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Ramificaciones de la guerra de Ucrania

Suecia y Finlandia aceleran el paso para entrar en la OTAN rompiendo décadas de no alineamiento

Ambos países se sienten directamente amenazados por el Kremlin y temen una oleada de ataques híbridos mientras se consuma su adhesión

Soldados suecos participan en un ejercicio militar de la OTAN. REUTERS

La guerra en Ucrania está reconfigurando el orden geopolítico europeo de un modo completamente inimaginable semanas antes de que las tropas de Vladímir Putin invadieran a su vecino ucraniano. El rearme de Alemania, con una inversión de 100.000 millones de euros en Defensa y el compromiso de superar en solo dos años el 2% de su PIB en gasto militar, no solo marca el mayor giro en la política de seguridad alemana desde la Segunda Guerra Mundial, sino que podría convertir muy pronto al país más rico de Europa en el tercero que más gasta en Defensa del mundo por detrás de Estados Unidos y China. Es solo el principio porque tanto Finlandia como Suecia ultiman su decisión para solicitar su entrada en la OTAN, un paso que enterraría una larga historia de neutralidad militar, reformulada como no alineamiento en las últimas décadas.

Todo está yendo extremadamente rápido en los dos países. Tanto que, algunas voces, acusan a sus líderes de haberse dejado llevar por la “histeria” que ha generado la guerra en Ucrania. Si nada se tuerce, ambas capitales anunciarán su decisión a mediados de mayo, tras haber acelerado el análisis de implicaciones que comportaría su entrada en la Alianza Atlántica. “Vamos de camino a la OTAN. El Gobierno está preparando a la población y especialmente a las bases del Partido Socialdemócrata --históricamente opuesto a la adhesión-- con el mensaje de que hay una nueva realidad en Europa”, asegura Mikael Holmström, corresponsal para temas de Seguridad de ‘Dagens Nyheter’, el periódico más prestigioso de Suecia. “En el Parlamento hay una mayoría favorable si entramos conjuntamente con Finlandia en la OTAN”.

Ambos países no solo comparten frontera y una estrechísima relación militar, sino que fueron un mismo país durante 600 años, hasta que el grueso del territorio finlandés quedó desgajado de la Corona sueca en 1809 para caer en manos del Imperio zarista hasta su independencia en 1917. Aquella guerra con Rusia y otra con Noruega cinco años después son las únicas que ha librado Suecia en más de 200 años, toda una anomalía en la sangrienta historia europea. Muchos suecos achacan esa suerte de paz eterna a su neutralidad militar, que se combinó durante la Guerra Fría con un ejército imponente, que llegó a contar con la cuarta fuerza aérea del mundo. Y mientas sus hermanos nórdicos (Noruega, Islandia y Dinamarca) participaron en la fundación de la OTAN en 1949, Estocolmo se quedó fuera para hacer del equilibrismo una virtud.

Las guerras de Finlandia

“Asegurarse de que Finlandia no caía bajo el yugo soviético, fue para Suecia un interés vital”, escribió recientemente su exprimer ministro, Carl Bildt. “Esta consideración fue el principal motivo de la política de neutralidad armada sueca durante la Guerra Fría”. Para Finlandia, la OTAN ni siquiera fue una opción hasta 1992. Con una frontera compartida con Rusia de más de 1.300 kilómetros, fue invadida por la Unión Soviética durante la Segunda Guerra Mundial, de la que se defendió mediante dos guerras que le costaron un trecho significativo de su territorio, incluida su ciudad más cosmopolita, Víborg. El Tratado de Amistad posterior con la URSS ató de manos a Helsinki para acercarse militarmente a Occidente y cimentó su estricta postura de no alineamiento.

“Los finlandeses están muy orgullosos de cómo han manejado a Rusia. Lo llaman pragmatismo. Ha habido crisis, pero siempre han mantenido las líneas abiertas con el Kremlin, incluso desde el inicio de la guerra en Ucrania”, asegura Gunilla Herlof, directora de investigación del Instituto de la Paz de las Islas Aland (Finlandia). Desde hace años, tanto Helsinki como Estocolmo cooperan con la OTAN y participan en sus maniobras militares, pero esta guerra lo ha cambiado todo. Ambos países vuelven a sentirse amenazados por el Kremlin y el apetito imperial de Putin. Por primera vez en la historia, la mayoría de finlandeses son partidarios de la entrada en la Alianza Atlántica, un 68% en las últimas encuestas. En Suecia el margen es menor, pero supera el 60% si se hace al unísono con Helsinki.

Las advertencias rusas

A nadie se le escapa el dilema que esconde la decisión, después de que Putin enarbolara la expansión de la OTAN hacia el este como uno de los motivos para invadir Ucrania. El Kremlin advirtió en diciembre que la entrada de ambos países su organigrama “tendría serias consecuencias políticas y militares”. Y en marzo, con el derrumbe ucraniano ya en marcha, el expresidente ruso Dimitri Medvedev afirmó que, de consumarse la adhesión, Moscú se verá obligado a reforzar sus fuerzas militares en el Báltico y podría desplegar armas nucleares y misiles supersónicos en el enclave de Kaliningrado, situado frente a las costas suecas y encajonado entre Polonia y Lituania.

Esas palabras son algo más que amenazas etéreas. El pasado mes de marzo, durante unas maniobras militares conjuntas de suecos y finlandeses, varios cazas nucleares rusos entraron en el espacio aéreo sueco, según informó la prensa local. Y unas semanas después el Gobierno finlandés denunció varios ciberataques contra sus webs gubernamentales. “Los rusos sienten que Occidente se ha aprovechado de ellos desde el colapso de la URSS, especialmente con la expansión de la OTAN”, dice Linus Hagström, profesor de la Swedish Defense University, opuesto a la entrada de su país en la OTAN. “Y ese resentimiento, esa sensación de insulto y humillación, puede tener consecuencias, como estamos viendo en Ucrania”.

Su actitud ha pasado ahora a ser minoritaria, frente a la expresada por Gunilla Herlof. “Putin está tratando de dictar la política de seguridad de nuestros dos países. Es inaceptable. Hemos pasado a estar bajo amenaza directa y, aunque llevemos algunos años rearmándonos, no podemos garantizar nuestra seguridad sin la ayuda de otros países”, afirma la experta en seguridad. A diferencia de Finlandia, que tiene la mayor fuerza de reservistas de toda Europa, Suecia desmanteló en gran medida su ejército tras el final de la Guerra Fría y, desde la invasión rusa de Crimea en 2014, trabaja contrarreloj para incrementar su capacidad militar.

El miedo a una guerra híbrida

La más que probable entrada de ambos países en la OTAN, una posibilidad recibida con entusiasmo por su secretario general, tendría que ser aprobada por unanimidad por todos sus miembros. Pero tampoco ahí Holmström, el periodista de ‘Dagens Nyheter’, espera sorpresas. “Según mi información, los dos gobiernos han estado en contacto con las 30 capitales y la respuesta de todos ha sido positiva, incluidas Hungría y Turquía”, afirma a este diario. Solo falta saber qué pasará en los meses que tarde en completarse el proceso que, según la cúpula de la OTAN, se tramitará de forma expeditiva.

Tanto Estocolmo como Helsinki temen que Muscú lancé ataques híbridos contra ambas naciones mientras se ratifica su adhesión. “Ese va a ser el periodo más complicado porque la OTAN no nos defenderá”, reconoce Herlof. De acuerdo con el diario sueco ‘Aftonbladet’, tanto EE UU como el Reino Unido se han ofrecido a cubrirles las espaldas a ambos países mientras dure la tramitación.

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