Elecciones EEUU 2024

Arizona, el feudo republicano que Kamala Harris acaricia por el extremismo de Donald Trump

Tras ganar Biden por los pelos en 2020, en las legislativas de 2022 perdieron todos los candidatos adheridos a las teorías de la conspiración sobre el inexistente fraude electoral que apoyó el expresidente republicano

Un votante del condado de Arizona deposita su voto en un buzón electoral en un parking de Phoenix, este jueves.

Un votante del condado de Arizona deposita su voto en un buzón electoral en un parking de Phoenix, este jueves. / REBECCA NOBLE / BLOOMBERG

Idoya Noain

Idoya Noain

Scottsdale (Arizona) Enviada especial

Todo es impecable alrededor del ayuntamiento de Scottsdale, uno de los 'suburbs' de Phoenix, en el condado de Maricopa, que han crecido alrededor de la capital de Arizona de forma perfectamente planificada desde hace décadas, como prácticamente todo en el estado del Valle del sol.

El arquitecto Bennie Gonzales levantó en los años 60 del siglo XX este complejo idílico, combinó en su consistorio blanco el estilo modernista con la herencia arquitectónica del suroeste y lo rodeó de fuentes, pulcros jardines y senderos pavimentados que serpentean entre la biblioteca del centro cívico, el parque de juegos infantil y las zonas de sombra y arbolado para tomar un respiro del sol y el calor seco del desierto, implacables a mediados de octubre.

El ambiente un día de esta semana era plácido y apacible, la norma en esta ciudad de lujo moderado que roza ya el cuarto de millón de habitantes. Pero algo vital para el futuro de Estados Unidos se movía allí mismo, en el goteo de personas que llegaban con un sobre verde en las manos y salían tras depositarlo en un buzón electoral, de donde esa misma noche serían recogidos para ser contabilizados y sumados a unos resultados que se harán públicos solo cuando cierren las urnas el 5 de noviembre.

El alcalde de Scottsdale, David Ortega, saluda a una figurante de una instalación del Día de Muertos.

El alcalde de Scottsdale, David Ortega, saluda a una figurante de una instalación del Día de Muertos. / IDOYA NOAIN

Era un goteo incesante, muestra de la alta participación en la elecciones en Scottsdale, donde en 2020 se alcanzó el 86% frente al 53% del estado, un dato al que señalaba con orgullo en una entrevista David Ortega, un arquitecto que hace cuatro años fue la primera persona de origen latino en llegar a la alcaldía. "Los suburbios volverán a inclinar la balanza", decía tras un acto de presentación de citas culturales organizadas alrededor de la tradición mexicana del Día de los Muertos.

Un estado púrpura

Lo que decidan los habitantes de Scottsdale, como los de otros suburbios, Phoenix y el resto del trascendental condado de Maricopa, donde vive más del 60% de la población de un estado péndulo fundamental que pone en juego 11 votos en el colegio electoral, será clave a la hora de determinar quién se hace con la presidencia de Estados Unidos: Kamala Harris o Donald Trump.

Bien puede asentar como un estado púrpura Arizona, donde la población se ha doblado desde 1990 hasta alcanzar los 7,4 millones y que es también símbolo de la transformación demográfica del país, con los latinos representando ya casi el 32% de los habitantes, casi el 61% de la población inmigrante. Y buen puede confirmar una transformación que se ha vivido desde que irrumpió en la política Trump, un tiempo en el que los conservadores han perdido seis décadas de hegemonía.

Desde esa entrada en política de Trump, los demócratas han conseguido en un estado donde un 35,4% de los de registrados son republicanos y el segundo mayor bloque (34%) es de los no alineados formalmente con ninguno de los dos partidos tener una gobernadora, un secretario de estado, una fiscal general y dos senadores en Washington (aunque Kyrsten Sinema luego se hizo independiente). Aunque los conservadores controlan la legislatura estatal (lo que ha forzado a la gobernadora Katie Hobbs a usar el veto 216 veces) lo hacen solo por un voto en cada cámara.

Aquí ganó Joe Biden por los pelos en 2020 (por menos de 11.000 votos, el 0,3% del sufragio), convirtiéndose en el primer candidato presidencial demócrata en llevarse Arizona desde que lo hizo en 1996 Bill Clinton (que a su vez había tardado 48 años en dar relevo a la victoria de Harry Truman). 

