Comicios en el país anatolio

Las elecciones en Turquía, una historia entre dos terremotos

El terremoto de Izmit de 1999 sacudió la vida política del país para siempre

Un rescate después del terremoto de Turquía.

Un rescate después del terremoto de Turquía. / Reuters

Adrià Rocha Cutiller

Ocurrió el segundo día tras el terremoto del pasado seis de febrero: en la calle, a la izquierda, ambulancias corren todas direcciones, esquivando patrullas de policía y coches que han quedado varados en la carretera, a falta de gasolina para poder escapar del lugar. A la derecha, flanqueando la calle principal de la ciudad de Alejandreta, una hilera de edificios derrumbados, decenas. Algunos vecinos se suben encima de los escombros, gritan, arrancan algunos objetos o bloques del suelo, sacuden, lloran. Uno, incluso, se pasea por el lugar con una escopeta más larga que él mismo. 

"No hay nadie del Gobierno, ¡nadie! Nadie nos ha venido a ayudar, ni a decirnos cómo tenemos que sacar a la gente. Lo estamos haciendo todo nosotros, sin saber. No viene nadie", grita un vecino desesperado. "Dentro del barrio la situación es mucho peor. Allí está todo destrozado. No queda nada en pie", contesta otro hombre.

Unos metros más allá, dos cuerpos, tapados con una manta, yacen en el suelo. Una mujer los vela y llora sin contención. "Los sacamos del edificio hace como cinco horas. Una pareja de personas mayores; ella es su hija. A esto me refiero, ¿ves? No viene nadie a recoger los cuerpos. Llevan horas pudriéndose al sol", dice el primer hombre. Su contertulio, encendido, estalla: "¡Necesitamos ayuda inmediatamente! ¿Dónde estás, Turquía? ¿Dónde estás? La gente muere, el pueblo muere. ¡Turquía!".

Pocas veces, en un país, tres palabras consiguen retumbar tanto. La pregunta '¿dónde estás, Turquía?' no es una pregunta normal en el país anatolio, sino que dice mucho más de lo que cuenta; recuerda mucho más de lo que expresa. La frase original fue acuñada en 1999 y no es exacta pero es muy parecida. Su eco aún resuena ahora, en un momento en el que el país se enfrenta a unas elecciones presidenciales clave, programadas para el 14 de mayo: 'Dónde está el Estado'. Nació, como esta vez, de un gran terremoto.

País de seísmos

Fue en 1999 y sacudió la región de Izmit, a pocos kilómetros de Estambul. Como el de este año, ocurrió de madrugada, y se cobró la vida de decenas de miles de personas. El de este febrero, más de 55.000; el de agosto de 1999, cerca de 18.000. Las similitudes siguen: como esta vez, la razón principal del número de muertes fue —y es aún— la mala calidad de las construcciones, muchas veces hechas a base de pasta de arena de playa.

En esa ocasión —como ahora— la población civil se volcó en masa a ayudar a los afectados. En esa ocasión —como ahora— fueron muchos los que criticaron al Gobierno por "reaccionar tarde y mal". 

El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, ascendió al poder en 2002 auspiciado por la mala gestión del ejecutivo turco anterior al gran seísmo de 1999; ahora, otro temblor amenaza al líder turco

"¿Por qué tenemos que vivir en este trauma? ¿Por qué el Estado no puede garantizar nuestra seguridad? Nos dejan a morir, de verdad, da mucho miedo", explica Zeynep, una habitante de Estambul que fue hace 23 años a ayudar a los afectados y que ahora quiere abandonar su ciudad por terror a otro gran seísmo. La gran ciudad turca está situada sobre una falla activa, y vive la amenaza constante de otro gran terremoto en el futuro.

"Nos cobran impuestos específicos sobre el terremoto, pero aunque se sabe de este problema desde hace décadas años, no se hace nada. Incluso los edificios nuevos se derrumban. ¿Cómo puede ser eso?", continúa Zeynep.

El terremoto de Izmit de 1999 sacudió la vida política de Turquía para siempre. Los enormes fallos del gobierno turco de entonces propiciaron el ascenso, dos años después, del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP, en sus siglas en turco) de Recep Tayyip Erdogan, el primer político islamista que pasó a gobernar el país. 

Cambio de paradigma

Erdogan, entonces un político joven y rejuvenecedor, prometió cambiar la política turca, e instaurar nueva legislación para asegurar que toda construcción fuese hecha con los estándares mínimos para soportar un terremoto de gran magnitud. 

Las leyes fueron instauradas, pero los problemas persistieron, acentuados, además, por amnistías a la construcción promovidas por Erdogan durante los últimos años: a cambio de pagar una pequeña multa al Estado, un constructor podía legalizar su edificio construido ilegalmente sin tener que gastarse dinero en asegurar y reforzar dicha construcción. 

Muchos turcos, ahora, crean paralelismos entre los dos terremotos: la destrucción del primero ayudó a cambiar el Gobierno turco de entonces. El de febrero de este año podría llevar a Erdogan, en mínimos de popularidad históricos, hacia un camino parecido.

Pero para muchos las dudas persisten. "El constructor es culpable, claro, de intentar ciertas triquiñuelas para ganar más dinero. Pero, ¿y el Estado? ¿No tiene responsabilidad quien ha permitido que esto pase? Esta es la situación en nuestro país", dice Zeynep mientras suelta una carcajada algo amarga. "No sé si nada cambiaría demasiado si gana la oposición. En algún momento se olvidarán de los errores del pasado, volveremos a lo mismo. Somos como una comedia, de verdad, un país de comedia. Nunca he querido, pero a veces parece que la única solución es marcharse...".

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