Era costumbre de antiguo que la reina de la Feria y Fiestas de la Magdalena acudiera con su corte a una de las corridas del serial, generalmente a la que cerraba el ciclo. Su presencia, muchas veces precedida por un desfile por el ruedo, en calesa, constituía todo un acontecimiento y suponía un respaldo implícito a esta parte fundamental de nuestras fiestas fundacionales.

Un mal entendido progresismo, o vaya usted a saber que otro motivo, llevó a que esta costumbre quedara en desuso ante el estupor de miles de aficionados que veían como la parte taurina de la semana grande, la Feria que daba nombre a la primera parte del titulo, quedara ninguneada por unas autoridades insensibles al sentimiento de muchos castellonenses.

Ayer, Estefanía Climent, de motu propio y totalmente al margen del programa oficial, asistió, desde una barrera del 4, a la corrida que cerraba feria, dando una lección de castellonerismo a quienes ningunean nuestras más enraizadas costumbres. A su lado, el presidente de la Diputación, Javier Moliner, excelente aficionado, y la que fuera reina, María España, ejercieron de anfitriones a esta Reina a la que en nombre de la adición castellonense le muestro mi más sincera gratitud.

El torero se llama Varea, y en sus muñecas reside el toreo bueno, el de verdad, el que deja poso en la retina del aficionado. En el toro que cerraba feria, pese a sus escasas condiciones, dejo tandas de una excelente calidad, cargando la suerte y templando con un gusto exquisito, muy por encima de lo que el juanpedro hacía presagiar.

Castellón lleva tiempo esperando un torero que le haga soñar y Varea puede convertirse esta temporada en ese referente que nuestra tierra merece y necesita. Que así sea.