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Las gaiatas del pasado

‘Mediterráneo’ reproduce los monumentos de 1945

Las gaiatas del pasado

Las gaiatas del pasado

VICENTE CORNELLES

Cuentan las crónicas de la época que en los meses anteriores a la que iba a ser la primera Magdalena en su estructura actual, en el jubiloso año de 1945, había expectación y curiosidad por conocer cómo iban a ser las primeras gaiatas monumentales de las recién creadas 12 comisiones de sector, y que iban a dar impulso al monumento simbólico y atávico de la fiesta magdalenera, cuyo origen se perdía en la noche de los tiempos, y así era transmitido de generación en generación.

En el siglo XIX ya hubo gaiatas monumentales, y algunas se realizaron ‘ex profeso’ con motivo del V Centenario de las fundación de la ciudad, en 1852, y se unieron a las ancestrales gaiatas individuales que se instalaban en las calles para iluminar el regreso oficial de la Romeria y la procesión penitencial el tercer domingo de Cuaresma.

Las gaiatas del pasado

Las gaiatas del pasado

Fue este un relanzamiento de las fiestas por parte de un grupo de castellonenses visionarios, que quisieron transformar el día grande la Magdalena en las fiestas que necesitaba la ciudad, y que sirviera de alivio tras los sufrimientos de la guerra civil. Un proyecto ambicioso y que determinaba las comisiones de sector como los auténticos colectivos de dinamización festera, esos y no otros. La presencia de las gaiatas se limitaba a las luminarias antes comentadas que, de corte neo-

barroco y neorromántico, servían para alumbrar el regreso de la subida a la blanca ermita del Castell Vell.

Un proyecto común al que se sumaron los artistas y la intelectualidad de la época para dar un mayor valor a cada uno de los monumentos gaiateros, que iban a estrenarse en ese año 1945 del relanzamiento de los festejos castellonenses.

De esta forma, escultores, pintores, artesanos y carpinteros sumaron esfuerzos para posibilitar que cada una de las 12 primigenias comisiones de sector contara con un monumento representativo digno y que uniese a su carácter alegórico el sello y la firma de los más reputados artistas castelloneros.

EVOCACIONES // Y ciudadanos que fueron testigos directos de aquel primer año triunfal de las fiestas fundacionales evocan cómo fueron aquellos monumentos que iban a sorprender a los castellonenses. “Grandes y monumentales”. Así lo recuerda Marisa Dols Cosín, primera madrina del sector 7 en 1945. 12 obras gaiateras que desfilaron en la noche del tercer domingo de Cuaresma de aquel año, y que se convirtieron en las pioneras de los símbolos festivos, tal y como las conocemos ahora representando a los distintos sectores. Un desfile protocolario en el que únicamente desfilaron partes del monumento y no la gaiata entera.

El devastador incendio sufrido en el almacén de gaiatas y de algunas de las mismas en construcción del pasado 28 de enero y la creación de un nuevo sector, el 20, Raval Universitari, traen el recuerdo de unos trabajos “diferentes en formas y materiales, pero con la esencia de símbolos de luz”, como evoca Dols, quien en el año 1947 se convirtió en primera reina de las fiestas nacida en Castellón ciudad. Unas obras que para siempre quedarán en la retina de una ciudad que inició su camino festero sin retorno y cuando nos encontramos en las vísperas de una nueva edición magdalenera.

“Eran unas gaiatas más figurativas”, comenta Antonio de Rodrigo, vocal del Consell Municipal de Cultura, “donde cabían figuras humanas y esculturas que representaban los edificios más emblemáticos de la ciudad”, y rememorando a su padre, que era miembro de la comisión del guarismo 5. “Recuerdo la gaiata del sector, un jarrón sobre un templete, y encima un armazón, que fue instalada sobre el antiguo refugio de la plaza del Rey”, concreta. Añade algunos de los nombres de aquellos primeros artistas, como “Escoda, un conocido yesaire; Colón, que más tarde sería un renombrado escultor, Sanmillán, Guallart, o Llopis, con piezas realizadas en yeso, cartón piedra y madera”. Nombres de esa pléyade de artistas que se volcaron para hacer posible unas gaiatas de esplendor y de riqueza artística.

PRIMER PREMIO // De Rodrigo nos recuerda que el primer premio del concurso de gaiatas de aquel año 1945 lo ganó el sector 11 con una gaiata presentada con el lema ‘Pubilla i en fanecaes’ y que representaba dos monumentales caracoles, por eso se le bautizó como la ‘gaiata dels caragols’. un premio que, como relata el vocal del Consell Municipal de Cultura tuvo su intríngulis: “Al parecer, los vecinos del Raval de Sant Félix eran reacios a las nuevas fiestas que habían montado ‘els senyorets de la vila’, y como una forma de congraciarse con ellos fue otorgar el primer premio a la gaiata 11, la del Raval”. Sin embargo, ese recelo inicial se superó y si hay un barrio de Castellón que se siente profundamente magdalenero y donde la esencia de la tradición se hace presente es precisamente el Raval de San Félix. Y es que el Raval se convierte en escenario de algunos de los momentos más solemnes de las fiestas oficiales de la ciudad, como la ceremonia de les Tres Caigudes, en el Forn del Plà, o las salidas de los cortejos festivos como la cabalgata del Pregó, el Desfile de Gaiates, la procesión de penitentes y la cabalgata infantil.

Otra evocación de las primigenias 12 gaiatas monumentales de los sectores es la de Blanca Rodríguez Gasset, que fue dama de sector en 1945, madrina y que llegó a ser reina en 1949: “Eran unas obras que tenían su estilo propio, su personalidad y también muy bonitas”.

Y es que en la memoria colectiva de muchos castellonenses todavía están presentes aquellos primeros doce monumentos gaiateros, con su idiosincrasia y como baluartes del arte hecho gaiata. Incluso, muchos de los monumentos que se han presentado en estos más de 60 años de historia de las fiestas en su estructura actual, se han basado en aquellos trabajos y toda una generación de artistas gaiateros posteriores tuvieron su fuente de inspiración en estas piezas de corte neobarroco y figurativas que mostraron su esplendor en 1945. En la memoria permanecen nombres como Francisco Esteve, Lucinio Pérez Abuja, Collado, Tico Ramos -quizás uno de los grandes olvidados del arte castellonense- y Vicente Bernat, entre otros maestros. H

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