Análisis
Estados Unidos y España; vidas paralelas
El triunfo de Donald Trump llega en un momento de bonanza económica en términos estadísticos pero empeoramiento de la calidad de vida de los estadounidenses, pero Harris se limitó a alertar frente a la amenaza de la deriva loca del trumpismo

Donald Trump. / EP
Ernesto Ekaizer
La Bolsa de Nueva York estaba este miércoles hecha un toro (definición para la tendencia alcista), el dólar cotizaba al alza en los mercados monetarios, la actividad económica crecía al 2% y la tasa de desempleo se situaba en el 4,1%, todo un récord a la baja. La amenaza de una recesión -incluso moderada- parecía convertida en un aterrizaje suave tras la recuperación de la economía hundida por la pandemia. ¿Y por qué, con este cuadro macroeconómico, Kamala Harris y Donald Trump llegaron aparentemente empatados en las encuestas hasta el 5 de noviembre? E incluso con las expectativas a favor de una victoria de Trump.
Sí la economía en términos estadísticos iba tan bien, ¿por qué llegaron empatados según los sondeos? En las encuestas, la gente respondía que, si bien la estadística podía interpretarse positivamente, su realidad personal no era buena y que, incluso, podía calificarla de mala. La inflación estaba bajando, sí, pero eso no quería decir que la capacidad adquisitiva de la población experimentase una recuperación.
La inflación, en efecto, aunque bajase ahora, se identificaba con el periodo de Joe Biden, a partir de enero de 2021, producto de la obstrucción de los suministros mundiales causados por la pandemia, un factor reforzado por la elevación del precio de la energía, derivada de la invasión de Ucrania por el Ejército de Rusia el 24 de febrero de 2022.
Mientras, durante gran parte de los cuatro años de Biden los salarios se mantuvieron por debajo de la aceleración de los precios, los cuales incluso ahora se sitúan un 20% por encima del nivel anterior a la citada pandemia.
¿Y el empleo? Pues si bien la estadística refleja una tasa históricamente baja (4,1%), la calidad de los empleos a tiempo completo se ha degradado y los trabajadores han tenido que buscar un segundo empleo para sostener su nivel de vida.
Estrategias de campaña
Y, para más inri, la desaceleración en la tasa de creación de puestos de trabajo ya ha empezado, quizá por efecto de huelgas y de huracanes. Mientras, la campaña de Kamala Harris en lugar de dar una respuesta a las inquietudes económicas de la población y formular una propuesta para los próximos cuatro años se limitó a atacar la personalidad de Trump y sus características fascistoides.
Problema: Trump ha desarrollado una campaña sin complejos, sin ocultar su racismo y su voluntad de vengarse de sus adversarios si volvía a ganar en 2024, por lo que siguió denunciando el robo de la elección de noviembre de 2020, donde obtuvo 74 millones de votos (siete millones menos que Biden). Por tanto, Trump no ocultó su agenda. Y, sin embargo, la entrada tardía en campaña de Harris -resistencia a abandonar de Biden mediante- y su campaña negativa, es decir, la denuncia del riesgo que suponía la candidatura supremacista de un delincuente para el futuro de Estados Unidos no ofreció a los electores una alternativa de carne y hueso a las extravagancias de Trump.
El no a Trump, no al peligro ultraderechista, no a la deriva loca del trumpismo, no a las mentiras, mientras al mismo tiempo Harris prometía continuar los cuatro años que ella y Biden habían protagonizado entre 2021 y 2024 (incluyendo el apoyo a Netanyahu en Gaza, Cisjordania y el Líbano) situaron al partido Demócrata como el partido del 'establishment'. Y permitieron elevar la figura de Trump nuevamente -después de la experiencia de 2016 ante Hillary Clinton- por encima de los partidos, habida cuenta de que representaba al partido Republicano, ironía de la historia, al tiempo como el candidato 'antiestablisment'.
El caso de España
Hay en esta nueva elección un mensaje para Pedro Sánchez. La fórmula de denunciar que viene la derecha del Partido Popular y los ultraderechistas de Vox no servirá para frenar esa deriva. Lo cierto es que ya se reveló incapaz de frenarla en julio de 2023 en términos de voto popular.
En cierto modo, hay un paralelismo entre la situación económica de España y Estados Unidos. Porque España ha sido dentro de una Unión Europea, económicamente en recesión, algo así como la economía norteamericana, con tasas de crecimiento superiores al 2% y un descenso sistemático de la tasa de desempleo. Y con una desaceleración de la tasa de inflación.
Pero este éxito estadístico no deja de contrastar con un empleo de baja calidad y con precios que siguen sin ser alcanzados por los salarios reales y pensiones todavía muy bajas. Y con la vivienda convertida en activo de especulación financiera. Si en lo que resta de legislatura -sin tener en cuenta un accidente de recorrido que anticipe las elecciones generales -el Gobierno no gobierna, esto es, no da una respuesta a los problemas existentes realmente percibidos por los ciudadanos, el tsunami de Valencia y el de Trump terminarán haciendo su trabajo. Que viene el lobo, pues, ya no va a servir.
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