Cónclave
Ángel Rossi, cardenal jesuita argentino: "El legado de Francisco es sólido y sería una trampita rumbear para otro lado"
El purpurado, exalumno de Jorge Bergoglio y hoy elector, defiende en una entrevista con EL PERIÓDICO la herencia del difunto Papa y afirma que la Iglesia no puede dar marcha atrás en sus reformas

El cardenal argentino Ángel Rossi, centro, sale de la reunión de la congregación general, este miércoles. / ANGELO CARCONI / EFE

Aparece en la puerta de entrada de la curia de los jesuitas en Roma sin el hábito cardenalicio y con aire afable. El sitio elegido para la entrevista es una austera habitación con una mesa, dos sillones y tres sillas esqueléticas. Imposible desligar al cardenal argentino Ángel Rossi (Córdoba, Argentina, 1958) de la estampa que transmitía el difunto papa Francisco. Afuera, el cercano Vaticano bulle por los preparativos para el cónclave, pero Rossi está tranquilo. Eso sí, tiene las ideas bastante claras sobre la sucesión del primer papa latinoamericano de la historia.
"Yo lo que no desearía es un Papa que pendule, que haga que la Iglesia pendule y volvamos para atrás, un Papa que deje la periferia y se meta al palacio", dice Rossi, uno de los cuatro cardenales argentinos menores de 80 años que participarán del cónclave. "Hay un poeta nuestro que, al definir a San Juan de la Cruz, [decía] ojos altos, manos juntas, pies desnudos en el barro. Podría ser el lema del futuro Papa. Se lo voy a sugerir cuando salga", añade este purpurado, nombrado cardenal hace dos años por Francisco, jesuita como él, y que fue uno de sus alumnos en el seminario de la Compañía de Jesús. Será su primera elección papal.
¿Está en riesgo el legado de Francisco?
Espero que no. Digamos, no creo que esté en riesgo, sino que pienso que es suficientemente sólido y uno confía en que quienes formamos parte ahora del cónclave sepamos valorarlo justamente. [...] No tiene por qué ser otro Francisco, pero bueno, hay ciertas líneas, ciertas huellas que ya están claras y sería, casi diría, una trampita rumbear para otro lado.
En una homilía, el cardenal Reina habló de ese riesgo de volver hacia atrás.
Sí, siempre está entre nosotros la tentación del náufrago que se tira de la barca. Eso —el volver atrás— daría seguridad, daría comodidad, daría menos riesgos, daría, digamos así, quedar acomodaditos todos nosotros, pero, bueno, eso no ha sido lo que ha hecho el papa Francisco.
¿Entonces usted cree posible un Papa continuista?
Sí, creo que sí y espero que sí. Insisto, no que sea el calco de Francisco, porque además puede haber lo propio del que venga, que sume o que enriquezca la propuesta, el modo de gobierno, el modo de pastoreo, pero, bueno, distinto no significa contradictorio.
Una de las reformas más importantes de Francisco fue la de la sinodalidad, es decir, hacer de la Iglesia una institución menos centralizada. ¿Es esa una línea roja para el clero afín al difunto Papa?
Sí, la sinodalidad es algo que podría estar en riesgo, porque es un desafío. Implica un gobierno no centrado en una persona, implica discernir juntos, implica el no al clericalismo, implica un gobierno no de príncipes sino de servidores. Es un modo de proceder, un modo de pensar.
¿Y este modo de pensar será predominante entre los cardenales del cónclave?
Dios quiera, Dios quiera.
¿Cuáles son los temas de fricción?
Bueno, digamos que de alguna manera son estos, y el modo de encarar el ministerio o el servicio a nuestro pueblo, ¿no? Tenemos que optar entre cercanía o distancia, entre mirar de arriba o mirar parejito uno con otro, sin perder la autoridad, porque a veces el pastor —como se dice— tiene que ponerse delante, pero no siempre también.
¿Y cuáles son los temas de hoy más acuciantes para la Iglesia y el mundo, según usted?
Muchos y muy duros. El gran tema, que Francisco se llevó a la tumba con gran dolor, es la paz. Las guerras, en último término, son negocios. Lo que está en juego no es una frontera o una religión, sino el bolsillo de muchos, a los que sin esto se les caería la que es la primera entrada de dinero del mundo. Yo siempre me acuerdo de que el 10 % de lo que se invierte en armas se termina en hambre en África, en Argentina, en el mundo. Con eso está todo dicho. Francisco siempre lo decía: el hambre es una opción.
¿Los cardenales están recibiendo alguna presión?
¡De ustedes! (se ríe) Cuando vamos caminando... para que paremos y hablemos...
Me refiero al poder político.
Bueno, eso no hizo falta ni que se muriera Francisco, ya estaba instalado. Siempre habrá.
El cardenal Gerhard Müller evocó el cisma si el cónclave elige a otro Francisco.
Una sola palabra: triste. Muy triste.
¿Existe ese riesgo?
No creo. De todos modos, un comentario muy triste. Él lo dice con espíritu de cisma, por lo tanto el cisma lo lleva en su corazón.
¿Un Papa moderado es una opción?
No, moderado no. Evangélico. ¿Qué significa moderado? Si moderado significa mediocre, no [es una buena opción]. Francisco solía decir que los peores extremistas son los extremistas del medio.
Solemos presentar a la Iglesia con la dicotomía entre progresistas y conservadores. ¿Esto existe en la Iglesia?
Sí, siempre existió. De todos modos, en las reuniones no prevalece ese espíritu. Hay un ambiente de fraternidad, de diálogo. Hay también otras figuras, se las respeta, pero no significa que prevalezcan en la Iglesia.
¿Y la dicotomía entre el teólogo y el pastor?
El buen teólogo antes fue pastor, digamos así. El buen teólogo es aquel que expresa bien el modo en que el pueblo se comunica y se manifiesta con Dios. Cuando eso no se da, cuando no se escucha al pueblo, bueno, empezamos a hablar cosas que no entendemos ni nosotros mismos.
Geográficamente hablando, ¿qué Papa necesita la Iglesia? ¿Un Papa de África o de Asia, donde la Iglesia está creciendo más?
Bastaría que tenga una mirada hacia allí, y hacia todos lados. Un Papa que tenga un corazón grande como un mapamundi. No hace falta nacer ni en Alaska ni en París. Europa también es periferia en muchas cosas en las que agoniza.
¿Qué Papa no quiere que se elija?
¡Yo!
Vale. ¿Y qué otro Papa no desearía?
No desearía justamente un Papa que pendule, que haga que la Iglesia pendule y volvamos para atrás. O un Papa que se encierre en sí mismo, un Papa que deje la periferia y se meta al palacio —también espiritualmente—, un Papa que no escuche, distanciado o divorciado de la realidad. Hay un poeta nuestro que, al definir a San Juan de la Cruz, [decía] ojos altos, manos juntas, pies desnudos y en el barro. Yo creo que podría ser el lema del próximo Papa. Se lo voy a sugerir cuando salga.
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