Marina, una joven rumana de cabellos rubios, llora desconsoladamente. "Llevo dos días viniendo de Vinar²s a las cinco de la mañana, estoy en la cola, y a las dos de la tarde me cierran la ventanilla". Como Marina otros cientos de inmigrantes sin papeles sufren su adelantado vía crucis particular desde el martes, cuando comenzó el reparto de números para la atención a extranjeros en las destartaladas instalaciones de la Comisaria.

Enriqueta Expósito, del bar Cris, situado enfrente de Comisaria, no duda en afirmar que la situación de las colas kilométricas de los sin papeles "da pena". Y es que, a primera hora de la mañana es testigo directo de la impotencia y la desesperación que sufren hombres y mujeres de allende nuestras fronteras que buscan regularizar su situación laboral. "Vienen y tienen que esperar muchas horas", afirma.

El marroquí Abdelali Zermoufi lleva dos días sin trabajar. "He perdido dos jornales para poder estar en la cola y aún tendré que venir mañana (hoy para el lector), porque a las dos cierran la ventanilla y ya no dan más números". "Nos tratan muy mal", se lamenta este empleado de una ferralla. En términos similares se expresa María Borilla, una colombiana que también se encuentra en trámites de legalizar su situación laboral. Para el portugués Joao Baptista Carballo, inmigrante comunitario, este proceso "tendría que ser más rápido".