En pleno fragor de la batalla de Bagdad --que acababa de estallar con el ataque aliado al aeropuerto Sadam Husein--, dos grandes enigmas persistían ayer noche sin desvelar: ¿qué ha sido de las divisiones de la Guardia Republicana que defendían el sur de la capital? y ¿dónde está, si sigue vivo, Sadam Husein?

Sólo la respuesta a esa primera incógnita aparecía clara, al menos para los analistas militares: Sadam ha replegado a sus fuerzas de élite en Bagdad para librar en esa ciudad de cinco millones de habitantes lo que él mismo definió como "la última batalla". En el laberinto de calles, plazas y avenidas, el "bosque de rifles" con el que el líder iraquí prometió recibir a los invasores tiene muchas más posibilidades de infligir un duro castigo a las columnas atacantes, ya que la inmensa superioridad tecnológica y de potencia de fuego de las tropas norteamericanas queda mitigada por los condicionantes de la guerra urbana. Por ejemplo, los tanques M1-A1 Abrams, casi invencibles en campo abierto, quedarán casi en igualdad de condiciones con los T-72 iraquís de fabricación soviética, que pueden sorprender a los blindados de Estados Unidos desde callejones o bocacalles.

500 MUERTOS EN UN COMBATE

Lo cierto es que en la última galopada hasta el extrarradio de Bagdad, el Séptimo Regimiento de Caballería --punta de lanza de la Tercera División de Infantería-- halló una resistencia esporádica de pequeños grupos de soldados con armas ligeras, atrincherados a lo largo de la carretera. Sólo se libró un combate de envergadura en el intento iraquí de recuperar un puente sobre el Éufrates, contrataque desesperado en el que perecieron unos 500 milicianos, según estimaciones de los mandos norteamericanos.

Según el Pentágono, las divisiones Medina y Bagdad de la Guardia Republicana fueron "aniquiladas" en los demoledores avances de la Tercera División desde Kerbala y Hilla, junto al Éufrates, y del Primer Cuerpo Expedicionario de Marines desde Kut, a orillas del Tigris. Sin embargo, los corresponsales integrados en las fuerzas atacantes sólo vieron restos de camiones y blindados ligeros, junto a los cadáveres de soldados iraquís. Ni rastro de los 400 tanques con los que se estima que contaban esas divisiones de Sadam antes de la guerra.

"Me asombra que no haya enviado contra nosotros a sus unidades acorazadas", reconocía el mayor Michael Johnson, del Tercer Batallón Blindado. "¿Se han replegado a Bagdad para esperar nuestra llegada?", se preguntaba en el Mando Central en Doha (Qatar) el general de brigada Vincent Brooks. "Tendremos que tomar eso en cuenta y comprobar esa posibilidad".

UNA NUEVA BASORA

En cualquier caso, Estados Unidos no puede arriesgarse a meter a sus soldados en un avispero como el del desastre de Mogadischo (Somalia), donde combatientes irregulares con armas ligeras y escasa organización diezmaron a los superentrenados marines norteamericanos.

En la capital iraquí, la defensa estará al cargo de batallones disciplinados y entrarán por primera vez en combate las divisiones de la Guardia Republicana Especial, que son las más preparadas de Irak.

Por tanto, lo más probable es que las tropas invasoras se limiten a cercar la capital iraquí y traten de evaluar los daños sufridos por el enemigo, así como su estrategia y capacidad, antes de acometer el asalto de la ciudad.

El comandante de las fuerzas británicas, mariscal Brian Burridge, predice una situación como la de la ciudad de Basora, donde los ratas del desierto empezaban ayer a ocupar cautamente el extrarradio de la localidad, cuya conquista fue anunciada hace diez días y en la que aún resisten unos pocos cientos de fedayines mal armados.

RIESGO DE VÍCTIMAS CIVILES

Los mandos aliados también aducen que la conquista de Bagdad será larga y difícil porque intentan reducir al mínimo el número de víctimas civiles, aunque en los últimos días el mundo ha sido testigo horrorizado de las matanzas causadas por las bombas norteamericanas.

Llegada la batalla por la capital, sólo hay dos alternativas: sitiar la ciudad, con el consiguiente sufrimiento para la población, o atacarla, en cuyo caso será inevitable que los ciudadanos queden a merced del fuego cruzado de los contendientes.

Si las fuerzas leales a Sadam Husein plantan cara a los invasores anglo-norteamericanos, emplearán sin duda tácticas de guerrilla urbana que degenerarán en una gran mortandad y destrucciones masivas.

Por eso es sangrante, en esta fase de la conflagración, que todavía haya políticos capaces de comparar las víctimas de la guerra con las de los accidentes de tráfico, como hizo ayer el presidente de la Xunta de Galicia, Manuel Fraga.