El Palacio de las Aulas y los alrededores fue un hervidero de gente desde primera hora de la mañana. El aparatoso despliegue policial por todas las calles del centro advertía de la relevancia de cuanto iba a suceder en la Diputación.

No faltó nadie, a excepción del president Francisco Camps, a quien sustituyó Paula Sánchez de León. Rita Barberá y Alfonso Rus no pararon de departir con los políticos provinciales, aunque, entre los invitados, quien se llevó todas las atenciones y por goleada, fue Isabel Bonig, la nueva consellera.

Todo el mundo estaba pendiente de Javier Moliner, a quien Carlos Fabra no dejó solo ni un minuto. Ambos recorrieron juntos los pasillos, antes y después del pleno, y juntos llegaron los dos al Salón Noble, entre aplausos.

Decenas de personas se quedaron a las puertas de la sala para no rebasar el aforo permitido. En su interior, el calor y la temperatura no dejaron de subir.

Todo transcurrió según el guión marcado, a excepción de un incidente técnico que paralizó el acto justo en el momento del recuento de los votos.

Lo que tampoco estaba en el guión es el guiño que Moliner le hizo a su esposa, Amparo Ortiz, y a sus padres, a quienes se dirigió y besó delante de todos en cuanto lo invistieron presidente. Los tres ocupaban la primera bancada junto a la diputada nacional e hija de Carlos Fabra, Andrea Fabra, que acudió con una de sus tres hijos, que aguardó sin rechistar las dos horas del acto.

La foto de los asistentes es la de la sociedad de Castellón. Guardia Civil, Policía Nacional, Iglesia, empresarios, colectivos ciudadanos, representantes del mundo del deporte y políticos de todos los partidos presenciaron la jura del cargo en el caso de los diputados del PP y de Francisco Valverde (PSPV). El resto optaron por la fórmula de prometer. Por cierto, la mayoría de ellos lo hicieron en valenciano. H