Alberto Fabra ha superado esta semana los dos exámenes más importantes desde que asumió la presidencia del Consell y del PPCV en julio del pasado año. Superó el jueves las exigencias del Gobierno con el plan de ajustes y ha pasado con nota su revalida al frente del partido regional.

El político de Castellón se ha ganado la legitimidad interna --su cargo, avalado por Génova, era de prestado por la dimisión de Camps-- y la libertad para diseñar un PPCV a su medida. Fabra asume el mando de un partido que lleva 17 años gobernando en la Comunitat y que, necesariamente, debe reinventarse si quiere superar con éxito en las elecciones del 2015 el lógico desgaste que conlleva el poder. Y ayer se sentaron las bases para ello.

Cuatro años después del anterior cónclave popular han emergido nuevos liderazgos a los cuales había que dar paso. Y así lo ha entendido el president, activando una profunda renovación en la estructura orgánica con un comité ejecutivo en clave territorial y en el que priman referentes del municipalismo alejados de cualquier sospecha de corrupción. Fabra citó las palabras ejemplaridad, transparencia y honradez como tres de las claves del nuevo ideario popular.

En su organigrama, Fabra ha rendido un tributo a su propia historia, se siente profundamente municipalista y así queda reflejado en el cuadro de mando. Por eso Castellón ha visto reforzado su poder institucional con la apuesta por alcaldes y concejales, que son los que tienen el voto. Otra clave para Castellón está en el ascenso de Marisol Linares, persona muy próxima a Carlos Fabra, que queda descartada así para renovar como secretaria provincial y deja a Moliner manos libres para elegir su equipo.

Otro importante dato para el análisis. Destacan tres nombres propios que salen del congreso con la máxima proyección para constituirse desde hoy mismo como los futuros barones provinciales: Moliner, José Císcar (Alicante) y Jorge Bellver (Valencia).

Mucho se ha escrito sobre el malestar de Rita Barberá y Alfonso Rus, incómodos por la elección de Serafín Castellano como dos. Pero Fabra lo dejó claro ayer: “Un proyecto sin peajes y sin ataduras”. Y eso le ha supuesto un 81% de aceptación --Camps solo obtuvo el 78% en su primera cita ante los militantes--, porcentaje menor del que, sin duda, hubiese deseado, pero suficiente para que el fabrismo se instale en el PPCV. Pero no podía ni debía ceder a las presiones. Barberá ha sido leal y Rus se queda solo con su hacha de guerra y ese 18% de votos en blanco. La conclusión es que el congreso ha cerrado las heridas en Alicante, pero se han abierto en Valencia.

Un apunte final. No existe ni la más mínima duda de que la dirección nacional del PP apoya a Fabra, pero este ha hecho gestos más que suficientes para que Rajoy y Cospedal levanten el pie en lo que respecta a la Comunitat. H