Y aquí perdieron en las legislativas de 2022 todos los candidatos adheridos a las teorías de la conspiración sobre un inexistente fraude electoral que había apoyado Trump, incluyendo Kari Lake, que sigue sin reconocer su derrota en la carrera a gobernadora en las legislativas de 2022 pero ahora lucha por un escaño en el Senado de Washington. Va siete puntos por detrás Ruben Gallego, un congresista demócrata que encarna la pujanza de los moderados por estas tierras y permite entender la apuesta de Harris por buscar votos de republicanos y expone también varios de los problemas de Trump y el movimiento MAGA.

Un hervidero

Arizona vuelve a ser un hervidero donde se conjuga prácticamente todo lo que mueve estos comicios a nivel nacional. El reto al sistema electoral sigue vivo y hace temer que las cosas puedan volver a tensarse si Trump es derrotado. Es un estado de frontera. En las largas papeletas que llenan dos páginas por las dos caras se incluyen además de candidatos a presidencia, las dos cámaras de Washington y en carreras estatales y locales 13 proposiciones.

Incluyen la 139, que enmendaría la constitución estatal para incluir el derecho fundamental al aborto en un estado donde tras la derogación por el Supremo de la protección constitucional a nivel nacional llegó a implementarse durante un tiempo una draconiana ley de 1864.

Defensoras del derecho al aborto en un acto en Phoenix, el pasado 3 de julio.

Defensoras del derecho al aborto en un acto en Phoenix, el pasado 3 de julio. / ROSS D. FRANKLIN / AP

Incluyen también la Proposición 314, que extendería a fuerzas del orden estatales y locales la autoridad para arrestar y deportar a migrantes que crucen la frontera sin papeles. Es una normativa que recuerda y va más allá a la controvertida ley SB1070 de 2010 y que hace que resuciten los fantasmas de los tiempos negros del sheriff Joe Arpaio, una inspiración para Trump.

MAGA fagocita al partido de McCain

Pocas personas hay más indicadas para entender Arizona que Chuck Coughlin, un consultor político que se instaló en 1985 en el estado para trabajar en la primera campaña al senado de John McCain y desde entonces se ha convertido en uno de los más destacados operativos políticos aquí.

El estado, recuerda en una entrevista en su oficina en Phoenix, es prácticamente una creación federal. Fue donde echó a andar la oficina de Reclamación establecida por Teddy Roosevelt para la gestión de los recursos hídricos con el Proyecto del Río Salt, que creó un sistema de presas como la Roosevelt y un sistema de canales.

Llegó después la construcción de numerosas bases militares antes de la segunda guerra mundial y luego, en los años 60 y 70, otro trascendental proyecto hídrico para llevar el agua del Río Colorado hasta la otra gran zona de Arizona: el sur y Tucson, en el condado de Pima, que a Coughlin le gusta llamar "la ciudad de México más al norte".

Chuck Coughlin.

Chuck Coughlin. / IDOYA NOAIN

Fueron fondos federales los que también contribuyeron a construir el sistema regional de transporte, ideado como parte de una masiva planificación de desarrollo económico e inmobiliario que fue esencial para impulsar la conversión de Arizona, y sobre todo del condado de Maricopa, en el importante núcleo de población en que se ha convertido.

Con metas e infraestructuras para volverse un nuevo Silicon Valley, una gestión de ciudades encomiable y la Universidad Estatal de Arizona convertida en la mayor del país y centrada en crear grados y profesionales que respondan a la explosión tecnológica, Arizona bulle. Aquí ahora está en marcha un proyecto de casi 50.000 millones de dólares para una planta de microchips, y otros muchos vinculados a tecnología e industrias verdes. Y Maricopa ha cambiado dramáticamente de lo que era hace 10 o 20 años. "La explosión de las tecnológicas ha traído hasta aquí muchos trabajos de sueldos más altos, gente con mayor nivel educativo, más dinero y más conectada a economía global. La gente viene como loca y sigue llegando de todo el país. Y muchos se inclinan demócrata", explica Coughlin.

