Perfil
Robert Francis Prevost, nuevo Papa: un estadounidense latino en las antípodas de Trump

Proclamación del nuevo Papa León XIV / AP

Quienes conocen personalmente a Robert Francis Prevost, el cardenal estadounidense y peruano que desde este jueves es el papa León XIV, hablan de un hombre discreto, sereno, reservado y cauto. Ahora, este agustino de 69 años y figura menuda se hace gigante en la Iglesia católica, una institución que gracias a él acaba con el tabú de nombrar un Papa de Estados Unidos.
Ese hito llega en un momento políticamente significativo, con Donald Trump en la presidencia de su país. También, cuando vive un giro hacia el conservadurismo la iglesia católica estadounidense, fundamental para las donaciones al Vaticano, cuyas cuentas ahoga el déficit. Pero Prevost, un aliado de su predecesor, Francisco, no forma parte de ese movimiento, como demuestra la campaña en su contra que había estado librando en los últimos días la ultraderecha católica estadounidense, que le ha acusado de acciones inadecuadas en la lucha contra la pederastia y los abusos sexuales. Y en su primer mensaje este jueves como Papa ha usado, además del italiano, no el inglés que Trump ha dictaminado idioma oficial de EEUU sino el español. El recuerdo de León XIV ha sido, además, para la diócesis peruana de Chiclayo, de donde fue arzobispo, no para Chicago.
En la gran urbe de Illinois nació en 1955, en una familia donde su padre, de ascendencia francesa e italiana, era catequista y su madre, que le ha dado el apellido Martínez, era una bibliotecaria con raíces en España. Prevost se ordenó sacerdote a los 27 años y se doctoró en derecho canónico en la Universidad Pontificia de Santo Tomás de Aquino en Roma. Tiene también títulos universitarios de la Universidad Villanova de Pensilvania y de la Unión Teológica Católica de Chicago.
Misión en Perú
En 1985 se fue a Perú para unirse a la misión Agustiniana en el país y allí fue misionero, párroco y profesor antes de obispo en la primera de sus dos etapas en el país latinoamericano, donde ha pasado casi un tercio de su vida y donde conoció y apreció al padre Gustavo Gutiérrez, fundador de la teología de la liberación.
Regresó a Chicago en un breve paréntesis en 1987 para trabajar como pastor de vocaciones y director de misiones de la provincia agustiniana allí y luego volvió de nuevo en 1999 tras ser elegido prior provincial de los Agustinos del Medio Oeste. En 2001 fue nombrado director general mundial de la orden, un puesto que ocupó hasta 2013 y que, aunque le basó en Roma, le hizo viajar por los 50 países donde están presentes y le dio una gran experiencia global.
En 2014 el Papa Francisco volvió a enviarlo a Perú, para que fuera administrador y luego obispo de Chiclayo, en el norte del país. Un año después obtuvo la nacionalidad peruano.
El argentino conoció personalmente a Prevost en un viaje a Perú y su estima por él hizo que le llevara de vuelta a Roma en 2023 para asumir la Comisión Pontificia para Latinoamérica, un trabajo que mantenía al nuevo Papa en contacto con la jerarquía de la iglesia en la parte del mundo donde hay más católicos. Hace dos años y medio Francisco nombró a quien ha acabado siendo su sucesor prefecto del Dicasterio de los Obispos, uno de los puestos más influyentes del Vaticano, desde donde ha estado seleccionando a todos los obispos y dirigiendo su gestión.
"El yanki latino"
"Todavía me considero un misionero", confesó al llegar a Roma Prevost, que era conocido allí como "el yanki latino" y que se parece a Francisco en la defensa y el énfasis en la sinodalidad, los esfuerzos para hacer las estructuras de la Iglesia más incluyentes y participativas, pero también en su idea de un clero "cercano al pueblo" y en su compromiso con los pobres y con los inmigrantes. Son temas de justicia social y derechos humanos que hicieron chocar al Sumo Pontífice con Trump o con su vicepresidente, el converso al catolicismo JD Vance, al que Prevost ya afeó mensajes en su cuenta en X, la antigua Twitter.
Prevost, que además de italiano, inglés y español habla francés y portugués y lee latín y alemán, le decía el año pasado a la web de noticias oficial del Vaticano: "El obispo no debe ser un pequeño príncipe sentado en su reino". El Papa menos. Y él llega al papado con la experiencia pastoral sobre el terreno pero también con la experiencia de quien ha tenido que aprender a navegar las complejidades del gobierno central de la Iglesia.
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