Lo que debería pasar por ser una cosa normal en democracia, se ha convertido en todo un acontecimiento político. Las reuniones entre el presidente de la Generalitat y el líder del principal partido de la oposición --también pasa a nivel nacional-- no se han prodigado en demasía en los 30 años de autogobierno, y más durante la etapa de Camps al frente del Consell. Aunque en este tipo de encuentros se mantiene un perfil más que discreto y no hay grandes expectativas de importantes acuerdos, sí que es saludable que el ciudadano perciba que los políticos están por el diálogo en los grandes temas, los denominados de Estado. Y, sin duda, lo que más preocupa ahora es buscar las bases para la reactivación del empleo y de la actividad económica. Y ahí, con sus diferencias ideológicas pero sin excusas, deben remar todos en la misma dirección. Y han tenido que ser dos castellonenses los que inicien una relación institucional entre las dos mayores fuerzas políticas de la Comunitat con normalidad.