1. El origen de la crisis

"Perú no está pasando por un buen momento", ha admitido finalmente el presidente Pedro Castillo. El reconocimiento ha tenido algo de redundante. La crisis política se ha intensificado en Perú en los últimos días por una combinación de factores internos, en especial por la muy frágil gestión presidencial y los primeros efectos en la economía de la invasión de Rusia a Ucrania. El alza del precio de los combustibles en un país que es importador de buena parte del petróleo no ha hecho más que encender el fuego que le faltaba a Perú: el del malestar social. El costo de vida se ha incrementado ante la impotencia de las autoridades. Un 30% de los peruanos son pobres y la economía informal involucra a casi el 89% de la población. Han empezado las manifestaciones, los bloqueos de carreteras.

Los disturbios se han generalizado en distintas regiones. Los agricultores, que reclaman precios preferenciales para la compra de fertilizantes, y los transportistas, ha sido los primeros en protestar. Luego se han sumado otros sectores sociales. Hasta el momento han perdido la vida seis personas. Castillo y su equipo viajó gasta a Huancayo, a 300 kilómetros de Lima, uno de los escenarios más conflictivos, para dar una señal de normalidad en las actividades del Gobierno, pero la tensión no se ha reducido y se auguran nuevos problemas en las calles. "La única salida es por ahora la renuncia", ha dicho la principal autoridad del Congreso, María del Carmen Alva.

2 Ocho meses de turbulencias

Castillo es un líder sindical de provincias que Perú Libre, un partido de izquierda ortodoxa, llevó como candidato a la presidencia. Accedió al Palacio Pizarro tras vencer en la segunda vuelta por unos miles de votos a la derechista Keiko Fujimori. Su magra victoria anticipaba numerosas dificultades: asumió el 28 de julio del años pasado sin mayoría parlamentaria y con la latente amenaza de ser destituido. En principio, Castillo intentó ejecutar un programa más inclinado hacia la izquierda.

Pero los sucesivos descalabros internos, con la dimisión de cuatro primeros ministros y sucesivos cambios en diferentes áreas estratégicas del Estado, ha convertido al maestro rural en apenas un equilibrista que, con osado pragmatismo, ha rearmado el Gobierno con ministros de otras procedencias ideológicas, incluso antagónicas. La izquierda le ha dado prácticamente la espalda.

3. Dos mociones de censura

La inestabilidad se ha convertido en la norma de Castillo en estos meses. En diciembre evitó una moción de censura, promovida por las fuerzas conservadoras. Tuvo la misma suerte días atrás porque las bancadas de derecha no alcanzaron los votos suficientes para destituirlo. Pero la crisis que se ha abierto esta semana, con la declaración del estado de emergencia en la capital y el distrito aledaño del Callao, medida extrema que fue anulada horas más tarde dada su inmensa impopularidad, sembraron más dudas acerca de la posibilidad de que permanezca en el poder.

Una reciente encuesta de la consultora Datun revela que el 60% de los entrevistados reclama su renuncia inmediata. Solo un 19% de los peruanos aprueban la figura presidencial. "Ya no levanta cabeza", aseguró en su portada el diario 'Perú 21' y esa percepción es compartida por todos los medios de prensa.

4. Causas judiciales

Los frentes se multiplican para Castillo. La fiscalía lo investiga por presunto tráfico de influencias. Por si eso fuera poco, la fiscal especializada en casos de corrupción, Karla Zecenarro, acaba de solicitar la prisión preventiva de tres sobrinos, quienes se encuentran prófugos. Sobre las espaldas del exsecretario general de la presidencia, Bruno Pacheco, pesa también una orden de detención por otro hecho presuntamente doloso. Algunos analistas creen que si el excolaborador habla ante la justicia podría acelerar la tan anunciada caída del presidente.

5. Escenario incierto

"Bueno, en Perú todo es posible. Vuelvo a decir que esto no es novedad en el país. Hemos tenido cinco presidentes y tres Congresos en cinco años", ha dicho el primer ministro, Aníbal Torres, cuya suerte pende también de un fino hilo después de una insólita reivindicación del nazismo y el fascismo.

"Sin infraestructura el país no puede desarrollarse. Las vías de comunicación son como las venas, las arterias en el ser humano para poder sobrevivir y avanzar. Les pongo un ejemplo: Italia y Alemania eran igual que nosotros. Pero en una oportunidad, Adolf Hitler visitó el norte de Italia y (Benito) Mussolini le mostró una autopista construida desde Milán a Brescia. Hitler vio eso, fue a su país y lo llenó de autopistas y aeropuertos y convirtió a Alemania en la primera potencia económica del mundo".