Los ortodoxos --religión que profesa la mayoría de los rumanos-- tienen también celebraciones en honor a los difuntos, aunque no coinciden con el 1 de noviembre.

Sus celebraciones se prolongan durante los siete sábados previos a la Pascua, en periodo de Cuaresma. En estos sábados se comparte un pastel de trigo y un vaso de vino. "El trigo simboliza la vida, porque se pone en tierra y, aunque muere, nace de él otra nueva planta con más semillas", explica el sacerdote ortodoxo Adrian Nicodin.

Además, hay otras dos fiestas para honrar a los difuntos, en primavera y otoño.

Disponen de todo un ritual en torno a la muerte. Así, tras el entierro de la persona fallecida tiene lugar una comida especial en su memoria.

Después, se celebran misas en su recuerdo al cabo de tres días, nueve días, 40 días, seis meses y, pasado este tiempo, una vez al año hasta cumplirse siete años seguidos.