Es una práctica habitual y que hasta hace unos años se veía casi como normal. Usted necesita que le pongan una antena de televisión, que le arreglen el coche o reformar el cuarto de baño y a la hora de buscar al profesional que se lo haga tiene dos opciones: puede ir a una empresa que le da garantías pero es más cara, o recurrir al manitas de turno que le hace un apaño y, por mucho menos del precio previsto, sale del problema.

Esa práctica que, en teoría nos supone un ahorro directo, al final nos sale caro a todos, ya que no sólo supone la pérdida de muchos ingresos para el Estado al no generar registro de su actividad, sino que supone una competencia desleal para las empresas que llevan a cabo su actividad con todos los parabienes, lo que ha provocado ya el cierre de muchas empresas en Castellón y que muchos trabajadores se vayan al paro. A día de hoy es imposible conocer cuál es el efecto de la economía sumergida, pero sí los sectores más afectados.

Y uno de ellos es el de la contrucción y todas las actividadades relacionadas con ella, es decir, pintores, fontaneros, electricistas... “ Llevo 34 años en el sector y nunca habíamos estado así de mal. En estos momentos se están pintando pisos de 100 metros en Castellón por 600 euros, cuando la tarifa normal es de 1.200 ó 1.400 euros”, señala Ramón, un autónomo de la capital con casi 40 años de experiencia que denuncia el “daño” de quienes trabajan ilegalmente.

Otro de los sectores afectados por el auge de la economía sumergida son los talleres mecánicos. Se estima que entre la crisis y la economía sumergida estos talleres, muchos de ellos familiares, han reducido sus ingresos en torno a un 20%. H