La interpretación de los resultados de PISA es sumamente compleja, pero desgraciadamente lo que mueve el debate son las lecturas simplificadoras de estos informes. Una mirada rigurosa sobre los datos indica que España es un país en el promedio internacional, antes estábamos ligeramente por debajo de la media, y ahora ligeramente por encima. El mayor error es creer que la posición ordinal entre países es informativa, cuando las diferencias en puntuación son tan pequeñas.

Gran parte del debate se ha centrado en las grandes diferencias entre comunidades autónomas y no en el tradicional papanatismo de compararnos sin reflexionar con otros países. Desde el 2009 ya sabíamos que las diferencias entre comunidades autónomas son tan grandes como entre países, pero no se le había prestado tanta atención.

Si Castilla y León fuese un país, estaría entre los primeros de la OCDE, mientras que Andalucía, estaría entre los últimos. Podríamos pensar que dichas diferencias son tan grandes debido a la descentralización autonómica. Pero, por un lado, bajo la dictadura, la desigualdad territorial en indicadores de desempeño educativo era mayor que en la actualidad. Y por otro lado, sistemas educativos más centralizados que el nuestro, como por ejemplo el italiano, arrojan mayores diferencias entre territorios. De todas las características que podamos encontrar relacionadas con estas diferencias territoriales, la tasa de alfabetización es la que guarda más relación con los datos de PISA. La tasa de alfabetización de 1960, incluso la de 1870, guarda más relación con la competencia en lectura en el 2015 que otras características, como el PIB per cápita actual. Dicho de otra forma, la inercia de la historia es lo suficientemente fuerte en los resultados actuales en PISA como para que debamos ser muy cautos a la hora de establecer relaciones directas entre políticas educativas y resultados en PISA. La historia, por supuesto, no lo explica todo. Es llamativo el caso del País Vasco, con un pasado educativo por encima de la media, con una inversión por estudiante que duplica la media nacional, un buen desempeño en indicadores educativos como abandono educativo temprano, y sin embargo, empeorando en el informe PISA. Habrá que esperar a estudios mucho más detallados para saber qué está pasando.

La comparación entre comunidades autónomas ofrece una gran ventaja frente a la comparación entre países. Los cambios de leyes educativas son los mismos, la formación y selección del profesorado, el currículum, los métodos didácticos… son mucho más parecidos entre comunidades autónomas que entre países, y es más fácil aprender de lo que se hace en la comunidad de al lado de un exótico país a miles de kilómetros. Pero al mismo tiempo pone sobre la mesa que con las mismas reglas de juego, es posible obtener resultados educativos muy diferentes. Se podría argumentar que esas reglas producen resultados distintos según el contexto socioeconómico y cultural de cada comunidad, pero como hemos señalado previamente, la inercia educativa parece bastante fuerte como para explicar buena parte de estas diferencias, sin necesidad de realizar hipótesis más complejas.

Sistemas comparables

También debemos tener cuidado con saber qué es lo realmente mide PISA. Julio Carabaña, catedrático de Sociología, ha estudiado con gran detalle los informes, para concluir que lo que miden no es algo que se enseñe principalmente en la escuela. Esto se debe a que las pruebas de PISA se diseñan con gran independencia de los contenidos escolares para permitir la comparación entre tantos países. A medida que una prueba educativa es más independiente de los contenidos escolares, su resultado tiene menos que ver con lo que sucede en la escuela y más con lo que sucede fuera. Una evidencia a favor de esta tesis es que entre los años 2000 y 2009 mejoró la inversión por estudiante o la ratio estudiantes/profesorado sin que empeorasen los resultados académicos, mientras que los recortes en educación no han llevado a peores resultados educativos.