El cultivo de clemenules, la variedad reina de la producción citrícola castellonense --supone en torno al 75% del total-- sigue perdiendo superficie en activo. Solo en el último año el descenso supone 515 hectáreas, lo que representa el equivalente a 700 campos de fútbol de tamaño medio.

Se trata de una evolución que se achaca en una pequeña parte a la introducción de nuevas variedades más rentables pero, sobre todo, al abandono de la tierra.

El dato procede del informe actualizado de la coyuntura del sector de los cítricos en la Comunitat Valenciana que hizo este lunes público la Conselleria de Agricultura, en el que se refiere que «continúa la reducción de la superficie de cultivo, con unas 515 hectáreas menos».

En términos porcentuales, la caída de la tierra empleada para producir esta fruta se situaría en un 2% sobre las más de 24.000 hectáreas estimadas en el 2018. Puede parecer una proporción baja pero, de mantenerse el ritmo durante una década, la provincia de Castellón habría perdido una cuarta parte de los huertos de clemenules en el 2029.

Más abandono de la tierra

La cifra se conoce en el contexto de una campaña en la que un radical descenso de la producción ha hecho que los precios en el campo sean inusualmente altos, sin llegar a compensar la caída de la cosecha, pero los problemas estructurales permanecen,

Entre ellos, el abandono de las tierras de cultivo no es baladí. De hecho, como informó Mediterráneo recientemente, la agricultura castellonense ha perdido el 25% de su extensión en los últimos veinte años, ante la creciente cantidad de profesionales del sector que tiran la toalla, fundamentalmente, por la falta de rentabilidad. La pésima campaña citrícola 2018/2019 es una de las razones que pueden explicar que se haya acentuado el mencionado abandono, en concreto en la que es la principal producción de naranja, la de clemenules. Las cifras totales apuntan que en 1998 había 184.400 hectáreas de tierras de labranza, mientras que en el 2018, esta extensión se redujo a 141.900, es decir, 42.500 menos. Los cítricos están entre los que presentan un mayor retroceso, pasando de 43.479 hectáreas a las 35.062 dos décadas después.

El secretario general de la Unió de Llauradors, Carles Peris, señaló este lunes este diario que «la mayor parte de la pérdida se debe a que los agricultores dejan de trabajar sus tierras» y «no a la diversificación, que sería buena en una mayor medida que como se produce hoy».

Peris tachó de «preocupante» la evolución y recordó la «constante petición» ante la Administración de que «se hagan políticas que faciliten la incorporación de jóvenes al campo, para posibilitar el relevo generacional», necesario en una profesión que está ahora altamente envejecida.

Precio justo y rentabilidad

En todo caso y como premisa imprescindible para frenar este adelgazamiento de la actividad agraria, Carles Peris apuntó la necesidad de que haya «precios dignos» en el campo, incluso para matizar situaciones como la intensa caída de la producción citrícola de este año. Desde su punto de vista, la descapitalización del agricultor lleva a «invertir menos en sus cultivos», lo que ve como una causa de la menor productividad.

Por su parte, el presidente de Fepac, José Vicente Guinot, comparte como una necesidad urgente la de lograr la rentabilidad de la agricultura castellonense en general y la citrícola, el principal cultivo en este territorio, para poder estar en condiciones de mantener la actividad sectorial.