La presión contra la propuesta de reducir un 15% el consumo de gas en los próximos ocho meses en la Unión Europea aumenta mientras Bruselas pide calma. "Es extremadamente importante mantener la cabeza fría, a pesar de las altas temperaturas, para debatir la mejor respuesta a dar a esta crisis”, ha recomendado este viernes Eric Mamer, portavoz de la presidenta, Ursula von der Leyen, ante el revuelo suscitado en los últimos dos días por los planes de ahorro de gas y el rechazo de los países del sur. Desde el Ejecutivo comunitario recuerdan que el nivel de interconexiones de gas entre España y Francia, al contrario de lo que ocurre con la electricidad, es considerable y que la península ibérica podría enviar “millones de metros cúbicos de gas” hacia el norte en caso de interrupción total del suministro de Rusia.

“El grado de interconexión es del 30%” así que “hay millones de metros cúbicos de gas que pueden ser transferidos de España al resto de Europa”, ha recordado el portavoz comunitario. Y no solo a través de tubería. España también podría redirigir parte del suministro de gas natural licuado que entra a través de los puertos españoles y que no utiliza con el objetivo de ganar tiempo para llenar las reservas europeas, al 65% de media esta semana, por debajo del 80% que deberán alcanzar para el 1 de noviembre.

El Ejecutivo comunitario es consciente de que sus planes de contingencia, ante un eventual cierre total del gas ruso, han caído como un jarro de agua fría en algunas capitales europeas como Madrid o Lisboa, las dos primeras en reaccionar con una inusitada dureza. Pero los planes tampoco gustan en otros países del sur como Grecia, Italia o Malta, ni del este de Europa como Polonia y Hungría. “Que haya debate sobre un tema tan importante no es sorprendente, es natural en una unión democrática como la UE”, ha quitado hierro el mismo portavoz sobre los encontronazos de los últimos días.

Interrogantes por aclarar

Para algunos el principal problema es el papel secundario del Consejo (órgano que representa a los gobiernos) a la hora de activar una situación de alerta europea, que desencadenaría la obligatoriedad del ahorro del 15%, y que dejaría la decisión en manos de la Comisión Europea. También suscita muchos interrogantes el porcentaje mismo de ahorro, por igual para todos los Estados miembros independientemente del grado de dependencia que tengan unos y otros del gas ruso así como las especificidades nacionales a la hora de activar una reducción obligatoria o las circunstancias en las que se puede derogar este recorte.

Mientras tanto Alemania, que durante años apostó por el gas barato procedente de Rusia y mantuvo la fuerte dependencia de Moscú, pide solidaridad. “Nadie debería cometer el error de pensar que solo hay un Estado miembro que depende del gas ruso. Solo se menciona un país en los medios (de comunicación) pero miren las importaciones de gas de Rusia a Europa. Hay muchos más países que importan”, ha recordado el portavoz de Von der Leyen tomando claro partido por el gigante alemán. El razonamiento es simple: si Berlín sufre todo el continente europeo terminará pagando los platos rotos.

Impacto económico

“Todos tenemos que ser conscientes del hecho de que lo que pueden empezar como un problema en el ámbito de la energía se puede convertir rápidamente en un problema económico. Nadie tiene interés en la economía europea de tener que afrontar las consecuencias globales de dificultades significativas en una de sus grandes economías, como Alemania u otras”, ha añadido recordando que la prosperidad europea deriva del mercado único que ha permitido integrar la producción industrial europea y el comercio. Según el plan de contingencia europeo, en caso de corte de gas ruso y de sufrir un invierno frío, el PIB de la UE podría retroceder entre un 0,9 y 1,5% . “No se trata solo de solidaridad con los países que pueden sufrir la crisis energética per se sino solidaridad con todos los Estados miembros en términos económicos para hacer frente a las consecuencias”, añaden en Bruselas.

Los planes se enfrentarán al primer gran debate el próximo martes en una reunión de ministros de energía extraordinaria que se prevé intensa. Hasta entonces los embajadores europeos intentarán limar asperezas -hay reuniones este viernes y el lunes- para acercar posturas. Para que los planes de Bruselas reciban el visto bueno tendrán que lograr el apoyo de una mayoría cualificada de Estados miembros.