Catástrofe natural

Desesperación en Turquía: "No hay ningún edificio seguro ya"

Decenas de miles de turcos y sirios se ven obligados a vivir en ciudades improvisadas de tiendas de campaña | El balance de víctimas supera ya los 12.000 muertos mientras el Gobierno de Erdogan bloquea el acceso de Twitter para acallar las críticas

Supervivientes del terremoto se refugian en una tienda en Osmaniye, Turquía.

Supervivientes del terremoto se refugian en una tienda en Osmaniye, Turquía. / REUTERS

Adrià Rocha Cutiller

Gül, una madre de familia soltera, sus seis hijos alrededor, dice que no sabe cómo ocurrió pero que ocurrió. Que cuando todos despertaron, de noche, y su casa empezó a temblar, todos se reunieron y que ella empezó a rezar. Le salió solo, dice, y que rezó y que rezó y que fue entonces cuando, una eternidad de pocos segundos después, el temblor paró.

Salieron todos de casa. El edificio se derrumbó. "Por suerte estamos todos bien, y creo que hemos tenido mucha suerte. Ahora tenemos una especie de techo, y comida caliente que nos dan", dice Gül, habitante de la ciudad de Osmaniye, en el sur de Turquía, una de las más afectadas por el terremoto del pasado lunes.

En Osmaniye, ella y su familia son unos afortunados. En el sur de la ciudad, en un antiguo parque de atracciones, los servicios de emergencia turcos han creado de la nada una ciudad de tiendas de campaña que parecería infinita si no fuese porque las atracciones lo limitan. "Ahora estamos albergando a unas 3.000 personas, e intentamos saber exactamente quién está en cada lugar, cuántas personas en cada tienda", explica una voluntaria.

Tiendas para los refugiados sirios afectados por el terremoto en la ciudad turca de Osmaniye.

Tiendas para los refugiados sirios afectados por el terremoto en la ciudad turca de Osmaniye. / ADRIÀ ROCHA CUTILLER

Edificios en peligro

Osmaniye, ahora, es una ciudad cambiada. A primera vista, el lugar no parece tan afectado como otros sitios: los edificios derrumbados están, sí, por todas partes, pero la mayoría de las casas y viviendas siguen en pie. Pero lo hacen condicionalmente, casi sin quererlo: es difícil encontrar un edificio que no esté dañado, torcido, sin una pared que echa de menos a su antiguo respaldo.

"Mi casa no cayó, pero todo el barrio tendrá que ser tirado abajo. No hay ningún edificio seguro ya", explica un vecino. Así, los habitantes de este barrio —y de decenas de barrios en la región, tanto en el sur de Turquía como en el norte de Siria— se han convertido en vagabundos de la noche a la mañana.

Algunos, como Gül y su hijo Mehmet, tienen un techo, aunque sea de plástico. La mayoría duerme en la calle o en coches. "Tenemos amigos que están teniendo que dormir al raso, mucha gente que no tiene nada. Y se quedan con otras familias en furgonetas o coches", dice Gül.

Mehmet, a su lado, es un poco más optimista. "Aquí van llegando camiones de ropa, comida, agua, té, mantas… Hace mucho frío por la noche, pero creo que estamos bien", dice el hijo. La madre no le lanza una reprimenda pero se queda cerca: "Sí, pero sabemos que en los pueblos y más al sur, en Antakya, la situación es desesperada. Hay muchos sitios a los que la ayuda no ha llegado".

Una máquina retira los escombros de un edificio derrumbado por el terremoto en Antakya.

Una máquina retira los escombros de un edificio derrumbado por el terremoto en Antakya. / ADRIÀ ROCHA CUTILLER

Una respuesta complicada

Las cifras, trepidantes, son imposibles de seguir. La fácil es esta: 5.000 edificios derrumbados; decenas de miles con daños. La difícil es la de más de 12.000 muertos entre Turquía y Siria, que siguen sumando a medida que pasan las horas.

"Por supuesto, hay deficiencias [en las tareas de rescate]. Es imposible estar preparado para una catástrofe así", ha dicho este miércoles el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, que sin embargo se ha mostrado crítico con los que le critican a él y su Gobierno por la falta de preparación y rapidez de respuesta en algunos lugares afectados.

"Este es tiempo de unidad, solidaridad. En un momento como esto, no puedo soportar la gente que crea campañas negativas por su interés político", ha dicho el presidente turco, que ha anunciado que los hoteles de la costa de Antalya y Mersin, una zona de resorts de verano, serán abiertos gratuitamente para los nuevos refugiados creados por el terremoto.

Ante las críticas al alza, además, el acceso a Twitter ha sido bloqueado en Turquía este miércoles por la tarde. Desde el lunes, de hecho, la policía turca ha detenido a una decena de personas por haber publicado mensajes críticos contra la gestión que ha hecho Ankara del terremoto.

Un trabajo infinito

Mientras tanto, en toda la región, las tareas de rescate continúan, pese a que las esperanzas van disminuyendo. "Cada segundo, cada minuto que pasa nos da mucho más dolor y nos pone en una situación cada vez peor. Mi casa está cerca, y tiene algunos daños, aunque menores. Pero aquí tengo un amigo", dice Cem, otro vecino de Osmaniye. 'Aquí', para Cem, es una montaña de escombros que hace dos días era un edificio de ocho plantas.

A su lado, un centenar de personas mira fijamente la montaña y los equipos de rescate subidos a ella, que rascan y sacan, con cubos, grúas y sus manos, todo lo que pueden. "¡Callad todos! ¡Que callen todos!", grita un trabajador. El silencio es total, asusta. "Esta noche, Yusuf, que está ahí dentro, mandó un sms pidiendo ayuda. Ahora intentan ver si sigue vivo", susurra una mujer, que trata de no romper demasiado el silencio de alrededor.

"Ahora están aquí los equipos de rescate, pero el primer día no vino nadie. Ese día vinimos al edificio, y escuchábamos gritos de dentro los escombros. Ahora ya no se escucha nada. Tengo seres queridos ahí dentro, ¿sabes? No puedo estar contenta por seguir viva", se sincera.

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