, empresaria, que nos había comprado varias propiedades, ha tenido que cerrar su negocio en Rusia -cuenta el operador ruso-alicantino-. Quería traerse a toda su familia a vivir aquí, incluso a su madre, ya mayor. La política le ha roto su sueño".

En Barcelona, un intermediario y agente de mantenimiento y custodia de inmuebles para rusos que prefiere no publicar su nombre relata que su mejor cliente, de S'Agaró, "se va. Me ha pedido que le busque comprador porque se lleva a la familia y lo que tiene a Dubái".

Horizonte oscuros

Ese es el inversor ruso de gama alta; adinerado, pero excluido del círculo de los oligarcas. Pero también teme una congelación rusófoba un cliente de clase media-alta, con hipoteca en banco español y un saldo pendiente de alrededor de 100.000 euros, según la experiencia del dueño de Spaintur.

Son, cuenta, “una clase cultivada de rusos, médicos, arquitectos, ingenieros, empresarios pequeños que no tienen nada que ver con Putin, que nunca pensaron en una guerra y que planean huir de la falsa democracia en que han convertido a Rusia".

Pese a la censura, esa clase profesional está tan bien informada como los rusos de aquí sobre las oscuras nubes que les impiden ver un respiro económico si la guerra continúa, y del cual es síntoma claro el estado de coma en el que duermen sus tarjetas de crédito.

Pero esta gente no es la única que está llamando a las inmobiliarias ruso-españolas. Ahora también llegan -"treinta hoy", cuenta Alexei- llamadas de ucranianos buscando techo. "Algo por no mucho al mes", explica Peresadko. Tanto él como ella trabajan con ucranianos; la guerra no existe en sus agendas de contactos ni en sus oficinas. "Pero no les podemos ayudar", explica él. De momento los caseros no se fían de personas sin avales. "Algunos españoles quieren acoger -dice Oksana-, pero otros lo que buscan es una criada que cuide la casa por 900 euros".

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