Concha regenta un comercio familiar a escasos 50 metros donde todas las tardes, en Orpesa, un grupo de manteros ofrece a los viandantes gafas de sol y cinturones de marca por menos de 20 euros. “A esto no hay derecho. Yo pago religiosamente mis impuestos, la Seguridad Social y todos los gastos que me genera el local, y veo cómo las ventas están cada vez más flojas. Solo me falta salir a la calle y comprobar cómo estos chicos se llevan la palma”, se lamenta.

Al igual que Concha, son decenas los comerciantes de los municipios del litoral que ya han elevado sus quejas a los ayuntamientos reclamando soluciones. En Peñíscola, el malestar también es generalizado, aunque en todos los establecimientos consultados aseguran que no tienen nada “en contra de estos pobres chavales, que recorren muchos kilómetros cada día a temperaturas extremas para poder salir adelante”.

El sentir es general. “Al final, bajaremos nosotros también al paseo y venderemos nuestro género al lado de ellos. Las fuerzas de seguridad tienen que hacer algo y ponerse serios con las mafias que hay detrás, ya que esto ya es la gota que nos faltaba para colmar el vaso”, afirman en un establecimiento de Peñíscola. La impotencia que sienten viene añadida al mal año que está pasando el comercio local. “Esperamos que la cosa remonte en agosto y septiembre, pero, de momento, los ingresos no están dando ni para pagar el género que hemos adquirido”, dicen en otro centro de Orpesa. H