Ni algaradas callejeras, ni hordas de agentes antidisturbios imponiendo el orden a golpes de porra. Solo cientos de indignados del Movimiento 15-M sentados en la calle o vigilantes junto a las vallas de contención policial en las cuatro esquinas del complejo parlamentario valenciano.

El pleno de investidura celebrado ayer en Valencia discurrió con la normalidad que no se dio en Barcelona una jornada antes.

Francisco Camps no accedió al hemiciclo en helicóptero como su homólogo catalán, Artur Mas, sino por una puerta trasera junto a sus colaboradores más cercanos y ajeno a los dardos de los indignados. La misma táctica emplearon la mayoría de los diputados del PP y del PSPV, que llegaron a Les Corts dos horas antes de la sesión --fijada a las 11.00 -- por la estrecha calle Llibertat para evitar los gritos de repulsa. Solo la diputada de Compromís, Mònica Oltra, y la de EU, Marina Albiol, se dejaron ver con los indignados.

Los 400 ciudadanos --en su gran mayoría jóvenes-- que tomaron a las 9.30 horas la calle Navellos, donde está el acceso principal a Les Corts, repitieron las ya conocidas consignas contrarias a la corrupción política, a la falta de oportunidades laborales y a los recortes sociales. La exhibición de pancartas alusivas a los casos Gürtel y Brugal y al presidente de la Diputación, Carlos Fabra, se entremezclaban con unas simbólicas tarjetas rojas y la exigencia de más transparencia mientras un activista del 15-M exhibía una barra de pan y una ristra de chorizos. “Aquí lo que se busca es trabajo y una democracia real”, exclamaba otro veterano indignado mientras una portavoz del movimiento exigía ante las cámaras de televisión más igualdad. H