Francia decide este fin de semana entre la derecha moderada de Emmanuel Macron y la ultraderecha de Marine Le Pen. La segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Francia decidirá, además, no sólo el futuro del país, sino que también marcará buena parte del rumbo y la estabilidad con las que la Unión Europea afrontará los próximos años. El portazo del Reino Unido con el Brexit, la búsqueda de identidad de Alemania en la era post Merkel y la división dentro del Gobierno de coalición italiano han fortalecido aún más el papel del Elíseo en la geopolítica europea.

El voto de los franceses el próximo domingo será, pues, clave para entender cómo respira el continente en un periodo marcado por la invasión de Ucrania y el retroceso económico. La llave en esta segunda vuelta la tienen los votantes de La Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenechon, que se dividirán, en una proporción aún por conocer, entre el voto contra la ultraderecha, el castigo a Macron y la abstención.

Macron no lo da por ganado

Para Emmanuel Macron el escenario es favorable, pero no tanto como le gustaría. El actual presidente de la República Francesa sabe que no repetirá los espectaculares resultados que le llevaron a duplicar, con un 66% de los votos, los que cosechó Le Pen en la segunda vuelta de 2017. Actualmente, las encuestas le dan entre un 53% y un 56% de los votos, lo que habla de una diferencia ajustada que puede resolverse en los últimos días de campaña. Consciente de ello, Macron ha intentado lanzarse a por el voto de centroizquierda moderando algunas de sus propuestas iniciales, como por ejemplo la de retrasar la edad de jubilación de los 62 a los 65 años (ahora habla de 64).

El gran problema de Macron en este caso es, sin embargo, que en Francia se le asocia con una clase acomodada que no casa con el electorado de Mélenchon al que pretende conquistar. Consciente, sin embargo, de que esa imagen no va a ser capaz de quitársela de encima en apenas unos días, ha apostado por reforzar sus propuestas ecologistas para captar el voto joven. Gracias a eso, el presidente de la República seguramente también pueda contar con buena parte de los 1,6 millones de votos del partido verde de Yannick Jadot y los 1,7 millones de la formación de centro derecha de Valérie Pécresse.

Le Pen, nunca antes tan cerca del Elíseo

Marine Le Pen es consciente de que llegó a la segunda vuelta por los pelos (un 23,1% de los votos frente al 22% de Mèlenchon), pero también que con sus 8,1 millones de votos no se quedó demasiado lejos de los 9,7 millones de Macron, que convenció a un 27,8% de los votantes. En las anteriores elecciones, las de 2017, también consiguió llegar a la segunda vuelta, pero se quedó en un 33% de los votos, una cifra que todo apunta a que superará en estos comicios.

Actualmente las encuestas le dan entre un 43% y un 47% de los votos, y, como Macron, su futuro estará muy marcado por lo que haga el votante de Mélenchon. En su caso ha optado por moderar su discurso anti inmigración, hacerse fotografías con gatos para suavizar su imagen pública y presentarse como la opción capaz de recoger el descontento generado por Macron. En su caso no hay que perder de vista los casi 2 millones y medio de votos que fueron a parar a Éric Zemmour, el otro candidato que disputaba el espacio de ultraderecha. 

La Francia insumisa de Mélenchon, clave

Jean-Luc Mélenchon tiene un dilema. Seguramente el mismo que tienen muchos de los más de 7,7 millones de franceses que le votaron, y es saber quién es para él el mal menor. Por el momento ya ha dicho a sus seguidores que no le den “ni un solo voto a Le Pen”, pero tampoco ha pedido abiertamente el apoyo para Macron. Mélenchon, que tiene a la vista las elecciones de junio para decidir quién será el primer ministro de Francia, sabe que debe medir mucho sus palabras para mantener su posición como líder de la izquierda en el país.

En base a una encuesta interna publicada el pasado domingo y realizada entre casi 300.000 votantes de La Francia Insumisa, solo un tercio de ellos aseguran estar dispuestos a votar a Macron. Los otros dos tercios, en cambio, aseguran que no piensan ir a votar o que votarán en blanco. Son precisamente estos datos los que tienen desconcertados a los analistas en Francia, pues no se sabe hasta qué punto la abstención beneficiará a uno u otro candidato.