Elecciones parlamentarias

Finlandia se vuelca a la derecha y deja a Marin por debajo de los ultras

El conservador Alianza Nacional de Petteri Orpo se erige como vencedor de las elecciones legislativa, con un 20,6% y la ultraderechista Verdaderos Finlandeses de Riikka Purra supera al partido socialdemócrata de la actual primera ministra

Los conservadores ganan las elecciones en Finlandia

Agencia ATLAS | Foto: EFE

Marina Ferrer

Finlandia apostó claramente por el voto a la derecha, la moderada y la radical, y dejó a la socialdemócrata Sanna Marin relegada al tercer puesto. El líder de la Alianza Nacional o “Kokoomus”, el conservador Petteri Orpo, se erigió en el ganador de las elecciones legislativa, con un 20,6%, con un 95% de los votos escrutados. La ultraderechista Verdaderos Finlandeses de Riikka Purra obtuvo el segundo puesto, con un 20,2%, tres décimas por encima del partido de la actual primera ministra, quien gobernaba al frente de un coalición de centro-izquierda de cinco partidos. 

“Nuestro objetivo es lograr una coalición fuerte. El país necesita un cambio y la economía, junto con la integración en la OTAN, es nuestra prioridad”, afirmó Orpo, en una comparecencia ante los medios extranjeros, cuando parecía consolidado su triunfo, aunque no con quién compartirá el poder. “Nosotros, los conservadores moderados, pedíamos la integración en la Alianza desde hace décadas”, recordó, además el líder de “Kokoomus”, en alusión a que el giro de la socialdemócrata en dirección a la OTAN se ha derivado de la agresión rusa sobre Ucrania.

Marin, por su parte, felicitó a la derecha moderada, aunque mantenía abierta la opción de convertirse en su aliado, desde la condición de socio menor.

Riikka Purra, a la que las primeras proyecciones situaban aún en tercera posición, por detrás de Marin, se la había visto en una anterior comparecencia ante los medios nerviosa, insegura o incluso decepcionada. Cuando de las proyecciones se pasó al voto escrutado, y a su ascenso, la cosa cambió. 

Se presentó reivindicando que su éxito se debe a que su partido sí sabe conectar con las preocupaciones de los ciudadanos. Y que éstas se orientan hacia la seguridad y la lucha contra la criminalidad organizada. Verdaderos Finlandeses es un partido euroescéptico y antiinmigración, cuyo mensaje en estos comicios era que contener el gasto público -disparado, bajo la gestión de Marin, en parte debido a la pandemia- pasa por recortar partidas a la cultura y contener la inmigración irregular.

Mientras Orpo anunciaba, a falta de resultados definitivos, su intención de abrir negociaciones de coalición “con todos los partidos” -lo que en la situación de actual fragmentación significa un arco muy amplio- Marin se refugió en la cautela antes de darse por derrotada. Purra mientras se presentaba como una vencedora, desde su posición de debutante en la escena política finlandesa y artífice del auge para su partido.

La condición de miembro virtual en la Alianza va, para los Verdaderos Finlandeses, en segunda posición, tras lo realmente relevante, a su juicio, que es la seguridad interior del país. 

El ingreso en la OTAN puede ser un escudo frente al peligro exterior. Veremos. Pero nuestros ciudadanos quieren también blindarse contra los peligros que ya tenemos dentro, porque otros los dejaron entrar”, sostenía ante esta enviada Teija Makkonen, candidata de los Verdaderos Finlandeses en Helsinki, tras su último acto de campaña, la noche del sábado. Los radicales se habían quedado en una céntrica plaza del corazón de la capital, cuando el resto de los partidos ya se habían retirado de ese mismo lugar, lo que en rigor en Finlandia es lícito, ya que no hay jornada de reflexión.

Makkonen comparte lista en ese distrito de Helsinki con Jussi Halla-aho, quien lideró el partido en las elecciones de 2019, donde rozó el empate frente a los socialdemócratas, entonces comandado por Antti Rinne. Purra, su sucesora, era en cambio la cabeza de lista de Uusimaa, la provincia que envuelve Helsinki y que incluye el gran balón de electores de su cinturón y poblaciones vecinas: 1,4 millones de ciudadanos con derecho a voto, del total de 4,5 millones del país. Integra ciudades como Porvoo, una localidad de casitas de madera unifamiliares características de ese país nórdico, pero también contiene el enjambre de la llamada Finlandia del futuro, en el extrarradio de Helsinki. Núcleos como Kivenlahi o Koivusaari, formados por bloques de viviendas asépticamente blancas y algún imponente rascacielos, a orillas de hermosos fiordos, creados para albergar a la población que Helsinki ya no puede absorber. 

La seguridad, no solo respecto a Rusia, sino frente al crimen organizado es una de las grandes preocupaciones finlandesas. Tanto en Helsinki y su febril vida noctámbula -especialmente en fin de semana- como en estos núcleos residenciales impecablemente construidos y bien comunicados, pero donde apenas hay vida en la calle en cuanto cae la noche. Purra y su partido basan su campaña en la necesidad de atenazar al crimen organizado -que identifican con clanes extranjeros- y de cortar el acceso a la sociedad de bienestar a la inmigración irregular.

La fuerza de la ultraderecha nórdica reside en este doble mensaje, en un momento en que a Marin se le disparó el endeudamiento público con la pandemia. La criminalidad autóctona y el azote de los clanes extranjeros es un problema real, no solo para Finlandia, sino para el conjunto de los países nórdicos, lo que le viene como anillo al dedo al discurso xenófobo del partido de Purra.

Algo parecido se vio ya en las legislativas de Suecia de 2022, donde el ultraderechista Demócratas Suecos quedó en segunda posición por detrás de la socialdemócrata Magdalena Andersson. El resultado de esos comicios significo el adiós al poder para el bloque de centro-izquierda de la entonces primera ministra sueca; el tercero en las urnas, el conservador Ulf Kristersson, se convirtió en jefe de gobierno al frente de una coalición centrista, con los radicales como aliado externo.

La extrema fragmentación del voto o el empequeñecimiento de los partidos tradicionales es la palanca para el radicalismo derechista europeo. Cuando ninguno de los llamados grandes partidos llega al 20 %, como ocurrió ya en Finlandia cuatro años atrás, estas formaciones acaban normalizándose en su panorama político, se convierten en aliados del centro-derecha o o marcan la agenda del gobierno desde fuera, como ocurre en Estocolmo.