Javier Solana es una de las voces más respetadas en política internacional. Tras ocupar varios cargos en los cuatro gobiernos de Felipe González, en 1992 fue designado ministro de Exteriores y de allí saltó en diciembre de 1995 a la secretaría general de la OTAN, donde negoció el Acta Fundacional entre la Alianza Atlántica y Rusia. También fue el primer alto representante para la Política Exterior y de Seguridad Común de la Unión Europea e impulsó las líneas maestras para crear políticas comunes en defensa. Este viernes, participa junto al periodista de EL PERIÓDICO Marc Marginedas en el Cornellà Creació Forum en una ponencia sobre relaciones internacionales en la que ineludiblemente se abordará cómo la guerra de Rusia y Ucrania ha influido en el tablero global y en los equilibrios entre las grandes potencias.

P: ¿La decisión en la cumbre de Bucarest del año 2008 de abrir las puertas de la OTAN a Ucrania y Georgia ha acabado desembocando en el actual conflicto?

R: No creo que estemos aquí por eso. Hay que irse un poquito más lejos. Es muy difícil entender la situación de Ucrania si no nos vamos al año 1991, cuando se rompió la URSS. En aquel momento nació una nueva potencia nuclear, pues mucho del armamento atómico de la URSS estaba en Ucrania. Pero como esta no tenía en principio deseos de ser una potencia nuclear, llegó a un acuerdo en 1994 por el cual accedía a desnuclearizarse a cambio de que el resto de potencias nucleares -EEUU, Rusia, Reino Unido, Francia y China- garantizasen su independencia, sus fronteras y protección en caso de ataque. Hoy sucede que uno de los firmantes de ese tratado es el que está atacando a Ucrania y los demás no dicen nada. Pero la declaración de la cumbre de Bucarest fue muy dramática para Rusia y desde entonces el enfrentamiento con Occidente ha sido total y ha ido creciendo.

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¿Cómo calificaría el papel de Rusia en la guerra?

Es un fracaso de Rusia. Quería una operación de cuatro o cinco días, quedarse con la capital, hacer que el presidente se fuera y nombrar a un presidente más adicto a Putin. Pero no han sido capaces de hacerlo. Rusia demuestra que tiene un Ejército que no era lo que se esperaba y la guerra sigue.

Bajo su mandato, la OTAN intervino por primera vez en un país tercero, en la guerra de Yugoslavia. ¿Cree que ahora también debería hacerlo en Ucrania?

No, no tiene nada que ver la guerra de los Balcanes con la de Ucrania. Lo que ha hecho Putin es inaceptable. Pero la OTAN no está en este conflicto, no participa en la guerra porque no quiere confrontar con Rusia. Podría tener consecuencias como una tercera guerra mundial con armas nucleares.

Usted ha tratado personalmente con Putin. ¿Hasta dónde está dispuesto a llegar en esta guerra?

Pues no lo sé. Yo traté mucho a Putin en el pasado, pero ahora Rusia ha cambiado, se ha hecho un país más cerrado, un país que no ha funcionado bien y que solo tiene armas nucleares, gas y petróleo. Alguien dijo que es una gasolinera con armas nucleares. Yo hago todo lo posible para que la guerra se pare o que, al menos, haya pronto un alto el fuego. No sé si está en este momento la situación madura para el alto el fuego sin que haya ninguna retirada de tropas rusas, pero puede ser un alto el fuego que dure para hacer una negociación más tranquila que lleve a un acuerdo definitivo para resolver este problema.

¿Pero ve a Putin dispuesto a emprender la vía de la negociación?

Ha demostrado que quiere resolverlo por la vía de las armas, pero como no ha podido hasta ahora...

¿Qué papel está jugando China?

China no está contenta con lo que está pasando y con un aliado tan poco serio que no ha sido capaz de hacer lo que decía que iba a hacer. Xi Jinping tiene un congreso muy importante en noviembre, en el que ha dado a entender que le gustaría seguir como presidente, por lo que no le interesa que haya mucho lío. Tiene que presentar una situación más calmada. Además, China tiene problemas serios, ha tenido cerrado Shanghái -su puerto es el más importante del mundo- por la covid debido a su empeño en querer acabar con el virus, cuando lo que hay que hacer es acabar conviviendo con él, porque no desaparece del todo.

Usted puso las bases para una seguridad y defensa comunes de la UE. ¿Cree que la UE debería tener un Ejército propio?

La UE debe de tener capacidad de actuar militarmente. No va a tener un Ejército como el de una nación, con soldados desfilando tras una bandera, pero sí que debe tener capacidades para hacerlo. La UE no es una potencia militar, nace como una búsqueda de la paz, para que no haya guerra. No cree en la guerra, pero hay momentos en que otros sí creen y tienes que defenderte. Por lo tanto, hay que tener unas capacidades mayores de las que se tienen ahora y eso llevará también a una reforma de la OTAN porque aunque ya todos los países de la UE son de la OTAN, hay problemas en el mundo que no requieren la OTAN, pero sí pueden requerir a la UE. Por ejemplo, en África, para poner paz en el Sahel.

¿El mundo va a una lógica de bloques como en la Guerra Fría?

No sé con claridad a dónde va el mundo en este momento. Pero sí tengo una enorme preocupación porque hemos tenido en estos últimos años crecimientos económicos buenos después de la crisis del 2008, el mundo en general ha superado bien esa crisis, pero estamos volviendo a un momento difícil. Después de la pandemia, donde se han puesto muchos recursos por parte de todos los países para impedir que las economías se murieran y teníamos muchos planes para salir de esta nueva crisis, la guerra ha puesto todo patas arriba. Lo que necesitamos es resolver los problemas serios del mundo, como el cambio climático, cuyos acuerdos se están rompiendo por los precios disparatados de la energía. Estamos en un mundo desordenado y hay que volver a tratar de que el mundo se ordene con unas instituciones que sean capaces de ayudar a los problemas globales que no tienen solución con un país ni con dos, deben participar todos.