Las empresas familiares constituyen aproximadamente el 95% del tejido empresarial de la provincia de Castellón --en datos absolutos, se habla de unas 35.000 sociedades de capital familiar en la provincia --y, sin embargo, son también el tipo de sociedades mercantiles más frágiles. Hasta el punto que, según datos del Instituto Valenciano de Empresa Familiar (IVEFA), el 80% de estas compañías se disuelve antes de llegar a la tercera generación.

LAS CAUSAS El menor interés de los hijos por tomar las riendas de la empresa de los padres, las fricciones familiares y la debilidad endémica de este tipo de sociedades están en la base, según los expertos, de la disolución de las empresas familiares en los últimos años.

"La motivación no la da un apellido", explica en esta línea la directora de la Fundación de Estudios Bursátiles y Financieros, Isabel Gimeno. "Las generaciones siguientes en una empresa familiar ya tienen estudios universitarios y eso no sólo les da formación, sino que también tienen más amplitud de miras, que, muchas veces, les hace prescindir de continuar al frente de la compañía", indica Gimeno como una de las claves de la disolución de las empresas de familia en la provincia. No es el único motivo: la falta de planificación --un 65% no prepara la sucesión-- y de profesionalización son otras de las causas que llevan a la desaparición de estas sociedades.

PROFESIONALIZACIÓN La falta de profesionalización se refleja, por ejemplo, en lo que la directora de la Fundación de Estudios Bursátiles llama "la selección negativa", es decir, los hijos más formados optan por no seguir en la empresa y "se queda el que menos vale". Otro de los problemas que puede surgir en el seno de una empresa familiar es el "agravio comparativo" que supone que los salarios no estén a precio de mercado, y que muchas veces los hijos del propietario incluso cobren menos que los trabajadores. "La falta de profesionalización es la asignatura pendiente de la empresa familiar", concluye Gimeno.

Frente a esto, los expertos consideran que, para garantizarse la supervivencia, la empresa familiar debe comprometerse a profesionalizar su gestión: encontrar puestos de trabajo adaptados a las capacidades de cada uno o establecer por escrito, mediante un protocolo, quién, cuándo y por qué entrará en la empresa, para evitar de esta forma los recelos entre los propios miembros de una misma familia y asegurar que los sucesores son personas de consenso y, por tanto, los más adecuados.

Además, "para la supervivencia, cualquier empresa debe abrir capital" y, en muchos casos, hace falta que una persona de fuera se haga cargo de la compañía, separando entre el consejo de administración y el de familia. En cualquier caso, los expertos apuntan a que la sucesión debe ser paulatina y producirse con tiempo. Y, en el caso de que ninguno de los hijos quiera hacerse cargo de la empresa, "vender en el mejor momento".

Sin embargo, a pesar de todas las recomendaciones, los datos de una encuesta elaborada por el IVEFA revelan que sólo el 2,8% de este tipo de sociedades tiene un plan de sucesión y los protocolos tan sólo han llegado al seis por ciento de las compañías, mientras que los consejos asesor y de familia únicamente se han implantado en el nueve y el 10% de los casos, respectivamente.