Mientras los aliados avanzan dejando un reguero de cadáveres civiles, decenas de miles de familias kurdas ven acercarse el ansiado momento de regresar a sus hogares en Kirkuk y Mosul, en el norte de Irak, de donde han sido expulsadas durante los últimos 30 años.

Las ciudades de Kirkuk y Mosul, bajo las cuales se asientan ricos yacimientos de petróleo, son geográficamente kurdas. La inmensa mayoría de su población perteneció siempre a esta etnia. Pero el régimen de Sadam impulsó un plan de arabización de esas codiciadas áreas. El plan no consistió en otra cosa que en despojar a los kurdos de sus hogares, echarlos hacia el norte y reemplazarlos por población árabe del sur y el centro.

Ahora, con Bagdad cercado por los aliados y los milicianos kurdos a menos de 15 kilómetros de Kirkuk y 30 de Mosul, los despojados se preparan para volver a sus casas.