Por primera vez desde que empezó la guerra, proyectiles de mortero cayeron ayer en el centro de Bagdad. Unas bombas cuya escasísima precisión las hace muy peligrosas para la población civil, ya castigada por casi tres semanas de bombardeos aéreos incesantes.

Ahora, la artillería norteamericana contribuye a la lluvia de fuego que EEUU está descargando sobre la ciudad, de cinco millones de habitantes, y sus obuses carecen de los sistemas de guiado de los que el Pentágono alardea cuando aduce que sus bombas de aviación y misiles de crucero sólo alcanzan objetivos militares. Según el Comité Internacional de la Cruz Roja, "durante los feroces bombardeos, los hospitales (de la ciudad de Bagdad) reciben 100 heridos por hora".

En uno de esos hospitales, Osama Saleh al Duleimi se ve incapaz de atender el ininterrumpido flujo de pacientes con graves heridas. Ha vivido ya dos guerras anteriores, pero subraya: "He sido médico durante 25 años y esto es lo peor que he visto jamás, en cuanto al número de muertos y de heridas mortales". Los persistentes ataques norteamericanos también impiden el tránsito de las ambulancias y la llegada de personal médico a las clínicas.

HOSPITALES SIN SUMINISTROS

Esa tragedia se agravará día a día, a medida que se agoten las reservas de agua potable y de gasolina para los generadores de los hospitales, que también carecen de suministros de fármacos y material médico. Sin embargo, las fuerzas norteamericanas que asedian la ciudad parecen dispuestas a mantener un largo sitio, para evitar las batallas urbanas en las que su inmensa superioridad tecnológica y de potencia de fuego queda mitigada por las tácticas guerrilleras de los defensores.

El cerco de la capital iraquí se cerró ayer con la captura por la Tercera Brigada de Infantería, en el norte de la ciudad, de la carretera número 2 que conduce hacia Kirkuk. Así que los soldados invasores "han aislado Bagdad, cerrándoles a las fuerzas militares del régimen todas las rutas de escape o para recibir refuerzos", aseguró el general Vicent Brooks en el Mando Central en Qatar. Según fuentes de ese cuartel general, cerca de 3.000 iraquís perecieron el día anterior en la incursión de una columna acorazada por el sur de Bagdad, aunque Brooks no quiso confirmar esa cifra, argumentando que "no nos paramos a contar" las víctimas que causaron sus tropas.

LUCHA CASA POR CASA

Otro infierno bélico rugía ayer a unos 100 kilómetros al sur de la capital, en Kerbala, donde los soldados de élite de la 101ª División Aerotransportada libraban una feroz lucha casa por casa, a temperaturas superiores a los 35 grados, contra cientos de fedayines parapetados en los edificios del centro de la ciudad. "No creo que tengan la más mínima posibilidad, porque poseemos una potencia de fuego abrumadora", explicaba el sargento Todd Morton. "Pero hay que decir que ciertamente tienen redaños".

Aún más al sur, en la segunda ciudad del país, Basora, las fuerzas del Ejército británico penetraban por fin hasta el centro de la población --después de 15 días de asedio-- y establecían una posición militar permanente en pleno casco urbano. Incluso así, las tropas ocupantes afrontaban una pertinaz resistencia de guerrilla urbana y un soldado británico pereció en las primeras escaramuzas con los defensores.

MATANZA ´AMIGA´

En el norte del país, un nuevo error de los aliados lanzó una lluvia de fuego amigo sobre un convoy en el que viajaban guerrilleros kurdos y tropas de Estados Unidos. El bombardeo aéreo dio muerte a 18 kurdos, incluido el intérprete del enviado especial de la BBC, quien resultó herido. Sólo minutos después de la matanza, el periodista, John Simpson, relató: "Esto es una escena salida del infierno. Hay vehículos en llamas, cuerpos sin vida esparcidos y trozos de cadáveres a mi alrededor".

Sin duda, el paisaje que queda después de un bombardeo como los miles que EEUU ha lanzado en Bagdad y sus alrededores en estos 18 días de guerra. En realidad, la escasa resistencia presentada en el extrarradio de la capital se debe a que las divisiones de la Guardia Republicana fueron diezmadas por los terroríficos bombardeos norteamericanos que devastaron las afueras de la ciudad durante ese tiempo.

Pocos y mal armados, los defensores de Bagdad serán ahora las víctimas de una nueva carnicería, a la que Estados Unidos denominará victoria.