América Latina

Argentina sufre la peor ola de calor de su historia

La capital argentina ha padecido temperaturas superiores a los 40 grados | El calor extremo y las sequías han arruinado parte de la producción agrícola

Dos personas atraviesan un parque en el barrio de San Telmo de Buenos Aires en plena ola de calor.

Dos personas atraviesan un parque en el barrio de San Telmo de Buenos Aires en plena ola de calor. / EFE

Abel Gilbert

La ciudad de Buenos Aires no puede hacer honor a su nombre. La capital argentina ha hervido como nuca. Sus habitantes, y los de la populosa periferia, esperaban que del cielo cayera ese milagro llamado lluvia. Las tormentas nunca llegaron (apenas unos chubascos y un esporádico frescor) y el sol ha vuelto a salir como una amenaza a las puertas del otoño. No sucedía algo así en este país desde hacía 35 años.

El verano más caluroso de la historia, con temperaturas más allá de los 40 grados en marzo, se ha estampado en la piel de hombres, mujeres y niños. Unos diminutos insectos parásitos, conocidos como 'trips', y que por lo general se encuentran en los animales y aves, eligieron durante los picos de la canícula a los humanos. No hubo repelentes que los disuadieran. Pero ese es un asunto colateral de un estío sin precedentes que a lo largo de todo el territorio ha provocado incendios de bosques, derretimiento de glaciares y, debido a la falta de precipitaciones, una enorme pérdida de cosechas que ha puesto en riesgo la seguridad alimentaria de un país agro exportador.

La comunidad científica asegura que la crisis climática no es ajena a estas temperaturas abrasadoras. La reducción de la disponibilidad de agua ha agravado el impacto de la sequía.

Caída de las exportaciones

Las ventas trigo y soja caerán un 28% en comparación con los niveles de 2022. La diferencia entre la cosecha de enero de 2022 y el flamígero comienzo de 2023 es del 61%. Los cálculos iniciales a nivel general son de una pérdida de 19.000 millones de dólares que equivalen a tres puntos del PIB. La sanidad de los cultivos, consigna un informe, es la peor de las últimas cuatro décadas. La anhelada estabilidad macroeconómica del Gobierno peronista ha volado en pedazos.

Los especialistas sostienen que el fenómeno de la sequía es además consecuencia de la corriente fría del Pacífico, conocida como 'La Niña', y que se viene repitiendo desde hace tres años. El cambio climático no es ajeno a esa recurrencia.

La Administración del Alberto Fernández ha decidido reducir la carga impositiva del sector agroexportador. "Tenemos la responsabilidad de trabajar todos juntos para llevarle alivio al campo y ayudarlos a superar esta circunstancia climática", ha dicho el ministro de Economía, Sergio Massa. El Fondo Monetario Internacional (FMI) le ha otorgado a Argentina un módico beneficio frente a las circunstancias excepcionales: la meta trimestral de reservas del Banco Central será reducida en 3.000 millones de dólares debido a la sequía y la caída de las exportaciones.

Una ciudad tórrida como nunca

El universo del monocultivo argentino se lamenta de las pérdidas en los campos. La gran urbe habla de otros padecimientos. La doctora en Ciencias de la Atmósfera, Carolina Vera, integrante del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) de Naciones Unidas, ha recordado que era verdaderamente extraño que en la ciudad de Buenos Aires se sufrieran en verano temperaturas superiores a los 34 grados. Eso se ha vuelto parte de la normalidad estival. "La situación rompe todos los récords", sostiene José Luis Stella, del Servicio Meteorológico Nacional (SMN). Ha habido días con 10 grados más de lo esperable.

De acuerdo con World Weather Attribution (WWA), el cambio climático hizo que un episodio como la ola de calor que ha sofocado a los argentinos sea aproximadamente 60 veces más factible que ocurra y 1,4 ° C más caliente. El sistema eléctrico ha sido puesto a prueba en los días más intensos. No han faltado los cortes de energía. Hay barrios de la ciudad de Buenos Aires donde hace más de dos semanas que no tienen luz. La actividad escolar comenzó con casi 40 grados y las escuelas no estaban preparadas para semejante situación. La alcaldía capitalina apenas atinó a recomendarle a los padres que sus hijos entren a las aulas con botellas de agua.

Un futuro llameante

World Weather Atribution ha advertido: las altas temperaturas llegaron para quedarse, serán más frecuentes y, algo peor, más intensas (los días febriles de esta canícula interminable serán pronto recordados como "frescos"). La climatóloga Vera también espera algo peor de la mano de la acumulación de gases de efecto invernadero. Los mareos, desmayos y nauseas en el transporte público, los dolores de estómago y cabeza, la somnolencia, los cambios de humor, la falta de concentración, serán por lo tanto más frecuentes en los habitantes. Incluso el otoño se aproxima con temperaturas cálidas que harán sonrojar a la primavera.

Buena parte de los argentinos empiezan a tomar nota de esta nueva normalidad. Tres meses antes que el calor se sintiera como fuego, Greenpeace había realizado en este país una encuesta. Un 68% de los entrevistados expresó su preocupación por la crisis climática y la relacionaron con la deforestación (77%), el exceso de basura (60%) y el uso de energías fósiles (49%). La ganadería y la agricultura extensivas, señalada por los especialistas como la matriz de los trastornos en Argentina, no figuró entre las preocupaciones.