El Periódico Mediterráneo

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Rabat se unirá con Londres por un macrocable submarino junto a Canarias

Un tendido bajo el océano enviará energía al Reino Unido desde el país vecino | Marruecos gana peso en el escenario global con el Sáhara como telón de fondo

James Cleverly, que fuera ministro adjunto para el brexit, y Nasser Bourita, de Exteriores marroquí, reunidos en diciembre.

La búsqueda de hidrocarburos, el anuncio de la petrolera Europa Oil & Gas de un yacimiento con potencial para llenar mil millones de barriles de crudo o el gasoducto con Nigeria han opacado en los últimos meses otro de los macroproyectos energéticos de Marruecosel enorme cable submarino que unirá al país vecino con el Reino Unido. Tan enorme –unos 3.800 kilómetros de longitud– que de hecho será la mayor infraestructura de este tipo de todo el mundo. El proyecto, que llevará a cabo la multinacional británica Xlinks, toca de algún modo a Canarias tanto por cercanía –el cable discurrirá por la franja de mar que separa el litoral marroquí de las costas de Lanzarote y Fuerteventura– como por lo político, ya que representa un nuevo paso de Rabat en su búsqueda de aliados internacionales con la soberanía del Sáhara Occidental como telón de fondo.

Xlinks prevé la construcción de una gran central eléctrica, solar y eólica en la región de Guelmin-Oued Noun –Guelmin-Río Noun–, cuya zona más al sudeste se encuentra dentro de los territorios en disputa entre Marruecos y el Frente Polisario. Desde esa central en Guelmin, justo enfrente de las tres islas más orientales del Archipiélago –Lanzarote, Fuerteventura y La Graciosa–, se suministrará hasta el 8% de la demanda energética del Reino Unido. El suministro se hará a través de ese macrocable submarino que de manera indefectible, por la poca distancia que hay entre Canarias y el país vecino, discurrirá en su primer tramo bajo el Atlántico tan cerca de las Islas como de la costa marroquí. O casi. No en vano, son poco más de cien kilómetros los que separan al Archipiélago de Marruecos en su punto más próximo. En un proyecto sencillamente impensable hace solo unas décadas, este gigantesco cordón umbilical de casi 4.000 kilómetros de longitud –uno de los más grandes del mundo es el de Israel, Chipre y Grecia y tan solo son 1.500 kilómetros– saldrá desde la futura central de Guelmin para introducirse en el mar, pasar cerca de Canarias, continuar hasta el norte, hacer lo propio en las costas de PortugalGalicia, la cornisa cantábrica y el suroeste de Francia y al final emerger al suroeste de Gran Bretaña.

La infraestructura, próxima a las islas orientales, cubrirá el 8% de la demanda energética inglesa

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Pese a la envergadura del proyecto, su ejecución es inminente. Tan es así, que la empresa británica XLCC –filial de Xlinks creada ad hoc para el suministro del cableado– anunció a comienzos del pasado mes que ya se ha finalizado el diseño del buque que se encargará del tendido, izado y mantenimiento del cable, o más bien de los cables, ya que en realidad serán cuatro. El cumplimiento de la hoja de ruta británico-marroquí implica que el tendido del primero de los cables se lleve a cabo en 2025, para su lanzamiento en línea dos años después, en 2027. Para 2029 quedarían los otros tres cables. En todo caso, el ambicioso proyecto será realidad antes de que concluya la actual década. Al menos esa es la intención de ambos Estados.

Vertiente política

En la alianza entre Londres y Rabat subyacen dos grandes factores: las necesidades –u oportunidades– que se le abren al Reino Unido posbrexit en materia de alianzas, ya sin el filtro de la Unión Europea; y la exitosa campaña de Marruecos en pos de ganar aliados para resolver la cuestión del Sáhara Occidental. Con Estados Unidos de su parte, tras establecer relaciones bilaterales con Israel y tras el histórico giro que Pedro Sánchez le ha dado a la postura de España, el reino alauí daría con la adhesión de Gran Bretaña e Irlanda del Norte a sus tesis sobre el Sáhara un nuevo paso hacia el reconocimiento internacional a su soberanía sobre los territorios en disputa.

La búsqueda de socios de Marruecos y las necesidades posbrexit de Londres explican la alianza

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De cualquier forma, y al margen de la cuestión saharaui, es innegable que la alianza con Londres representa para Rabat un nuevo hito hacia ese cada vez mayor protagonismo y preponderancia que el Majzén ansía para su país. Y, a su vez, el Reino Unido se garantiza casi una décima parte de su demanda energética con origen en renovables, en concreto en el sol y el viento del norte de África, y un socio geoestratégico clave para su entrada en el continente negro, donde ya han tomado posiciones otras potencias como China e incluso Rusia.

Londres ya ha anunciado que quiere reducir su dependencia de los hidrocarburos –petróleo y gas– de Moscú y buscar alternativas en otros mercados a raíz de la invasión de Ucrania. En este sentido, la colaboración con Rabat supone un paso importante, un paso que, además, pretende dar en otros ámbitos: desde la ciberseguridad y la sostenibilidad hasta incluso el turismo.

Un plan sin precedentes que genera dudas

El macrocable que unirá a Marruecos y al Reino Unido a través de las profundidades del Océano Atlántico es un proyecto de magnitudes sin precedentes y, como tal, despierta muchas dudas. Tanto por su viabilidad técnica –una cosa es trazar el recorrido sobre un mapa y otra es llevarlo a la realidad, dado que los fondos marinos pueden encerrar sorpresas que obliguen a modificar la ruta sobre la marcha, con el sobrecoste que ello supone– como por su precio y por la tendencia del mercado energético. En una información del prestigioso periódico inglés Financial Times, el analista Tom Edwards sostiene que la macroinfraestructura que ejecutará la firma inglesa Xlinks no llegará nunca a rentabilizarse. En primer lugar porque el precio de la energía eólica está disminuyendo –la central en la región marroquí de Guelmin generaría energía a partir del sol y del viento– y en segundo lugar porque su coste, nada menos que 18.500 millones de dólares, podría dispararse aún más con los más que posibles retrasos. "Uno de los grandes retos es su coste, y luego están los riesgos no solo por retrasos, sino por el cambio obligado de ruta mientras instalas el cable", explica Edwards.


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