Séptimo festejo de abono. Toros de Victorino y Cuadri. Presidió José Antonio Gracia que estuvo muy benevolente. Alberto Martínez fue cogido tras parear al sexto, sufriendo un varetazo en el glúteo de pronóstico leve.

Suele ser habitual que el público de las corridas de concurso apenas le eche cuentas a los coletas. Se ponen a favor del toro, y los toreros, siempre son las pobres víctimas que nunca logran estar a la altura de las circunstancias. En Castellón no fue así. Bendito público. Benevolente, cariñoso, amable con los toreros y engrandeciendo las virtudes de los toros, que ante todo, tuvieron toreabilidad eso sí, sobre todo los de Cuadri, con los que el público se batía las palmas en el arrastre. Así, no se puede presumir de ser una afición torista. A hombros salió Rubén Pinar sin motivos para ello. Y a pie se marchó de la plaza Uceda Leal, el que mejor toreó de la tarde. Fue el mundo al revés.

La primera parte del festejo estuvo protagonizada por los toros de Victorino. El primero lució veleta arboladura y trapío sin tener kilos. Muy agarrado al piso de salida, no se empleó para nada en varas en una tímida pelea. En la muleta, embistió gracias a la firmeza y el oficio de Uceda Leal, que aprovechó el pitón menos problemático del astado, el izquierdo. Se quedaba corto el toro primero, pero poco a poco Uceda le fue abriendo el camino y el victorino acabó tomando largo el muletazo. Gran mérito. Surgieron momentos de gran empaque en el toreo al natural de Uceda. Hubo elegancia y porte. Combinó los arrestos con la distinción. Estuvo aplomado con un toro no exento de peligro, pues sabía en todo momento lo que se dejaba atrás. La rúbrica llevó el sello de su espada. Se tiró como un cañón dejando un espadazo en todo lo alto de efecto fulminante. Oreja.

Le ninguneó el público en otra faena de regusto y estética. Ni punto de comparación con el trasteo de Pinar a su primer victorino al que le cortó la oreja. El usía no midió con la misma vara a ambos. Aunque ciertamente, quien no se enteró fue el público, que tampoco sacó sus pañuelos. Quiero achacar tal detalle de falta de rigor a que en el cuarto toro de la tarde, el público suele tener las manos ocupadas en cortar jamón o en desenroscar el tapón de la bota de vino. La solución más acertada sería guardar un tiempo para la merienda, o prohibir la entrada de alimentos a la plaza. De lo contrario, nadie va a querer abrir cartel en esta plaza.

Boyante fue el ‘cuadri‘de Uceda, sobre todo por el pitón derecho. Una condición que aprovechó el espada para gustarse toreando en una labor de fino trazo y cargada de compostura. Un trincherazo tuvo aroma del caro.

El picador Juan Carlos Sánchez Morán se llevó una atronadora ovación tras picar al quinto. Empujó el de Cuadri, que inclusó hizo algún amago de lavantar al equino. Se aguantó bien sobre la montura y se agarró con fuerza la palo. Dejó dos buenos puyazos aunque sin equilibrio. El primero fue largo. Demasiado castigo que acabaría acusando el toro.