Oleada de protestas

La aprobación por decretazo de la reforma de las pensiones aboca a Francia a una crisis política

La tensión sube en el país vecino donde las protestas desembocan en disturbios urbanos en París, Rennes o Nantes | El Gobierno de Macron y Borne se enfrentará en los próximos días a mociones de censura, con opciones de prosperar una de ellas

Enric Bonet

Era fácil de imaginar y así sucedió. Las montañas de basura que se habían acumulado en las calles de París, debido a una huelga ilimitada de los basureros, terminaron como barricadas en llamas. Las protestas improvisadas del jueves, tras la aprobación de la reforma de las pensiones a través de un decreto gubernamental muy impopular, desembocaron en múltiples disturbios urbanos en la capital, así como en otras localidades francesas, como Nantes o Rennes (oeste). La policía informó de 258 detenidos en París (más de 300 en todo el país), una cifra 10 veces superior al número habitual de interpelaciones en cada una de las ocho jornadas de grandes movilizaciones, que hasta ahora habían destacado por su carácter festivo y pacífico. 

"Cuando el 49.3 hace la ley, la democracia no funciona", "Tú nos impones un 49.3, nosotros haremos un Mayo del 68", "El poder está en la calle", "Robespierre, regresa"... Eran algunos de los mensajes que se podían leer el jueves en las pancartas caseras de los miles de manifestantes que llenaron la plaza de la Concordia, frente a la Asamblea Nacional. Improvisadas y menos numerosas, en estas protestas se vivió un ambiente con tintes insurreccionales, con reminiscencias de lo vivido con la heterogénea revuelta de los chalecos amarillos.

Después de dos meses de huelgas y manifestaciones multitudinarias —las más masivas en este siglo XXI en el bullicioso país vecino—, la decisión del presidente Emmanuel Macron de no escuchar a los sindicatos —ni siquiera aceptar una reunión con ellos para intentar calmar la situación— e imponer a través de un decretazo el aumento de la edad mínima de jubilación de 62 a 64 años (con 42 o 43 años para recibir una pensión completa) favoreció que la indignación subiera varios peldaños. De la fuerte contestación social se ha pasado a una crisis política, alimentada por el sentimiento de falta de democracia. Un panorama en que se atisban síntomas de una crisis del modelo presidencialista de la Quinta República. 

"Un menosprecio total"

"Nos confrontamos a un menosprecio total por parte de nuestro presidente, no había sido así ni en la época de Nicolas Sarkozy (conservador)", criticaba en los aledaños de la Asamblea Nacional William S., de 48 años, un militante de la CGT y conductor de trenes en huelga desde hace más de una semana, en declaraciones a EL PERIÓDICO, del grupo Prensa Ibérica. Desde los sindicatos, el recurso al 49.3 ha sido percibido como una victoria. Lo es en la batalla de la opinión (en que las organizaciones de trabajadores van ganando por goleada), pero no en el plano político, puesto que la reforma ha sido aprobada. 

Los líderes sindicales anunciaron una nueva huelga general para el 23 de marzo. Este viernes se han multiplicado las acciones, como los cortes de circulación en el Periférico en París o la circulación ferroviaria en Tolón (sudeste) con una ocupación de vías. Las huelgas ilimitadas han experimentado un repunte, por ejemplo, con nuevas refinerías de combustible completamente paralizadas. A pesar de que la prefectura (equivalente de la Delegación del Gobierno) obligó a algunos huelguistas de la recogida de basura a trabajar, más de 10.000 toneladas de desechos se acumulan en la capital. Para este viernes por la tarde, han convocado numerosas protestas a lo largo del país. En París, tiene lugar otra concentración en la céntrica plaza de la Concordia, que podría degenerar en una nueva noche de disturbios.

"Salir por lo alto de esta crisis"

"No, no estamos en una crisis política", defendió este viernes por la mañana la presidenta del Parlamento, Yaël Braun-Pivet, del partido presidencial. "La votación de esta moción de censura nos permitirá salir por lo alto de esta profunda crisis política", le respondió el diputado Bertrand Pancher, que forma parte de un pequeño grupo de representantes centristas (muchos de ellos exmacronistas) y autonomistas corsos y bretones en que están centradas ahora las miradas. A diferencia de lo que sucede con los decretos ley en España, el 49.3 no exige una votación parlamentaria a posteriori para validarlo. Pero sí que abre la puerta a la presentación de mociones de censura.

La ultraderecha de Marine Le Pen —tercera fuerza en la Asamblea, con 88 escaños— presentó una moción este viernes por la tarde, aunque no tiene ninguna opción de prosperar. Lo mismo hizo unas horas antes el grupo LIOT, con el respaldo de los partidos de izquierdas de la coalición NUPES (segunda fuerza, con 149 escaños). Al haber sido liderado por un grupo centrista —con un rol parlamentario equivalente al del PNV—, este segundo texto de censura sí que podría salir adelante, aunque las opciones de ello son pocas. Si fructificara, tumbaría la reforma de las pensiones y al actual Gobierno de Élisabeth Borne, pero no supondría la investidura de un Ejecutivo de oposición.

El desenlace de esta moción, debatida probablemente el lunes, dependerá de Los Republicanos (LR, afines al PP). Esta histórica formación conservadora ha salido muy dividida del actual pulso por las pensiones. Si unos 30 diputados de la derecha republicana (de un total de 62) apoyan la moción, será probablemente aprobada. El futuro de Borne está en las manos del decadente partido de Chirac y Sarkozy y de las voluntades y estrategias divergentes de sus representantes. "Tras haber debilitado a Macron y Borne", oponiéndose a votar la reforma de las pensiones, "lo lógico sería que LR acabara con este Gobierno con la herramienta de la moción de censura", explicaba a este diario la diputada de la Francia Insumisa (afines a Podemos) Raquel Garrido.

¿Le Pen, la gran ganadora?

Según esta representante franco-chilena, partidaria de proclamar una Sexta República, más parlamentaria y con mayor participación democrática, el malestar democrático por la gestión de esta reforma de las pensiones refleja los excesos del modelo presidencialista galo: "No es tolerable que un solo hombre tenga semejante poder de disciplina sobre las instituciones, como el Parlamento o los sindicatos. Eso no puede seguir así, porque genera caos y una frustración cívica. Es posible que no salga nada positivo de todo esto".

¿Le Pen saldrá reforzada de esta crisis? ¿Será la gran ganadora del pulso entre Macron y los sindicatos, empujados por una marea popular en que está sobrerrepresentado el pueblo de izquierdas? En Francia, muchos lo temen así. Sin embargo, los sondeos muestran una realidad más compleja ante una hipotética disolución de la Asamblea y convocatoria de unas elecciones legislativas anticipadas. Según un reciente estudio del instituto Harris, la ultraderecha aumentaría su intención de voto y ganaría unos 10 escaños, pero la coalición de izquierdas NUPES también experimentaría una subida parecida y se consolidaría como principal fuerza de oposición. El partido de Macron continuaría como primer espacio en número representantes, pero aún más lejos de la mayoría absoluta.

El pulso por las pensiones no solo ha dejado Macron contra las cuerdas —y menoscabado la legitimidad de aquellas reformas que conllevan recortes del Estado del bienestar—, sino también ha dificultado su capacidad para llevar a cabo su proyecto. Empuja a Francia hacia una crisis de gobernanza.

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