Algunos la llamaron la Intifada de Unidad. Ocurrió durante unos cuantos días de mayo. Ciudades enteras en Israel ardían por los enfrentamientos entre sus ciudadanos judíos y palestinos. A la vez, esta cólera se unía a las muestras masivas de solidaridad por parte de la ciudadanía de origen palestino de Israel con Gaza y Jerusalén. Ambas pillaron por sorpresa a las autoridades. Parecía que la convivencia se había roto. Y, de alguna forma, desde el río Jordán hasta el mar Mediterráneo, se escuchó el mismo clamor en contra de la violencia contra el pueblo palestino.

"Lo que ocurrió el año pasado no tuvo precedentes como punto bajo en las relaciones entre judíos y árabes de Israel", afirma la analista política Dahlia Scheindlin. Coches calcinados, sinagogas profanadas, hogares de palestinos marcados, turbas en localidades mixtas. La violencia hasta se llevó por delante algunas vidas. El primer ministro, Binyamín Netanyahu, declaró entonces el "estado de emergencia". La última vez que las autoridades israelís usaron sus poderes de emergencia sobre una comunidad palestina fue en 1966. «La mayoría de gente se sorprendió pero había un amplio precedente para que aquello sucediera», añade Scheindlin. 

"Años de opresión"

Décadas de ninguneo y olvido institucional de la ciudadanía israelí de origen palestino se tradujeron en noches de angustia y señalamientos entre este 21% de la población y sus vecinos judíos. "Es el resultado de años de opresión, pobreza y gobernantes violentos hacia los palestinos dentro de Israel", denunciaba entonces la joven Sama Falasteen, amparada bajo un seudónimo por seguridad. Un año después cuenta cómo la situación tampoco ha cambiado tanto. "Debido a los muchos ataques aleatorios de palestinos contra civiles, siento que hay cierta tensión y miedo en el país", relata esta palestina de Israel. 

Tras aquellas turbas violentas entre judíos y palestinos, llegó una campaña policial contra la minoría árabe. Pero a su vez, apenas un par de semanas después, se constituía el primer Ejecutivo israelí con un partido árabe en su seno. "Mucha gente lo vio como un gran avance, pero veníamos de un trauma; queríamos volver a relaciones más funcionales", cuenta Scheindlin. Mientras los palestinos salían de este trauma con una sensación de conciencia nacional renovada, crecían los recelos. "En general, las relaciones entre judíos y árabes siguen como antes de mayo del 2021", explica Arik Rudnitzky.

Desconfianza y temores mutuos

"Bajo la superficie, hay más sentimientos de desconfianza y temores mutuos tanto de árabes como de judíos ante la posibilidad de que se repitan estos eventos", añade este investigador del Instituto de Democracia de Israel. "Para muchos en el público judío, la imagen de los árabes israelíes fue dañada y ponen en duda su lealtad al Estado". analiza Rudnitzky. Los episodios más recientes tampoco ayudan. Durante el mes de Ramadán, se han sucedido los enfrentamientos entre manifestantes palestinos y agentes israelís en la Explanada de las Mezquitas en Jerusalén.

A su vez, ha habido un aumento de los ataques por parte de palestinos de los territorios ocupados y palestinos de Israel en las últimas semanas. Al menos 18 personas han perdido la vida en estas agresiones. Mientras, los problemas que atañen a este grupo poblacional siguen sin ser abordados con seriedad. En el último año, los palestinos mueren a decenas, víctimas de la ola de violencia entre bandas criminales. "La economía y el abandono son los principales motivos que han llevado a la delincuencia, ya que el Estado ha servido principalmente a sus ciudadanos judíos", denuncia Scheindlin. 

"Los palestinos en Israel ven este aumento de crímenes como un fracaso de la policía y las autoridades", añade esta analista política israelí. Además, en el espectro político de este grupo poblacional, hay una importante fractura que les impide actuar por el objetivo común del bien del pueblo. No hay una agenda política para los palestinos de Israel. "El público árabe israelí es crítico con los dos partidos que les representan", la Lista Árabe Unida en el gobierno tras escindirse de la Lista Conjunta, explica Rudnitzky. "Hay cierta reticencia sobre su práctica política ya que se dedican a luchar entre sí y no pueden encontrar un terreno político común", añade.

Rol de la sociedad civil

Por su parte, la sociedad civil ha sido quien ha trabajado para enmendar las divisiones entre la ciudadanía israelí que el pasado mayo sacó a relucir. «Ha jugado un papel importante a la hora de tratar de contener la tensión, creando plataformas que unan a judíos y árabes, pero sin que tengan que estar necesariamente de acuerdo», argumenta Rudnitzky. Pero estos pequeños reductos de diálogo no pueden compensar la inacción de las autoridades. A su desinterés, se le suma la propagación de un discurso más violento y racista en los últimos años. 

La presencia del odio y la discriminación en boca de representantes políticos ha allanado el camino para que las proclamas de 'muerte a los árabes' se oigan cada vez más en las calles sin ninguna consecuencia. La demonización de los vecinos palestinos añade más presión para acabar de quebrar esta tolerancia. "La falta de otro estallido de violencia durante este año indica que existe una infraestructura sólida para preservar la convivencia entre judíos y palestinos en Israel, pero no debemos descuidar los problemas encubiertos, que es la situación socioeconómica", concluye Schiendlin.