En la provincia gaditana de Campo de Gibraltar hay desde hace cuatro años una operación especial de seguridad en marcha entre Policía Nacional y Guardia Civil. Más de 10.000 sospechosos de tráfico de estupefacientes han sido detenidos hasta el pasado 30 de abril, y se han incautado 1.400 toneladas de droga. Una parte proviene de la ruta del Sahel, droga que llega desde América Latina y pasa por África hasta Europa, según explican a El Periódico de España fuentes del Ministerio de Interior. 

El Sahel es un cinturón que atraviesa África desde el océano Atlántico en el oeste hasta el Mar Rojo en el este. En la parte occidental, la que está al sur de Marruecos y Argelia, hay varios países políticamente muy inestables y con un grave problema de terrorismo yihadista. La situación es especialmente tensa en la frontera entre Malí, Níger y Burkina Faso. Allí operan grupos terroristas afiliados a Al Qaeda (Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes) y a Dáesh (Estado Islámico del Gran Sáhara). En la zona hay tropas españolas, francesas, alemanas, de la Unión Europea y de la ONU.

Agentes de la Guardia Civil en una operación en Campo de Gibraltar EFE

“África, y en concreto el Sahel, debido a la porosidad de las fronteras, la inconsistencia de sus estados y la cercanía a Europa, se ha convertido en un nudo principal para el narcotráfico”, explican desde Interior. “Hay una inestabilidad recurrente que ha convertido al Sahel, en pocos años, en centro de actividades ilícitas: tráfico de armas, drogas, personas y bienes, blanqueo de capitales… Y todo esto favorece en gran medida a los grupos terroristas”.

No es frecuente que los propios grupos yihadistas de la zona se encarguen directamente del tráfico de drogas. No son estrictamente una “narco-yihad”. Pero se benefician de ello de dos maneras: primero, los narcotraficantes pagan a los grupos terroristas para salvaguardar las rutas que atraviesan el Sahel para alcanzar el África subsahariana y Egipto, con el fin de dar el salto a Europa. Además, dicen las mismas fuentes, “las facciones vinculadas a las grandes organizaciones terroristas imponen un impuesto al transporte o ‘tasa de tránsito’ al detectar rutas".  

Desembarco en África Occidental

“La cocaína entra desde América Latina a la costa de África occidental porque no tienen medios. Si tu Armada está compuesta por dos lanchas patrulleras y no tienes ni Fuerza Aérea, ¿cómo vas a evitar que entre la droga? Si ya es difícil para Europa…”, argumenta para El Periódico de España Paul Melly, analista especializado en África del think tank británico Chatham House.

Aunque el tráfico de estupefacientes abarca variedad de sustancias como el cannabis, la heroína o las drogas sintéticas, “la cocaína continúa siendo el producto estrella del catálogo de ventas”, confirman.

Las fronteras africanas son muy porosas. Los narcotraficantes las cruzan con bastante facilidad. Luego atraviesan el desierto del Sáhara con motos o vehículos todoterreno. “Si has visto películas del desierto, tienes la imagen del Sahel: enormes áreas de semi desiertos y matorrales; grava y arena durante miles de kilómetros, salpicados de acacias. Es imposible que les detengan. Hay algo de vigilancia por satélite de EEUU Pero incluso con eso, los medios son limitados”, afirma.

Y luego está Libia. Un estado fallido y partido en dos desde que el dictador libio Muamar el Gadafi fue derrocado en 2011. Las drogas son muy rentables, y el armamento también. En el conflicto de Libia actúan todo tipo de actores externos, incluidos los grupos Wagner de mercenarios controlados por Moscú. Muchos proporcionan armamento sofisticado. Un armamento que luego se encuentran los gobiernos de los países sahelianos en manos de los grupos terroristas que les combaten.

La yihad y la prohibición de la droga

La droga y su tráfico están prohibidos en el Islam. En países como Afganistán hay vínculos demostrados desde hace décadas entre los talibanes y Al Qaeda con el tráfico de opio, con la justificación de que no es consumido por musulmanes sino por los no creyentes. En las ramas de la yihad en Sahel está, en principio, prohibido. Y, por ese motivo, algunos autores dudan de que el problema de imbricación de terrorismo y narcotráfico sean sustanciales.

“Los únicos vínculos claramente demostrados entre los narcotraficantes y el yihadismo son a través del ‘barón de la cocaína’, Chérif Ould Attaher (Tahar)”, escribe Beatriz de León Cobo en Ayalayar. Él ya era narcotraficante antes de convertirse en el número dos del Movimiento para la Unicidad y la Yihad en África Occidental. “Es un barón de la droga intocable en el Sahel; sus relaciones políticas le permitían descargar directamente aviones colombianos en Gao”.

Paul Melly considera el de la droga solo uno más de los muchos males que asolan esa región. El mayor es el terrorismo, pero también están las tensiones en las comunidades locales por el acceso a la tierra, el agua y el pastoreo. Los jóvenes adolescentes son arrastrados a los grupos armados sólo como una forma de conseguir algo de dinero. La violencia y la inseguridad son generalizadas. En este contexto es en el que florecen Daesh y Al Qaeda. Los yihadistas comenzaron a actuar seriamente hace aproximadamente una década. 

Además, la región está muy expuesta a las consecuencias del cambio climático. Como es un área donde la temporada de lluvias dura solo dos o tres meses, desde finales de junio hasta principios de septiembre, la sequía es muy común. Las tasas de crecimiento de la población son muy altas, más del 3% anual en algunos países. Al ser países eminentemente rurales, un aumento en la cuestión demográfica ejerce una enorme presión sobre los recursos de tierra y agua.