La implosión republicana

A ese avance también ha contribuido la implosión del Partido Republicano tal y como logró hacerse fuerte en Arizona. "El partido histórico de McCain, de Barry Goldwater, se centraba en el desarrollo económico, en el agua, en la conservación de recursos naturales, en tener buenas relaciones con las tribus de nativos americanos… Esos eran los valores centrales, con la oportunidad económica por encima de todo, además de con financiar un buen sistema de educación", recuerda Coughlin. "A MAGA no le importa una mierda nada de eso, no le gusta el Gobierno, tienen una visión más libertaria y nihilista de lo que el Gobierno puede hacer. Es la negación de la realidad de cómo Arizona llego a dónde está, a través de toda la planificación. Y no lo entienden, no lo aprecian, porque lo ven como el estado profundo".

"El Partido Republicano está acabado, se terminó. Ha sido completamente engullido, como si hubiera habido una invasión de cuerpos", continúa Coughlin, que señala que en Arizona "ahora está al mando Turning Point", el grupo fundado por Charlie Kirk al en cuyas manos el Comité Nacional Republicano ha externalizado la campaña. Y su estrategia es una arriesgada apuesta cuando las elecciones se pueden decidir por unos miles de votos: movilizar a lo que se conoce como "votantes de baja propensión", conservadores decididos pero que no suelen participar en las elecciones.

Una reunión de voluntarios de campaña de Donald Trump de Arizona.

Una reunión de voluntarios de campaña de Donald Trump de Arizona. / IDOYA NOAIN

Está por ver que eso, o la fuerza innegable de Trump en las zonas conservadoras del estado, pueda hacer contrapeso a los esfuerzos de Harris por ganarse a republicanos hastiados de Trump, a independientes y a la gran movilización, sobre todo de mujeres, que está moviendo la propuesta para proteger el aborto.

Mujeres y aborto

Si es por Laurie, por Andrea, por Barbara y por Dale, todas votantes con edades comprendidas entre los 40 y los 76 años que esta semana votaban en Scottsdale y que citaban "los derechos de las mujeres" como su motor electoral principal, la vicepresidenta demócrata hará historia.

Esas mujeres hablaban también de la importancia de la "defensa de la democracia", de aspiraciones a "volver a la normalidad" y al "civismo", y lamentaban que "el nivel de falta de respeto en política es horrendo". 

A sus análisis y sus votos, sumando la alerta ante el auge de la desinformación, se sumaba Paul, un hombre de 76 años que busca "una visión más moderada" en la política, que quiere que "en aborto se deje la decisión en manos de la persona, no del Gobierno" y que, aun asumiendo que la frontera "es un tema", aboga por "que se siga por el camino donde estamos, no por volver a ideas de muros o de deportaciones masivas". 

Eso no quiere decir que Trump no tenga apoyos y según la media de sondeos de Real Clear Politics lleva en el estado donde para el 40% la inmigración y la seguridad en la frontera son lo más importante una mínima ventaja sobre Harris (48,8% frente a 47,4%). Y al Ayuntamiento de Scottsdale se acercaba para darle su voto Pepe, originario de México y trabajador en uno de los hoteles del turístico Scottsdale. 

Andrea, una votante de Scottsdale (Arizona), tras depositar su voto anticipado en un colegio electoral.

Andrea, una votante de Scottsdale (Arizona), tras depositar su voto anticipado en un colegio electoral. / IDOYA NOAIN

También lo hacía Jim Herzberg, hombre blanco de 69 años, que replicaba uno a uno los mensajes de Trump: una supuesta frontera abierta, una supuesta invasión de inmigrantes, una supuesta deriva de EEUU hacia el socialismo… Herzberg hablaba también de la inflación y de la necesidad de asegurar la independencia energética (un sinónimo de seguir las perforaciones de combustibles fósiles, una idea no demasiado popular para muchos en uno de los estados que más conciencia muestra sobre la emergencia climática).

Hablaba además de las guerras en Ucrania y Gaza como señal de debilidad de Biden, de "adoctrinamiento en universidades" y de "asegurar que los hombres no compiten en deportes de mujeres". Y decía que no vio el asalto al Capitolio como una insurrección. Trump, esta misma semana, ha dicho que aquel 6 de enero fue "un día de amor".

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