Las familias de los enfermos mentales de Castellón se sienten huérfanas. Les hace falta de todo y cada día se enfrentan a la realidad de tener que cuidar a un enfermo --en su mayoría esquizofrénicos o con trastornos bipolar o de personalidad-- con todas las ganas del mundo, pero con muy pocos medios.

Aunque no hay datos oficiales al respecto, se estima que solo en la provincia existen entre 5.000 y 6.000 personas que sufren una enfermedad mental, es decir, cerca del 1,5% de la población. De esa cifra, unas 2.000 personas residen habitualmente en la ciudad de Castellón.

Y la vida cotidiana de estos enfermos y de sus familias no es, precisamente, un camino de rosas. "La situación por la que estamos atravesando es terrible. No tenemos nada". Quien así habla es Teresa Guillamón, presidenta de la Asociación de Familiares para los Derechos del Enfermo Mental, una entidad que nació hace ahora 12 años.

Los más grave, a juicio de este colectivo, es que la provincia de Castellón no tiene ni una sola plaza residencial para este tipo de enfermos, --el instituto de Salud Mental del Provincial es una unidad hospitalaria y además está "sobresaturada"--. "Debemos ser la única provincia española sin viviendas tuteladas, hogares de respiro o mini residencias", lamentan.

UN PLAN QUE NO LLEGA A finales del 2001, la Conselleria de Bienestar Social anunció un plan de salud mental y la construcción de residencias. Prometieron de 20 a 25 camas por cada 100.000 habitantes. "Muchas familias vieron la luz, pero muy pronto se dieron de bruces con la realidad. Cinco años más tarde, de ese plan no se sabe nada", lamentan todos los afectados consultados por este rotativo. "A las familias no les queda más remedio que llevar a sus hijos a residencias de Barcelona o atenderlos en su casa", describen las mismas fuentes.

La falta de camas obliga a los familiares a atender a los enfermos en su domicilio. Acuden habitualmente a los centros de salud, que atiende como pueden a estos pacientes. "Los servicios de Salud Mental de los ambulatorios tienen poco personal. Un psiquiatra o un psicólogo llega a visitar cada mañana a una veintena de enfermos y esa cifra es una barbaridad", cuentan desde el mismo colectivo.

A todos estos problemas se une la inexistencia de programas de atención domiciliaria específicos. "Las familias nos sentimos solas y desamparas", critican. La ley de Dependencia, que la pasada semana se aprobó en el Congreso de los Diputados y que entrará en vigor en enero del 2007, promete aliviar esta situación. "Ojalá sea así, aunque para creerlo, queremos ver antes los resultados", matizan.