José Luis Rodríguez Zapatero sería el nuevo presidente del Gobierno español y el PP pasaría a la oposición si el 14 de marzo se hubieran producido los resultados registrados en las elecciones europeas del pasado domingo. Por mucho que la diferencia entre uno y otro partido haya disminuido, lo cierto es que los conservadores fracasaron en su intento de deslegitimar el triunfo socialista de las legislativas que los descabalgó del poder.

Sentado este hecho obvio --pero que algunos intentan negar--, el análisis de los resultados deja claro que todos los partidos políticos han perdido votos. Unos más que otros, pero todos han perdido, tanto si los comparamos con los registrados en las europeas de 1999 como si lo hacemos con los de las generales del pasado 14 de marzo.

Todos estos votos perdidos engrosan la abstención, una bolsa que ha crecido de forma espectacular: nada menos que 18 millones de electores se quedaron en casa, frente a los menos de 15,5 millones que depositaron su papeleta en la urna.

FINAL O INICIO DE ETAPA Descontada la abstención, caben dos interpretaciones: considerar que las elecciones del domingo marcan el final de un ciclo político (y sus resultados hay que compararlos con los de las europeas de 1999) o que forman parte del ciclo iniciado en las generales del 14 de marzo.

En un caso el PSOE sale mejor parado que el PP; en el otro, los conservadores salvan más la cara que los socialistas. Izquierda Unida, por su parte, pierde aproximadamente la mitad de sus votos en ambas interpretaciones.

También los partidos nacionalistas salen mal parados. Esto resulta evidente a la vista tanto del resultado registrado en cada una de las comunidades autónomas, como del hecho de que PSOE y PP incrementan en conjunto su peso en el cómputo general de los votos: ahora suman el 84,60% de los sufragios válidos emitidos, cuando el pasado 14 de marzo representaron el 80,30% y en las europeas de 1999, el 75,07%. Falta saber si esta tendencia a un mayor bipartidismo se mantendrá en próximos comicios o no.

Si consideramos estas elecciones europeas como una segunda vuelta de las legislativas del 14-M, el PSOE ha perdido casi cuatro millones y medio de votos, y el PP se ha dejado casi tres millones y medio de papeletas por el camino. La diferencia entre uno y otro se ha reducido, por tanto, en un millón de votos, consecuencia de que los conservadores han sabido movilizar mejor a su electorado que los socialistas. Este hecho puede ser consecuencia de la extraordinaria movilización de las últimas legislativas, celebradas en un ambiente de crispación extraordinaria, tanto por la política de José María Aznar como por los atentados terroristas del 11-M y la utilización política que de ellos hizo el Gobierno del PP.

Las urnas han confirmado además la tendencia a la baja de IU, que ahora no puede echar la culpa al voto útil. Falta saber si su descenso es reversible o si su electorado pasará a reforzar al PSOE o a la abstención.