El Periódico Mediterráneo

El Periódico Mediterráneo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Líder reelegido

Así ha sometido Xi Jinping a la sociedad civil en China

La persecución a disidentes y activistas se ha multiplicado durante la última década

Xi Jinping repite por tercera vez como secretario general del Partido Comunista

Xi Jinping repite por tercera vez como secretario general del Partido Comunista. Agencia ATLAS

Para ver este vídeo suscríbete a El Periódico Mediterráneo o inicia sesión si ya eres suscriptor.

Xi Jinping repite por tercera vez como secretario general del Partido Comunista. Adrián Foncillas

Ni cita ni charla telefónica, se excusa una célebre activista feminista que exige el anonimato. La policía le ha advertido de las consecuencias de hablar con la prensa extranjera durante el congreso, una cámara de identificación facial fiscaliza su puerta y sospecha de micrófonos. “Nuestra tarea es más difícil ahora porque el Gobierno utiliza la tecnología para controlarnos. Antes podíamos alquilar una casa perdida en una zona rural para organizar un encuentro sin tener que registrar nuestras identidades. Ahora, con la política del covid, es obligatorio escanear el código de salud”, sostiene en mensaje de texto en una aplicación encriptada.  

El espacio para la discrepancia del discurso oficial se ha constreñido durante la década de Xi Jinping, reelegido este domingo como líder del Partido Comunista de China para un histórico tercer mandato. El presidente identificó el tibio compromiso ideológico y el control laxo sobre los órganos coercitivos del Estado como las causas del colapso de la Unión Soviética e impuso el adoctrinamiento y el patriotismo y ahondó la huella del partido en la sociedad civil. 

En 2015 asestó un golpe sin precedentes en un partido con una intolerancia secular a la discrepancia. La campaña 709 supuso el arresto de más de 300 abogados y defensores de los derechos humanos. Hubo encarcelaciones en masa, arrestos domiciliarios y revocaciones de licencias profesionales. La disidencia política, si por ella entendemos la defensa democrática u otros ataques al andamiaje del sistema, siempre fue castigada sin piedad. En tiempos de Hu Jintao, predecesor de Xi, fue condenado por pedir reformas políticas Liu Xiaobo, Nobel de la Paz, que moriría en la cárcel.  

El control social

La diferencia con Xi estriba en la radical ampliación de lo que se considera hostil. El control social roza el agobio y cualquier activismo es sospechoso mientras no demuestre lo contrario. La creciente hostilidad estadounidense y la constante sensación de asedio del Gobierno motivó una ley que estrangulaba la actuación de los oenegés extranjeras. Fue la plasmación normativa de un comunicado interno del partido que prohibía la defensa de “valores liberales occidentales” como la democracia o la libertad de prensa

La persecución ha alcanzado niveles delirantes. Cinco feministas fueron detenidas durante 37 días por denunciar el acoso sexual en el transporte público y en las universidades fueron prohibidas algunas organizaciones LGTB. Las campañas llevaron el comprensible oprobio a un país que, paradójicamente, muestra una mayor igualdad de género que los vecinos más desarrollados y carece de discursos homofóbicos. La obsesión sobrevuela el sentido común y penaliza incluso a los que defienden en la calle políticas oficiales como la igualdad de la mujer.  

Yang Zhanqing defendía desde su ONG Yiren Ping los derechos de enfermos de SIDA y de hepatitis B. “Ahora es mucho más difícil y peligroso que durante el mandato de Hu. En aquellos tiempos, la prensa local publicaba nuestro trabajo y el gobierno respondía con amabilidad a nuestras críticas y escrutinio. Incluso el Ministerio de Recursos Humanos visitó nuestras oficinas para informarse y mejorar sus políticas”, dice por email. La ONG fue clausurada en 2014, Yang fue detenido un año después por un par de escritos que denunciaban la discriminación de los enfermos y en 2017 marchó a Estados Unidos.  

Un censura inédita

La consecuencia devastadora es el estrangulamiento de las vías de expresión de una sociedad civil que, en contra del cliché, no es monolítica ni conformista. Galeristas de arte y editores de inocuas revistas de ocio lamentan a este diario una censura inédita.  

El control se acentúa con eventos políticos como el presente congreso. Los activistas son amenazados, puestos en arresto domiciliario o forzados a vacaciones para impedir que hablen con la prensa extranjera. Un centro LGBT de Pekín ha rehusado la petición de este diario a pesar del compromiso de anonimato. A los contumaces les espera la cárcel, el arresto o el acoso. “Los que son detenidos son después sometidos a vigilancia en sus casas. Es horrible porque pueden hacer lo que quieran. A una compañera la impidieron dormir durante diez días. La policía le dice a los jóvenes que se mantengan alejados de mí y han divulgado rumores en internet que casi arruinan mi negocio de venta online”, señala la activista feminista.  

La paranoia chirría en el contexto. China ha erradicado la pobreza y avanza en su hoja de ruta social, Xi disfruta de un poder omnímodo y el Gobierno cuenta con un apoyo masivo que instituciones prestigiosas estadounidenses calculan en más del 80%. Cabe preguntarse si no podría dejarle un espacio de expresión a la minoría disconforme sin que se le cayera el edificio pero nada apunta a que vaya a gestionar el éxito con generosidad. “La reforma constitucional que dinamitó los límites de duración de la presidencia me sumió en la desesperación, no sé cuándo regresaré a China. Creo que la situación empeorará en los próximos años con más represión hacia la sociedad civil y los defensores de los derechos humanos”, añade Yang. 

Es una lucha cotidiana y desigual. De un lado, las autoridades, convencidas de que progreso y disensión no se mezclan. De otro, ciudadanos que nunca pensaron que serían señalados como enemigos del país. Algunos han abandonado y otros han marchado al extranjero. El activismo nunca fue para pusilánimes en China pero ahora exige heroísmo. Algunos temen que el acoso haya laminado ya movimientos de protestas presentes y futuros. La feminista es menos pesimista. “Las nuevas generaciones siempre encontrarán la forma de llevar a cabo sus acciones de rebeldía. Aunque el precio sea alto”, vaticina. 

Compartir el artículo

stats