El devastador incendio del Windsor ya ha tenido un efecto inmediato en la política de prevención. La presidenta de la comunidad madrileña, Esperanza Aguirre, anunció ayer la revisión de los sistemas contra incendios de los edificios de más de 10 plantas para garantizar que "no vuelvan a repetirse hechos como los del sábado".

Si el Windsor hubiera dispuesto de los sistemas antiincendios más modernos, como la extinción automática con agua, los compartimentos estancos, las puertas de contención y alarmas conectadas con los bomberos, el suceso se hubiera quedado probablemente en un simple conato de incendio. El rascacielos no estaba obligado a disponer de ellos porque la normativa autonómica, la más moderna sobre este tipo de edificios --que es una de las más rigurosas de España y entró en vigor en el 2003--, no tiene efectos retroactivos. Sin embargo, sí que obliga a los edificios antiguos a ir incorporando poco a poco algunos dispositivos básicos, como las alarmas, los extintores automáticos y los sistemas de detección.

"Si hay que legislar se legislará, si hay que dictar normas, se hará, y si hay que exigir mayores requisitos, se exigirán", prometió el vicepresidente segundo de la comunidad, Alfredo Prada, que definió así su objetivo: "Que donde no llegan los bomberos, a partir de 50 metros, los edificios tengan sistemas eficaces antiincendios".

El consejero desconocía probablemente lo que el PSOE iba a explicar horas más tarde. Su grupo municipal en Madrid denunció que los bomberos disponen un camión con un brazo articulado capaz de proyectar agua a 80 metros de altura pero no pudieron usarlo por estar averiado. Un portavoz municipal confirmó los datos, pero negó que hubieran permitido apagar el fuego.

El concejal de Seguridad, Pedro Calvo, insistió en que cuando llegaron los bomberos, cuatro minutos después de recibir el primer aviso, el fuego "ya era muy importante". Allí se encontraron a los vigilantes empuñando mangueras "con una presión insuficiente" y "un humo negro tan intenso que intoxicó a gente preparada para los peores incendios". Los bomberos estimaron en "un mínimo de media hora" el tiempo que llevaban ardiendo las plantas 21 y 22 antes de que llegaran las primeras dotaciones.

Estos datos abonan la teoría sostenida por los bomberos y por los propietarios del edificio de que los cuatro vigilantes del inmueble cometieron el error de hacer frente a las llamas con sus propios medios y cuando avisaron a los bomberos ya era demasiado tarde. Prosegur, sin embargo, salió ayer en defensa de sus empleados. La empresa de seguridad sostiene que "uno de los vigilantes llamó a los bomberos en el mismo momento en que se detectó el fuego".