Mientras se impone una calma precaria en el Irak ocupado, y en España hacemos recuento de los daños padecidos en nuestra convivencia, los actos del fin de semana auguran que la crispación política de la que se culpan unos a otros no va a remitir, al menos, hasta después de las elecciones.

Volvamos al principio. Hay dos reglas que un gobierno debe observar siempre: la primera, respetar el principio de legalidad, nacional e internacional; la segunda, no gobernar contra la mayoría.

El Gobierno que preside José María Aznar se ha saltado las dos reglas, semáforos rojos de la democracia: ha respaldado la guerra violando el derecho internacional y prescindiendo de la voluntad de los españoles. Con ello ha golpeado uno de los pilares del Estado de derecho: la confianza de los ciudadanos en las instituciones. De ahí viene la crispación. La democracia española, que se ha enfrentado a conflictos peores, superará también éste. La solución está en las urnas.