Tensión en Brasil

Los tentáculos de Trump se extienden por el mundo

El expresidente estadounidense fracasó en su intentona insurreccionista, pero legó a la extrema derecha global un manual conspiranoico para normalizar el asalto a las instituciones democráticas

Donald Trump en un mitin para apoyar a los candidatos republicanos antes de las elecciones Midterms, en Dayton Ohio.

Donald Trump en un mitin para apoyar a los candidatos republicanos antes de las elecciones Midterms, en Dayton Ohio. / REUTERS

Carles Planas Bou

Derrocado en las urnas, Jair Bolsonaro acudió a la estrategia que llevaba meses planeando. El aún presidente pidió a la desesperada impugnar las elecciones en Brasil e "invalidar" los votos registrados en máquinas con "graves fallos". La justicia descartó sus exigencias y revalidó la victoria de Luiz Inácio Lula da Silva. Pendiente de varias investigaciones sobre su mandato, el líder ultraderechista se trasladó sin dar explicaciones a Estados Unidos. Aunque antes de volar pidió a sus seguidores no optar por la violencia, este domingo una turba de miles de bolsonaristas invadió por la fuerza las sedes del poder legislativo, ejecutivo y judicial brasileño reclamando que el Ejército asestase un golpe contra el Gobierno recién elegido.

Los motivos que han alentado la insurrección en Brasil son los mismos que, el 6 de enero de 2021, llevaron a miles de fanáticos de Donald Trump a asaltar el Capitolio de Washington para tratar de frenar su derrota electoral. Como preconizó el expresidente estadounidense, Bolsonaro pasó sus últimos meses en el poder debilitando las instituciones públicas. Desde el palco presidencial, el brasileño propagó una serie de conspiraciones sobre un no demostrado fraude electoral que sembraron la sospecha sobre el sistema democrático y flirtearon directamente con el golpismo. La tesis ultra hablaba de una mano negra que manipulaba los votos, pero solo si estos eran contrarios a sus intereses.

Trump fracasó en su objetivo insurreccionista, pero triunfó al dejar un manual de tácticas para erosionar la democracia desde dentro que sus acólitos han replicado por todo el mundo. Si el presidente de la nación más poderosa del mundo podía esforzarse en sabotear unas elecciones a la vista de todos, ¿qué impide a otros seguir sus pasos?

Bolsonaro ha hecho algo similar a Trump. Usó su presidencia para arengar a las masas con falsas conspiraciones de fraude, poniéndose como víctima de un complot globalista y, cuando fue derrotado en las urnas y sus seguidores han optado por asaltar las instituciones públicas, el mandatario se ha lavado las manos rechazando la violencia. No es coincidencia. En noviembre, su hijo, el congresista Eduardo Bolsonaro, se reunió en la residencia trumpista de Mar-a-Lago con Stephen Bannon, exestratega de Trump e ideólogo reaccionario "sobre el poder de las protestas pro-Bolsonaro y los posibles desafíos a los resultados de las elecciones brasileñas", según explicó él mismo al ‘Washington Post’.

Conspiración global

Desde hace años, Bannon ha tratado de exportar ese manual antidemocrático entre los partidos de extrema derecha de Europa. En algunos países, el populismo antiliberal no ha dudado en hacer suya la estrategia ya normalizada de denunciar, reiteradamente y sin pruebas, a la oposición de orquestar un fraude electoral. De nuevo, poner al sistema democrático en entredicho para alimentar las bajas pasiones de sus correligionarios.

Esa táctica ha sido replicada en algunas de las últimas grandes elecciones en el continente. En Francia, partidarios de los ultraconservadores Marine Le Pen y Éric Zemmour trataron de viralizar en las redes sociales falsedades sobre un fraude contra sus candidatos. Un 30% de sus seguidores estaba convencido de que los comicios serían manipulados, según un sondeo de la firma Ipsos. En Alemania, la rama más radical del partido Alternativa para Alemania repitió una conspiración que también abrazaron desde grupos antivacunas a neonazis. Lo mismo pasó en los Países Bajos, siendo esas ideas amplificadas por el líder ultra Thierry Baudet. En Italia, partidos populistas residuales hicieron circular estos bulos por internet.

¿Puede pasar en España?

En España, tanto Vox como el Partido Popular han mimetizado parte de la estrategia discursiva trumpista, acusando de “ilegítimo” y “golpista” el Gobierno de coalición entre el PSOE Unidas Podemos elegido en las urnas. Este discurso ya ha tenido consecuencias en España. El 31 de enero del año pasado, medio millar de ganaderos asaltaron el pleno del Ayuntamiento de Lorca, en Murcia, para frenar por la fuerza una moción que limitaba las macrogranjas porcinas en la localidad. La manifestación fue instigada por políticos locales tanto del PP como de Vox, incluidos alcaldes, que alentaron la protesta.

Ni el partido ultraderechista ni su líder, Santiago Abascal, han condenado la insurrección en Brasil. Aunque tanto el PP como Ciudadanos sí lo han hecho, antes miembros destacados de ambos partidos, como la secretaria general popular Cuca Gamarra o la vicealcaldesa de Madrid Begoña Villacís, aprovecharon la situación para criticar al presidente Pedro Sánchez. Tres meses después de asumir la presidencia del PP y prometer ser constructivo, Alberto Núñez Feijóo dejó claro el rumbo del partido: "El CIS hace las encuestas electorales, el INE el censo e Indra cuenta los votos; confiamos en los profesionales de estas instituciones, pero no en la voluntad de Sánchez".

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