Un gobierno que aplique las políticas de Emmanuel Macron. U otro liderado por Jean-Luc Mélenchon y su coalición unitaria de la izquierda. Los más de 48 millones de electores franceses deciden este domingo el color dominante en la Asamblea Nacional y también el futuro del ejecutivo, dada la capacidad de los parlamentarios de derrocarlo a través del voto de confianza y las mociones de censura. Dos meses después de haber ganado las elecciones presidenciales con más del 58% de los votos ante la ultraderechista Marine Le Pen, Macron se examina en una reválida ante su nuevo adversario: la Nueva Unión Popular Ecológica y Social (NUPES), que lo ha puesto contra las cuerdas de manera inesperada. 

Los candidatos macronistas (25,8%) y los de la NUPES (26,1%) —formada por la Francia Insumisa de Mélenchon, el Partido Socialista, los verdes y los comunistas— terminaron prácticamente empatados en la primera vuelta del 12 de junio, con una ligera ventaja para los aspirantes de izquierdas, según la clasificación hecha por el diario Le Monde a partir de los resultados oficiales.

Según los últimos sondeos, que deben cogerse con pinzas, la coalición de partidos afines a Macron remontaría esta situación en la segunda vuelta y conseguiría entre 250 y 310 diputados, mientras que la alianza progresista obtendría entre 150 y 200. Los franceses, si se confirman estos pronósticos, apostarían por una opción intermedia. Ni Macron ni Mélenchon lograrían la mayoría absoluta, ya que no superarían el mínimo de 289 escaños. 

La carta de la guerra en Ucrania

El hecho de que el presidente se quedara sin mayoría absoluta “supondría una locura (…). Representaría un desorden político que se sumaría a la inestabilidad y los peligros del mundo actual”, dijo esta semana el exprimer ministro Édouard Philippe, quien aspira a suceder a Macron en 2027. Desde que en Francia se alineó el calendario electoral de las presidenciales con el de las legislativas, el partido del jefe del Estado obtenía una mayoría parlamentaria de manera casi automática. Pero esta lógica se quebró este año y la formación presidencial podría verse obligada negociar sus reformas con otros grupos de oposición, sobre todo con Los Republicanos (afines al PP). También quedaría expuesta a posibles mociones de censura. Esto no sucedía en Francia desde 1988.

Ante este escenario pronosticado por los sondeos, el dirigente centrista intensificó su campaña del miedo contra la izquierda. Tras su viaje el jueves a Kiev junto con los jefes de gobierno alemán, italiano y rumano, pidió a los franceses “que tengan en cuenta el momento en que debemos hacer esta elección democrática, a dos horas y media de avión de París hay una guerra”. “Ningún voto debe faltarle a la República”, ya había asegurado el martes Macron antes de volar hacia el este de Europa. Con esas declaraciones, insinuó que tanto la NUPES como la ultraderecha de Le Pen son fuerzas “antirepublicanas”, un ladrillo retórico que se asemeja al “anticonstitucionalista” lanzado a menudo por la derecha española a sus rivales.

La campaña estuvo marcada por un mes de mayo de letargia política en Francia. Macron tardó casi un mes en nombrar a la nueva primera ministra Élisabeth Borne y su gobierno. Luego se complicó para el ejecutivo con el bochorno de la final de la Champions y las acusaciones de violación y agresiones sexuales contra el flamante ministro de Dependencia, Damien Abad. El digital Mediapart reveló esta semana el testimonio de una tercera mujer que denuncia un intento de violación de este exdirigente de la derecha republicana, quien basa su defensa en la minusvalía que sufre en las piernas.

"Referéndum contra las políticas de Macron"

Ante el riesgo de una mayoría parlamentaria de la izquierda —muy poco probable, pero no imposible—, el macronismo subió los decibelios en la última semana de campaña. Un gobierno de la NUPES “representaría la ruina, el desorden y un retroceso”, dijo a El Periódico Amélie de Montchalin, ministra de la Transición Ecológica y Planificación Territorial, durante su último acto de campaña en un parque en la localidad de Massy, en el sur de la región de la región parisina. Considerada una de las figuras ascendentes del macronismo, Montchalin, 36 años, ya había causado revuelo el lunes al declarar que la alianza de izquierdas representa la “anarquía” y son “antisemitas”.

Estas declaraciones representan “un insulto a la inteligencia de los votantes y reflejan su febrilidad”, afirma el socialista Jérôme Guedj, su rival en una circunscripción del Essone y que terminó primero el 12 de junio con siete puntos de ventaja. “Estamos ante un referéndum sobre las políticas de Macron, especialmente su propuesta de alargar la edad de jubilación mínima de 62 a 65 años (con 43 cotizados)”, añade este expresidente de departamento (provincia) y oriundo de una familia de judíos sefardistas. 

Los diputados se escogen en 577 circunscripciones y solo sale elegido el más votado en cada uno de ellas. Aquellos ministros que pierdan deberán dimitir, según una regla no escrita de la política francesa. Además de Montchalin, afrontan la segunda vuelta con una posición delicada Clément Beaune (Asuntos Europeos) y Stanislas Guerini (Función Pública). 

Quedarse sin mayoría absoluta, remodelar su gobierno… Macron se la juega en varios frentes. A pesar de ello, los franceses parecen interesarse más bien poco por estos comicios. La abstención fue del 52% en la primera vuelta y podría aumentar en la segunda. La izquierda confía en una mayor movilización, sobre todo de los más jóvenes —el 70% de ellos no acudió a las urnas la semana pasada—, para dar la sorpresa.