Casi 30.000 rumanos habitan en la provincia de Castellón, de los que 18.000 lo hacen en la capital de la Plana. Cuentan con carnicerías y tiendas de alimentación donde comprar los productos de su tierra. Incluso tienen su propio equipo de fútbol.

Han contribuido a activar el mercado de la vivienda de segunda mano en Castellón y disponen de sus propios locales de ocio. Pero también existe una cruda realidad: el 70% de los pobres de la capital son rumanos, gente que reside en infraviviendas y que sobrevive a partir de pequeñas cantidades obtenidas en la economía sumergida.

La inmigración irregular a Castellón desde Rumanía persiste, a pesar del control más riguroso por parte de la autoridades rumanas, a raíz de la próxima incorporación del país en la UE. Dos compañías grandes --Atlassib y Linebus-- operan en el transporte de viajeros por carretera, en las que tienen participación compañías españolas. Al margen existen microbuses y furgonetas. El viaje en autocar dura dos días, atravesando Francia, Italia, Austria, Hungría y España. Otras líneas hacen el trayecto por Alemania. El precio oscila los 200 euros. El trayecto es incómodo, por lo que muchos prefieren hacerlo en su propio vehículo. Otra opción es el viaje en avión. La aparición de una línea de bajo coste que opera entre Reus y Bucarest ha disparado la demanda. El precio de este billete oscila entre los 235 y 317 euros ida y vuelta aunque en temporada baja se reduce hasta 38 euros. El viaje dura tres horas y media. Targoviste es la zona de donde viene más del 50% de los rumanos afincados en Castellón. Aunque se puede venir con visado de turista, un recurso muy extendido es usar cartas de invitación firmadas ante notario. Por medio de ellas, un ciudadano que está aquí con documentación en regla invita a otro a visitar el país y garantiza su mantenimiento y se compromete a que regrese en tres meses. A la hora de traspasar la frontera, el inmigrante debe contar con 200 euros en metálico y propina, especialmente para quienes no quieren que conste que han pasado por la frontera.

Los pisos patera, en los que se hacinan ocho personas a cambio de alquileres exorbitados, siguen existiendo. No en vano el 70% de los pobres de Castellón son rumanos, según Cáritas. Junto a los que viven hacinados están los que pernoctan en casetas abandonadas en el campo.

Las dificultades para acceder a una vivienda en propiedad explican que el alquiler siga siendo un recurso para quienes están en situación irregular o acaban de acogerse a la normalización. Alquilar una habitación por 100 ó 150 euros permite enviar más dinero a la familia que está en Rumanía. No obstante, cada vez son más quienes buscan un piso al haber estabilizado su situación. El 80% lo adquiere de segunda mano. Su principal escollo es la dificultad para hallar un aval. La falta de dinero para pagar la entrada y el coste desorbitado dificulta el acceso a la vivienda nueva.

El aumento del coste de la vida, a raíz de la implantación del euro, y la subida de la gasolina preocupan a los rumanos, que persiguen ganar dinero para poder enviar a sus familiares. Los más afortunados han empezado a construirse casas en su país.

Quienes siguen en situación irregular buscan acceder al permiso de residencia a través del arraigo. Antes del proceso de normalización había 30.000 rumanos empadronados en la provincia pero sólo 9.000 tenían papeles. De las más de 16.000 solicitudes de normalización presentadas en la provincia, 6.404 lo fueron en la capital. Seis de cada diez fueron presentadas por rumanos.

Prueba de que los rumanos han comenzado a asentarse en la provincia es la cantidad de negocios regentados por ellos que han surgido en la capital de la Plana, desde carnicerías a tiendas de discos. Los comercios de alimentación rumanos venden cada vez más productos autóctonos de la tierra, señal de que empiezan a asentarse y traen aquí sus propias costumbres. Tienen su propio equipo de fútbol, Independant, que ha ascendido a Primera Regional.

Asimismo, ha aparecido una oferta de ocio, como la discoteca rumana Neptun. A los rumanos les gusta, además, salir al campo, al aire libre, y disfrutar de la carne a la brasa, en zonas como el Pinar de Castellón. En la capital, la plaza María Agustina es su lugar de reunión.

"Hay gente que ha estado de vacaciones en su tierra y esperaban con felicidad el regreso a España, porque dicen que aquí se sienten como en su casa", explicaba Angela Placsintar, que veía con preocupación esta situación pues es señal de que la situación en Rumanía todavía necesita mejorar.

Los principales sectores en los que se emplean los rumanos en la provincia de Castellón son el empleo doméstico femenino, en la construcción, en la hostelería, en la recogida de naranjas y, últimamente, la industria azulejere. No obstante, hay una masa importante de rumanos con permiso de residencia y trabajo que no encuentran trabajo. El problema es la falta de cualificación, pues, según la Asociación Rumana, el mercado laboral castellonense sigue precisando trabajadores cualificados. "Se busca gente con profesiones, como mecánicos de automóvil, conductores y, últimamente, están demandando profesores para dar clases de rumano", explica la presidenta de la Asociación de Inmigrantes de los Países del Este, Angela Placsintar. Al parecer, las relaciones comerciales con los países del Este están forzando una necesidad de formar a personal autóctono que tenga nociones de rumano.

Asimismo, las mujeres rumanas están encontrando también puestos como dependientas en establecimientos, aunque el idioma sigue siendo una traba. De hecho, sus superiores no ven bien que las vendedoras hablen en rumano, a pesar de que los propios inmigrantes valoran este aspecto a la hora de elegir un comercio.

A pesar del proceso de normalización, persiste la economía sumergida. Es el caso de muchas mujeres de 18 a 45 años que subsisten a partir de pequeñas cantidades de dinero trabajando en el mercado negro.