Plaza llena, cartel de no hay billetes y ambiente de grandes acontecimientos, de expectación, de tarde importante, que, como suele pasar, al final no lo fue tanto y de miles de aficionados ávidos de ver a su ídolo. Todo perfecto y, al margen del resultado, ojalá tuviéramos muchas más tardes de plaza llena. La fiesta lo necesita.

Servidor, ilusionado como el que más con la presencia del de Galapagar, recuerda las tardes memorables de su anterior etapa, cuando se pasaba el toro a dos dedos de la bragueta, pero eso no pasó ayer. Recuerda cuando se sacaba los toros por detrás de la cintura, cargando la suerte de verdad, pero no fue ayer. Recuerda cuando citaba con la muleta plana, y no con el pico como hacían muchos, pero eso tampoco paso ayer. Y me duele porque yo esperaba emocionarme, como me emocionaba hace unos años, o como se emocionó buena parte de la plaza, quizá menos exigente, pero ayer no pude.

Quien sí me gustó fue Matías Tejela, sobre todo en su primero, en el que desplegó un toreo de calidad, redondo, templado, con empaque y limpio de ejecución. Pero claro, no era la tarde de Tejela, era la de José Tomas. Lástima de ese fallo a espadas, porque su puerta grande hubiera sido más que merecida.

Al final, puerta grande, que es lo que la gente quería y me parece estupendo, aunque como ya he dicho no esté de acuerdo, pero lo que cuenta es que la gente disfrute y vuelva, y eso al menos se consiguió.

De los toros de ayer, mejor no hablar. Lo esperado en estos casos, justitos, escasos, que no está la tarde para sustos. Una auténtica pena.

Crítico taurino